sábado, 2 de febrero de 2008

Las Derechas

El pasado otoño (el 9 de octubre, para ser exactos) el Partido Popular cumplía treinta años en la más absoluta discreción. Como si, a sus dirigentes, les diese vergüenza la efeméride. No hay que olvidar el PP, entonces, Alianza Popular, había nacido como una federación de pequeñas asociaciones encabezadas por significados franquistas. Son los llamados “siete magníficos”: Manuel Fraga Iribarne, Laureano López Rodó, Federico Silva Muñoz, Licinio de la Fuente y de la Fuente, Cruz Martínez Esteruelas, Gonzalo Fernández de la Mora y Enrique Thomas de Carranza. Los seis primeros habían sido ministros en diferentes Gobierno de Franco. El último era el presidente de los “combatientes” franquistas (Hermandad Nacional de Combatientes). Manuel Fraga, además, había sido ministro de Gobernación con Arias Navarro (1975-1976) y, como tal, responsable de la matanza de Vitoria (3 de marzo de 1976).

El pensamiento fundacional de Manuel Fraga quedó recogido en un librito “Alianza Popular”, editado en Bilbao (Ediciones Albia, 1976) y desarrolla en parte el programa del primer Gobierno de la Monarquía redactado por el propio Fraga. Este podía resumirse en algo así como: democracia sí, pero, poco a poco, en pequeñas dosis y manteniendo en lo esencial el aparato institucional del franquismo.

Mientras todo esto ocurre, se vive el período que Nicolás Sartorius y Alberto Sabio han denominado “el final de la dictadura” y que comprende entre las 4 y veinte de la madrugada del 20 de noviembre de 1975 (cuando Francisco Franco deja de existir) y las 9 de la mañana del 15 de junio de 1977 (cuando se abrieron los colegios electorales).

En este período, poco menos de dos años, las derechas, especialmente, Carlos Arias-Navarro, habían fracasado estrepitosamente a la hora de perpetuar un franquismo sin Franco. Y, por si fuera poco, acabó alineándose con el sector más radical del franquismo: el llamado “bunker”.

Pero, mientras se producía la pugna entre franquistas reformistas (Fernández-Miranda), franquistas radicales (Girón de Velasco-Arias) y “tercera vía” franquista (Fraga), la oposición, que se estaba reorganizando, había tomado las calles. A esto, había que sumar las protestas obreras. Y, claro, todo último no podía tolerarse.

El balance de la represión en el final de la dictadura resulta estremecedor. Arias Navarro ya lo había dejado claro: “El Gobierno dispone de fuerzas de orden público y de seguridad más que suficientes para aplastar inexorablemente cualquier intento de subvertir o alterar la vida del país”. La política de “mano dura” se aplicó tanto en el período Arias como en el período Suárez. El resultado: decenas de muertos y heridos, aderezados con las torturas de la extrema-derecha y las intervenciones de la extrema-derecha (sobre todo los “guerrilleros de Cristo Rey”). Destacados miembros de la oligarquía franquista como Araluce Villar y Oriol Urquijo financiaron a los grupos de extrema-derecha que participaron en la matanza de Montejurra (mayo de 1976).

En este marco, la opinión pública internacional, especialmente la europea, no parecía muy favorable al mantenimiento en el Continente de una dictaduta, especialmente tras la caída de las dictaduras de Grecia y Portugal.

Carlos Arias Navarro, “carnicerito de Málaga” (sobrenombre que le venía de sus tiempos de fiscal militar en la ciudad andaluza tras la guerra civil), fue sustituido por Adolfo Suárez por influencia de Fernández-Miranda. Es este último el encargado de poner los medios para liquidar la dictadura.

Ante los tiempos que se avecinaban, las derechas fueron incapaces de presentarse unidas a unas elecciones. Sobre todo por la aversión personal entre Fraga y Suárez. Había que crear un partido para Adolfo Suárez, así que una comisión de notables vinculados en buena parte al Gobierno, aprovecharon la estructura del Estado y del Movimiento Nacional (el partido único franquista) para crear la UCD. Lo que si quedaba claro, como recordó Francisco José Llera en su tesis doctoral, es el origen franquista tanto de AP como de la UCD, a pesar de algunas “incrustaciones”.

Y esto sirve para el Euzkadi. En 1977, los partidos de derecha estaban fundamentalmente por franquistas. Casi todos los cuadros de la UCD están muy vinculados a los llamados “consejos del Movimiento”(alcaldes, jefes locales, consejeros provinciales,..). Estos últimos, por ejemplo, habían jugado un papel determinante en la represión de los días del “estado de excepción” en Bizkaia y Gipuzkoa (1975).

Hace treinta años y medio las derechas comenzaban su camino hacia la homologación democrática. Según Sartorius, sus crímenes quedaron formalmente amnistiados en 1977. Curiosamente va a ser ETA la que atentando contra miembros de la derecha acelerase esa homologación.

