martes, 25 de agosto de 2009

Como hemos llegado a esto IV

Decir que Xabier Arzalluz ha sido uno de los políticos más relevantes de la política vasca del último cuarto del siglo XX no es descubrir nada nuevo. Arzalluz ha sido un líder carismático y, al mismo tiempo, controvertido dentro y fuera del partido. A él, por otro lado, se deben tres de las más graves crisis de la historia de EAJ: la que desembocó en la escisión de 1980 con la salida del “sector sabiniano”, la más grave (y aún no superada del todo) escisión de 1986 y, desde luego, el momento en que se planteó en serio su sucesión.
La salida del partido del sector liderado por Antón Ormaza podría considerarse como una crisis de crecimiento. En apenas tres años, el PNV no solo había renacido de sus cenizas, sino que se había convertido en la primera fuerza política del país.
En la escisión de 1986, al carácter personal del enfrentamiento Arzalluz-Garaikoetxea, hay que sumar el intento de este último por controlar el movimiento nacionalista desde Ajuriaenea, lo que, por cierto, resulta inaceptable.
En 2004, Xabier Arzalluz cumpliría 72 años. Muchos, comenzando por él mismo, pensaban que podía seguir un poco más. Pero, para que esto fuese posible necesitaba el apoyo de la Organización de Bizkaia y era público y notorio del presidente del BBB no gozaba de las simpatías de Arzalluz. El presidente del Euzkadi Buru Batzar no desaprovechaba ocasión alguna para denigrar a Iñigo Urkullu. Yo fui testigo de dos “andanadas” contra el joven burukide, una en el bunker de Sabin Etxea y otra en el Hotel Dómine que me reafirmaron en algo que venía pensando desde hacía tiempo: había que rejuvenecer las estructuras del Partido.
Esto ya lo había hecho Juan Ajuriaguerra en 1973 cuando, comenzando por el mismo, presentaron su dimisión los miembros supervivientes de las Ejecutivas de la inmediata preguerra (Arredondo, Etxeberria, Solaun, Unzueta,…). Sin embargo, los nuevos miembros jóvenes del EBB convencieron a Ajuriaguerra para que siguiese, y lo hizo no sin que se produjesen críticas y resquemores de algunos dimisionarios que se sintieron engañados. Pero, el hecho fue que el rejuvenecimiento de las estructuras del Partido propició ese renacimiento al que nos referíamos antes.
El primer asalto en la lucha sucesoria tendría lugar cuando llegó el momento de elegir candidato para la presidencia de la Diputación Foral de Bizkaia. Al frente de la institución, se encontraba un miembro de la vieja guardia, Josu Bergara, que procedía del aparato del Partido y cumplía su segundo mandato. Rondaba los 70 años y había acordado con el presidente del BBB su retirada. Sin embargo, decidió presentar batalla