Si uno acude a la página web del PP, se dará cuenta que, efectivamente, AP y PP son la misma cosa. Por ejemplo, el orden de sus congresos es correlativo. Entonces, ¿por qué se han olvidado de su cumpleaños?.

Enviado a DEIA el 1 de mayo de 2007.

Conflictos vascos

Los asesinatos de Capbreton nos retrotraen a unos de los peores momentos de la historia de la transición en Euzkadi, que fue el momento en que ETA mató a un militar en Madrid tras la tregua de 1998. Entonces, todas las miradas (y todos los ataques) se volvieron contra el Partido Nacionalista Vasco. La tesis –que es la que defiende Jaime Mayor Oreja- era simple: “ETA existe porque existe el PNV. Acabemos con el PNV y acabaremos con ETA”. De forma simultánea, la izquierda radical se creía (y se cree) con algún tipo de autoridad sobre el conjunto nacionalismo o, mejor dicho, que el PNV tiene algún tipo obligación hacia ella. Algo así como los deberes de un ex marido hacia su ex mujer tras un divorcio.

En 1998, se pensó que el traslado mimético de la experiencia irlandesa a Euzkadi facilitaría el que ETA dejase las armas. ¡Craso error!. El pacto previo entre quienes en aquel momento se consideraban nacionalistas no respetaba el juego de mayorías y minorías y los radicales. En Lizarra, la izquierda radical, primero, intentó liderar un proceso. En segundo lugar, intentó resucitar Chiberta (que, en su día, no fue más que una anécdota histórica) que era algo así como “actuemos al margen de la ley y del Estado”.

En 2001, el PNV, acosado por unos y otros, optó por la independencia de criterio (y programa) y acertó.

Considerando que el PNV había fracasado en sus intentos por alcanzar la paz, el PSOE, legítimamente, comenzó el suyo. La oportunidad de ponerlo en marcha llegó en marzo de 2004 cuando, derrotado el PP, Rodríguez Zapatero llegó al Gobierno. En aquella negociación, no solo se iba a marginar al lehendakari Ibarretxe y a su partido, sino que iban a ponerse de acuerdo para evitar que el PNV siguiese el despegue electoral iniciado el 13 de mayo de 2001.

Si uno lee con detenimiento tanto las declaraciones de líderes socialistas como los artículos publicados en Gara en los días en que se declaró el “alto el fuego permanente” comprobará que menudean las advertencias al lehendakari y al PNV para que no metiesen la narices en un negocio que consideraban “de dos”. De la misma forma, las derechas –que consideraban que el PSOE había llegado al poder de forma ilegítima- se empleaban a fondo para evitar cualquier éxito de los socialistas. Es cierto que Zapatero dio algunos pasos. El de EHAK fue uno de ellos, consiguiendo, además, que el lehendakari no consiguiese mayoría absoluta. Pero, también es cierto que, en su negociación, pasaba más tiempo mirando encuestas o haciendo caso a lo que decían Pedro J.Ramírez y la Cope que buscando soluciones reales. Por su parte, ETA y los radicales, como en 1998, dedicaban todo su empeño a tensar la cuerda (hasta que, como es tradicional, la rompieron).

Mientras tanto, ante las dificultades surgidas, una representación del PNV se había incorporado a la negociación. Pronto comenzamos a leer y escuchar reproches, especialmente por parte de la izquierda radical hacia los jeltzales. Paco Letamendia reprochaba a estos últimos de haber dejado demasiado solos a los de Otegi. Eso sí, parece que, hasta entonces, no les había importado la soledad. Se decidió ejercer diferentes tipos de presión tanto sobre el Gobierno central como sobre el PNV. Una potente carga explosiva acabó con un proceso de paz que había comenzado siendo cosa de dos.

En tanto se desoja la margarita de la negociación con ETA, el nacionalismo vasco y el lehendakari habían iniciado algunos movimientos, negándose a que la cuestión terrorista marcase el devenir político vasco. Juan José Ibarretxe, finalmente, presentó un calendario para consultar a la sociedad sobre lo que estaba ocurriendo.

El pasado jueves, el periodista Patxo Unzueta publicaba un artículo titulado “La tarea del PNV” (que recordaba mucho a otros que escribió en los días que siguieron al asesinato de Miguel Angel Blanco). Citando a Txiki Benegas (Diario de una tregua) dice que, cada vez que Otegi se entrevistaba con Juan José Ibarretxe, el primero salía más radicalizado. Se supone que el “radicalizador” era el lehendakari.

La explicación de esto y de otras cuestiones es algo que no es cierto. El nacionalismo vasco en JEL no cree –como asegura Unzueta- ni que “cuestión terrorista y la superación del ‘conflicto político con el Estado’ sean dos caras de la misma moneda”, ni constata el nacionalismo en JEL “que hay vascos que matan en nombre de ese conflicto”, ni deduce que “el fin de ETA pasa necesariamente por el reconocimiento del derecho de autodeterminación”.

José Luis “Patxo” Unzueta que conoce la Ponencia Política del PNV vigente y ha repasado el discurso de Iñigo Urkullu se habrá percatado de, en primer lugar, que se apela a la Disposición Adicional Primera de las Constitución española de 1978 (reconocimiento de los derechos históricos de los territorios forales). Seguro que conoce el libro editado por Miguel Herrero de Miñón y Ernest Lluch, Derechos históricos y constitucionalismo útil (Crítica, 2001). Le recomiendo vivamente que vuelva a leer la Introducción.

El conflicto vasco tienen que ver tanto con la abolición foral como de la incapacidad del Estado español de cumplir sus propias normas (desde las leyes Abolitorias de 1839 y 1876 –seguro que Patxo guarda el libro de Federico Zavala De los Fueros a los Estatutos- hasta la Constitución última y el Estatuto de Gernika). A todo ello, hay que sumar lo que el profesor Linz define como “escasa legitimación constitucional en Euskadi”.

En los últimos días, Unzueta y otros aseguran que “la responsabilidad del nacionalismo vasco es ahora la deslegitimación de ETA”. El PNV ha repetido que, con ETA, no comparte ni medios, ni fines. Pero, esto también lo ha dicho el lehendakari. Entonces, ¿dónde está el problema?. Lo que no va a hacer ni el Gobierno vasco, y menos el PNV, es aceptar el “pacto antiterrorista”, la Ley de Partidos (con esperpentos como el proceso de los encausados en el Sumario 18/98) ni la Constitución. Lo que la hacía inaceptable en 1978 no solo no se ha corregido, sino que la situación está peor.

ETA no es, para el nacionalismo vasco en JEL, una consecuencia del conflicto vasco, más bien uno de los mayores obstáculos para su resolución. Y no quiere decir esto ni que, desaparecida ETA, se soluciona el conflicto, ni que solucionado el conflicto desaparezca ETA.



Enviado a DEIA el 10 de diciembre de 2007

Debate en el PNV

“Ponencia política” se ha convertido es uno de los conceptos claves de este verano. A esta cuestión, por ejemplo, se ha vinculado la posible paz interna en el PNV y, en otros casos, se sigue cimentando el mito-falacia en torno al sistema de toma de decisiones en este partido. La lectura del último artículo del historiador Manu Montero confirma que el mundo académico sigue sin aclararse en este apartado. Lo cierto es que es debate no solo ha sido una constante en el nacionalismo en JEL, sino que no se han producido grandes crisis por razones doctrinales.

Si uno repasa los programas de EAJ-PNV hasta 1987, se dará cuenta que, tradicionalmente, la doctrina se ha sustentado sobre pocas ideas simples y mucha (y buena organización). La idea fuerza, que hoy mantiene toda su vigencia, es “Euzkadi es la Patria de los Vascos” (Euzkotarren Aberria Euzkadi da). Seguramente, podíamos traducirlo como “Euzkadi es la (única) Patria (posible) de los Vascos”.

Durante casi ochenta años, el objetivo del nacionalismo vasco democrático fue el de la vuelta a la situación anterior a 1798 y 1839 y, sobre la base de la reintegración foral plena (que gentes como engracio Aranzadi consideraban como sinónimo de independencia), construir la nación sobre la base de la “libre confederación de los estados vascos” (Arana-Goiri). Desde casi su nacimiento, el nacionalismo en JEL optó por el posibilismo y el gradualismo rechazando tanto las posiciones de tibieza (Ulacia) como las más radicales (de JOALA). En el proceso de escisión del comienzo de la década de los 1920 (Comunión-Aberri), además de algunas diferencias de estrategia (si uno lee con cuidado los programas de Comunión y Aberri verá que las diferencias eran mínimas), hubo muchas cuestiones personales (con intervención protagonista tanto de Elías de Gallastegui como del viejo Luis de Arana-Goiri).

En el periodo republicano, se producen algunas cuestiones interesantes: la organización se consolida en Bizkaia y Gipuzkoa y comienza a extenderse por la zonas agrarias de Araba y Nafarroa. Un afiliado de Tafalla, Jesús de Daxanbaratz, llegó a ser presidente del EBB. En aquellos días, además, la consecución de un régimen de autonomía se había convertido en la prioridad para el Partido. En la década de los 1930, se producen asimismo dos hechos que, al final, no tuvieron especial relevancia en el desarrollo del PNV: la salida del sector laico que funda ANV (que acabó integrándose en el Frente Popular español) y la escisión de un sector del Euzko Mendigoizale Batza (Jagi-jagi), una vez más inspirada por Gallastegi y Luis Arana.

El comienzo de la guerra civil cierra una de las etapas más importantes en la historia del PNV. Aunque fuese en plena guerra y, por ende, con efectos limitados, se alcanzó un régimen de autonomía, formándose el primer Gobierno vasco. Y todo ello gracias a una sucesión de acuerdos trasversales. Por otro lado, se profundiza en la democratización interna.

Entre 1939 y 1979, hay una serie de hitos relevantes en la historia del PNV. El rechazo a los sucesivos intentos de “frentes nacionales” (con o sin participación de ETA), la introducción del derecho de autodeterminación en la ideología nacionalista (1949) y el mantenimiento del Gobierno de Euzkadi como órgano pluripartidista de representación de los vascos.

En 1976, llegó el momento del gran balance tras cuatro décadas de dictadura militar. En el debate, participaron miembros de diferentes generaciones. En la Asamblea Nacional de Iruña (1977), como había sido tradición en el PNV, apoyó una ponencia política los suficientemente abierta como para que pudiesen identificarse con el partido las tendencias diversas y, desde luego, integrar a todas las tendencias posibles. De esta forma, EAJ-PNV se convirtió en la primera fuerza política vasca.



Enviado el 30 de agosto de 2007

Hacia un mínimo para la convivencia

Las elecciones generales de 1977, dejaron claras algunas cuestiones. La primera es que sacó del limbo a quienes pensaban que las dos grandes fuerzas históricas, el PSOE y PNV, iban a quedarse como opciones residuales. Fueron muchos quienes se presentaron a aquellos comicios que ellos eran los herederos ciertos de uno y otro. Se equivocaron. El PCE que se reclamaba como la única fuerza que había combatido al franquismo desde el primer día hasta el último acabó desapareciendo (o casi). Por otro lado, las derechas posibilistas, en su mayoría de origen franquista, se agruparon en UCD (que nacía como un partido para Suárez) y lograron aguantar el tipo gracias, sobre todo, a la estructura del Movimiento Nacional (alcaldes, jefes locales y provinciales, consejeros).

El gran fracaso lo cosecharon aquellos quienes se consideraban con más méritos en la lucha antifranquista. Así, por ejemplo, el PCE, el principal impulsor de las Comisiones Obreras, se convirtió en una opción residual. Otro tanto ocurrirá, eso sí, de forma más cruda e intensa, con todas las opciones a la izquierda del PCE: maoistas, trostkistas,… Algo parecido ocurre a la derecha de la UCD: Alianza Popular (primera denominación del PP) y otros opciones, como Guipúzcoa Unida.

La “izquierda abertzale”, digamos que mayoritaria, se iba a presentar unida como Euskadiko Ezkerra que integraba a EIA, HASI, MCE e independientes. A ETA militar, no le hacía mucha gracia esta opción, y trata de sacar adelante el proyecto de Chiberta con las fuerzas nacionalistas. Pero, ni el PNV, ni ETA pm-EIA, ni los demás, estaban dispuestos a dejar la dirección del movimiento nacionalista en manos de los “milis”. Y acertaron.

Entre 1977 y 1980, el PNV se iba a consolidar como la primera fuerza vasca. Y es a este partido al que iba a tocar el liderazgo de los cambios que habían de producirse en lo que hoy es Comunidad Autónoma Vasca.

Al acabar 1980. El PNV ocupaba las alcaldías de Bilbo, Donostia y Gasteiz (estas dos últimas por primera vez en su historia). Y no solo éstas. En Gipuzkoa, por ejemplo, las de Irún o Eibar. En Bizkaia, las de Basauri, Barakaldo, Santurtzi,… Además, claro, Carlos Garaikoetxea se había convertido en lehendakari del Gobierno Vasco.

En este periodo se producen tres momentos claves para el PNV. Su postura ante la Constitución española, el Estatuto y la sucesión de Carlos Garaikoetxea al frente del EBB. Sobre esta asunto, hay tres libros muy recomendables. Dos son las memorias políticas de Carlos Garaikoetxea (“Euskadi: la transición inacabada”) y Xabier Arzalluz (“Así fue”) y el tercero la crónica oficial de la negociación constitucional redactada por Eugenio Ibarzabal en 1978 (y reeditada posteriormente): “El Partido Nacionalista Vasco ante la Constitución”.

Todo ello se produce, primero, en medio de una brutal crisis económica, de dimensión universal, pero que, Euzkadi, se había agravado por la inoperancia de las derechas (primero, el franquismo económico y, luego, la UCD). Y, por si fuera poco, las dos ramas de ETA y los Comandos Autónomos Anticapitalistas reavivaban la lucha armada. Y, frente a esta, las diferentes opciones de terrorismo franquista y de llamada “guerra sucia”. La primera consecuencia fue el golpe de estado (fracasado) del 23 de febrero de 1981 que, para el País, tuvo consecuencias, sobre todo, en el desarrollo autonómico. El PSOE y las derechas aprobaron el proyecto de Ley Orgánica de Armonización del Proceso Autonómico (LOAPA), que si, aparentemente, fue rechazada por el Tribunal Constitucional, no solo ralentizó el proceso autonómico y sino que bloqueó hasta hoy (septiembre de 2007) el traspaso de competencias esenciales como la Seguridad Social o la Investigación Científico-Técnica. Aún así, es cierto que, en 1981, se recuperó el Concierto Económico para Bizkaia y Gipuzkoa (que había sido abolido por los franquistas).

El PNV tenía ante sí el reto de construir un país nuevo y, como se verá, los demás estaban empeñados en impedírselo a toda costa. ¿Cómo hacerlo?. No hay nada más débil que una organización dividida y, a poder ser, rota. Y, en ello, se van a empeñar unos y otros.

Mientras tanto, por un lado, se iban recuperando las viejas instituciones democráticas (Juntas Generales), surgiendo otras nuevas (Parlamento) y creando instrumentos esenciales como la Ertzaintza, la Radiotelevisión,…

La autonomía era una forma de avanzar y, a partir de 1981, el Estatuto de Autonomía “de Gernika”, en su integridad, era el mínimo aceptable por parte del nacionalismo vasco en JEL. Quizá cuestión hoy sea saber si ha servido para algo ese Estatuto. Es cierto, que la LOAPA, las leyes orgánicas y de bases, los bloqueos partidistas no hay logrado que el Estatuto sea mínimo que garantice la convivencia del mayor número de vascos posible.


Enviado a DEIA el 9 de septiembre de 2007

Las sensibilidades

En una emisora de FM que divulga la doctrina de Batasuna, el “analista” de turno resumía así lo que él entendía por “las dos sensibilidades” del PNV. La “sensibilidad” de Imaz y sus seguidores es “autonomista” y partidaria de un pacto con el PSOE. Por el contrario, la “sensibilidad” de Egibar es la que defiende “el reconocimiento del derecho a decidir”. Yo no estoy de acuerdo con esa apreciación. La “sensibilidades” en EAJ, al menos desde 1935, ha tenido que ver más con lo personal que con lo ideológico. Hoy, como ocurriera en el período 1984-1986, las discrepancias personales se aderezan con cascabeles doctrinales para llamar la atención de la parroquia.

¿Qué no se pueden negar matices entre sectores?. Claro que no. Pero, casi siempre son matices estratégicos. La mayor diferencia entre las “sensibilidades” actuales tiene que ver con la conveniencia (o no) de formar una especia de frente con Batasuna (que es lo que fue Lizarra), así como la puesta en marcha de iniciativas con esta fuerza aunque ETA actúe.

En el primer párrafo del primer discurso de José Jon Imaz como presidente del EBB, reclamó para sí la Declaración del EBB de 1949 que es cuando el PNV introdujo en su doctrina el derecho de autodeterminación. Un año más tarde, en el discurso del día de San Ignacio Imaz volvía a hablar de autodeterminación (“que la sociedad vasca pueda expresar su voluntad”). ¿Entonces?. ¿Dónde está la diferencia?. La emisora de FM que divulga la doctrina de Batasuna asegura que el PNV, a lo largo de su historia (que el “analista” reduce a 109 años), no ha hecho nada práctico para hacer realidad el ejercicio de ese derecho. Claro que no dice que, por ejemplo, en 1936, el voto nacionalista no llegaba al 26 por ciento del electorado de Euzkadi Sur. Por cierto, aquel año, ANV estaba integrado en el Frente Popular español. Solo se alcanzó un régimen de autonomía parcial, precisamente tras un acuerdo con ese Frente Popular, liderado en Euskadi por Indalecio Prieto.

En 1977, en un PNV en que aún mantienen su influencia algunos de los representantes más destacados de la generación de la guerra civil se toman una serie de decisiones trascendentales. En la Asamblea Nacional de Iruña, se actualizó todo el cuerpo doctrinal elaborado e introducido en los años del exilio y la resistencia. En segundo lugar, se rechazó cualquier acuerdo con ETA militar y se entorno político (Chiberta). En tercer y último lugar, se optó por profundizar en la reforma política (el mismísimo Ajuriaguerra estuvo presente en las reuniones de los Pactos de la Moncloa) e iniciar (vía Asamblea de Parlamentarios Vascos) un nuevo proceso autonómico.

El PNV, como ocurriera en 1931, no aceptó la última Constitución española (la rechazaron únicamente EE, HB, algunos sectores de AP o las extrema derecha). Las razones de la no aceptación (abstención) las explicó Xabier Arzalluz en un discurso en las Cortes y el EBB en una declaración (ambas pueden consultarse en el libro “El PNV y la Constitución”, recientemente reeditado). Se produjeron matices entre Arzalluz, portavoz parlamentario, y Garaikoetxea (que asimismo pueden consultarse en las memorias de ambos). En ningún caso, podía hablarse de “sensibilidades”. Hay que decir que, en aquellos momentos, la aspiración del nacionalismo en JEL era la “reintegración foral plena”. La Constitución fue aprobada con el respaldo de solo el 30 por ciento del censo lo que hizo concluir al politólogo Juan José Linz que el sistema constitucional español está escasamente legitimado en Euzkadi.

En la escisión de 1986, sin olvidar otras consideraciones, no fue un enfrentamiento entre independentistas y autonomistas. Entre democristianos y socialistas. Quizás fuese que, junto al choque de dos fuertes personalidades, se debatiese una forma de organización del partido y del País. Pero, solo quizá. Lo cierto es que la escisión trajo una serie de consecuencias impredecibles entonces. Hasta entonces, el PNV había conseguido convertirse en la fuerza hegemónica en la Comunidad Autónoma Vasca. La fractura interna acabó con aquello, y hubo que pactar, en principio, con el PSOE.

¿Cuál era la prioridad entonces?. El “analista” de la emisora de FM que divulga la doctrina de Batasuna se olvida, sin duda, de cuál era la situación económica del País, con unos índices de paro que en la Margen Izquierda del Ibaizabal y en los alrededores del puerto de Pasaia superaba el 30 por ciento. Los gobiernos de Ardanza –tan denostados por algunos “sensibles”- dieron la vuelta a esta situación.

Llegó el verano de 1997 y ETA militar secuestró y asesinó (a pesar del clamor abrumador de los vascos para que no lo hiciese) a Miguel Ángel Blanco. Y Jaime Mayor Oreja, el político peor valorado de la historia de Euzkadi, descubrió la solución para los males: después de haberlo intentado todo, la mejor forma de acabar con ETA era acabar con el PNV. A partir de ese momento, comienzan a correr ríos de tinta sobre este asunto: artículos, ensayos, libros varios,… Uno de los autores más prolíficos, Jon Juaristi, llegó a escribir que, a Miguel Ángel Blanco, lo había asesinado… ¡Sabino Arana!. Sus autores reciben premios y prebendas de todo tipo. Lo peor de todo es que hubo gente en el PNV que llegó a creer que aquel “espíritu de Ermua” aderezado de “orejismo” podía acabar con el nacionalismo vasco.

Y, en este ambiente, surge Lizarra que, para muchos nacionalistas vascos, fue el periodo de “por la paz un Ave María”. Fue el momento en que Batasuna creyó que podía hacerse con la dirección del conjunto del nacionalismo vasco. La vuelta a Chiberta. Tan vuelta a Chiberta fue aquello que yo mismo participé junto a Joseba Egibar, José Luis Elkoro y Arnaldo Otegi en un acto multitudinario en Bilbao para rememorar, como un gran acontecimiento, lo que no fue más que una anécdota histórica.

En este momento, surgieron dos “sensibilidades”. La de quienes pensábamos que el PNV debía volver a la situación anterior a 1986 y de quienes defendían compartir o ceder espacios a los radicales. Quizá en estos momentos, esté naciendo otra sensibilidad: la de quienes pensamos que el “tripartito” está muerto. No entendemos muy bien que los socios en Gasteiz estén acosando al PNV, votando incluso con el PP (Gorliz y Juntas de Bizkaia) y debamos seguir silbando tangos. Seguramente, el Lenhendakari en septiembre consolide un tripartito que, por ejemplo, permita a su partido la recuperación de dieciséis o diecisiete alcaldías.

Pero, insisto: yo soy tan independentista, tan foralista, tan soberanista, tan autodeterminista como el que más. No menos.


Enviado a DEIA el 26 de julio de 2007

EL PNV, Nafarroa y las conversaciones

Según “Gara”, Joseba Alvarez, refiriéndose a unas declaraciones del presidente del EBB en Radio Euzkadi , dijo: "Josu Jon, como responsable en esa negociación de la mano del PNV, dijo 'no' a esa propuesta, no porque fuera una 'amenaza' sino porque su partido 'quiere seguir haciendo negocio' y un marco que integre a los cuatro herrialdes del sur le haría perder su "hegemonía política" y sus 'intereses económicos'”. No dice si, tras el esfuerzo intelectual para elaborar este análisis, descansó, o no.

Cualquiera que conozca un poquito Navarra, no mucho, sabrá que, a los navarros de cualquier signo, les fastidia bastante cualquier cosa que suene a imposición. En la década de los 1930, cuando los antepasados de don Joseba circulaban por otras veredas ideológicas, el PNV, apoyándose incluso en hijos de emigrantes navarros residentes en Bilbao (como Jauregui o mi viejo amigo José Luis Irisarri) hicieron una pintoresca campaña llamada “la Ribera en JEL”. Algunos jeltzales navarros y oriundos acabaron en el Ebro donde habían sido arrojados por simpáticos riberos al grito de: “Nosotros navarros, a mala hostia”.

La acción de ETA en los últimos treinta años (1978-2007) propició, por un lado, no solo el rechazo de la mayoría de los navarros, propiciando asimismo el alejamiento de sectores vasquistas (aunque fuesen tímidamente vasquistas). Por otro lado, ya no la división, sino la fragmentación del campo abertzale navarro.

El nacimiento de Aralar y la posterior consolidación de Nafarroa Bai convierte a la coalición en fuerza hegemónica dentro dentro del campo abertzale y vasquista navarro, desplazando a Batasuna de una aparente posición predominante. Por otro lado, el nacionalismo vasco democrático, amén de su condición de segunda fuerza política de la comunidad, es referente indispensable (por acción u omisión) en el campo democrático, lo que, por cierto, no había ocurrido en los últimos treinta años.

Ocurre que Batasuna, ni antes ni ahora, tiene en cuenta lo que piensan la mayoría de los navarros porque, históricamente, han jugado al “o todo, o nada y ya”. Estrategia no solo fracasada sino que está en la antípoda de la defendida por Nafarroa Bai, fuerza por la que el PNV ha apostado dentro y fuera de la comunidad foral. El PNV claro quiere el “Laurak Bat”, pero no impuesto. Ya no quiere acabar en el Ebro y profundizar en la sima.

Escuchando a Alvarez, que, por cierto, no hace más que repetir la cantilena tanta veces escuchada en los últimos meses, podría entenderse que, de unirse los cuatro territorios de Euskadi Sur, Batasuna iba a ocupar todas y cada una de las instituciones, convirtiéndose el PNV en una especiede fuerza marginal. Una simple operación aritmética nos da la solución, mientras Batasuna en cuanquier versión más nulos no llega al 12 por ciento, el PNV y las fuerzas que conforman Nafarroa BAI serían la primera fuerza política. Eso sí: podría verse superada por la suma del PSOE y PP-UPN.

En los últimos tres años, Josu Jon Imaz ha repetido a todos aquellos que quieran oirlos que el PNV no comparte ni medios, ni fines con la izquierda radical. Por ello, no se suma a la imposición que intenta una fuerza que, en Nafarroa, está en franco retroceso. El resto de los argumentos de don Joseba no son más que insultos.


Enviado a DEIA el 28 de junio de 2007

La victoria del PNV

Poco a poco, van templándose los ánimos tras los últimos comicios. Parece claro que, salvo en Navarra, se han producido pocas novedades. La situación se parece bastante a la de 1999. Eso sí. Todas las fuerzas, sin excepción, han obtenido éxitos irrepetibles. Como siempre, todos han ganado. Unos más y otros menos. Pero, lo dicho, todos han ganado.

El PNV es la primera fuerza en el conjunto de la Comunidad Autónoma Vasca. La última referencia en solitario nos llega de 1995. Entonces, aunque se obtuvieron 2.500 votos más, la representación en porcentaje fue menor: 28,36 (1995) y 31,12 (2007). En esta ocasión, a la segunda fuerza, el PSOE, le ha sacado 63.308 votos.

En Bizkaia, el PNV en solitario, con 23 junteros y el 39,8 por ciento de los votos obtiene los mejores resultados desde los tiempos de la escisión. En este sentido, José Luis Bilbao supera de largo los resultados obtenidos en su día por Alberto Pradera y Josu Bergara. Le saca diez junteros a la siguiente fuerza. Pero, no está la cosa como para echar cohetes.

La abstención ha sido diez puntos mayor que hace cuatro años, siguiendo una tendencia iniciada en las últimas elecciones autonómicas y, en esta ocasión, el mensaje no ha calado (o no ha llegado bien) a la parte más oriental del territorio. Ha habido problemas con algunas candidaturas y, a la presión de ANV durante la campaña y el mismo día de las elecciones, hay que sumar la contrapropaganda desde dentro (desde la carta de los “ex afiliados”, pasando por la campaña de mentiras de algunos que querían encabezar la lista de su pueblo,...). El resultado son 65.000 votos menos que hace cuatro años (el descenso es compartido con EA) y el quedarse a tres junteros de la mayoría absoluta.

Es cierto que, en Bizkaia, el constitucionalismo retrocede en votos. Casi cuarenta mil sufragios. Por otro lado, el PNV suma un juntero más que el PSOE y el PP juntos.

En Gipuzkoa, se produce un retroceso claro. Se pierden 50.000 votos (también en conjunto con EA) y su representación actual queda en el 27,14 por ciento. Doce puntos y medio menos que la representación de EAJ en Bizkaia. A esto hay que sumar el hecho de que el PSOE y los radicales sean las fuerzas más votadas en la mayor parte de los grandes municipios. A esto hay que unir, además, el hecho de que no ha se han presentado candidaturas en casi el 40 por ciento de los municipios del territorio. A esto hay que unir el caso Jauregui y el escándalo de la Hacienda de Irún, y otras cuestiones internas.

Hay un dato cierto, por otro lado, el voto abertzale en Gipuzkoa (PNV+EA+Aralar) supera al voto constitucionalista (PSOE+PP). Este último retrocede en conjunto también retrocede. O dicho de otra forma, no hay más constitucionalistas en Gipuzkoa que hace cuatro años. Por otro lado, ANV, a pesar de todo, ha dejado de ser una fuerza decisiva

En Araba también se retrocede. Ocho mil votos menos (con un añadido: el nacionalismo democrático ha perdido su condición de mayoría minoritaria a favor, esta vez sí, del PP). Al contrario que en Bizkaia y Gipuzkoa, en este territorio se ha notado especialmente la ruptura de la coalición por parte de EA y otros dos factores no menos importantes: los ocho años de oposición y la abstención.

También en Araba retrocede en votos el constitucionalismo, aunque tengan un escaño más que hace cuatro años

Lo negativo es que su salida de la coalición ha supuesto un retroceso cierto del nacionalismo democrático. Lo positivo es que, poco a poco, vamos sabiendo a quien representa cada cual (el PNV y EA).

Lo de Nafarroa es otra cosa. Se ha demostrado nacionalismo democrático en el Viejo Reyno no es un hecho residual. Por otro lado, se ha demostrado que, a mayor alejamiento del hecho violento, un mayor respaldo popular. De la misma forma, ANV (y sus matrices) han dejado de ser “la referencia abertzale” en el territorio.

Al PNV le queda un largo camino por delante. La situación actual se parece mucho a la que siguió a la escisión de 1986. Es preciso recomponer la unidad y los consensos mínimos. Como ocurrió entonces, la organización de Bizkaia puede ser una buena palanca. En segundo lugar, es fundamental extender la organización a todo el país. Y, sobre todo, hay que acercar y explicar mejor la gestión a los ciudadanos.

Enviado a DEIA el 3 de junio de 2007

Al final de la campaña

Se acerca el momento de votar. El pasado mes de diciembre, ETA decidía impedir la participación de la izquierda radical en los comicios poniendo una bomba en la terminal de Barajas (con dos emigrantes ecuatorianos muertos). La respuesta es una especie de acoso a lo que los radicales llaman “el PNV de Imaz”. Los instrumentos de este acoso: ataques a batzokis, intentos de reventar mítines, agresiones (o intentos de agresión), insultos,… Una situación sorprende al abogado Xabier Gurrutxaga por “el asombroso silencio de algunos dirigentes jeltzales”.

Las encuestas auguran un seguro triunfo del PNV en Bizkaia. Si se confirmasen los datos, sería el mayor triunfo desde la fundación del partido. El trabajo municipal y foral de los cuatro últimos años en el territorio ha sido intenso y lleno de logros. Se han hecho muchas “cosas” (y estas se ven) para mejorar las condiciones de vida y trabajo de los vizcaínos. Los dirigentes “jeltzales” vizcaínos se han aplicado a fondo para construir nación levantando la persiana día a día, como dice José Luis Bilbao. Se ha dejado la alta política para el EBB y el Lehendakari.

Junto a la gestión, la organización. El PNV de Bizkaia, en los últimos cuatro años, ha montado nuevas organizaciones municipales que, por ejemplo, han propiciado la presentación de más candidaturas propias. Quizá la principal característica de este partido es que tiene una importe presencia en municipios grandes y pequeños (cada voto y cada ciudadano son vitales), lo que propicia, desde luego, esa hegemonía cierta.

Contrasta esta estrategia con quienes defienden la concentración de esfuerzos allá donde se concentra la mayoría de la población del territorio. Esto último, no solo aleja al partido (en este caso el PNV) del pueblo, sino que, al final, esto se refleja, por ejemplo, en las encuestas y, seguramente, en los resultados.

Estas elecciones van a resultar vitales por muchas razones. Quizá se esté ante la mejor oportunidad para desalojar a la derecha (cada vez más radicalizada) de las instituciones navarras y alavesas. Dependiendo de los resultados parece, cada vez más claro, que un pacto PNV-PSOE es la única vía para lograr esto. Me imagino que esto estaría claro incluso para quienes defienden el “Laurak Bat”.

Seguramente los resultados obligarán, una vez más, a “variar la ruta”, un poco más larga, para poder seguir avanzando hacia la cima. Pero, esto, sin duda, dependerá de los resultados que se obtengan. Si hacemos caso a las encuestas, el “mantener la ruta” podría suponer un respiro cierto para el PP en Araba y Nafarroa.

El domingo se abre una nueva etapa, como siempre, plagada de dificultades. Los radicales tendrán más presencia que hace cuatro años, presencia que podría haber sido aún mayor si a alguien no se le hubiese ocurrido volar la T4 de Barajas.



Enviado a DEIA el 2 de mayo de 2007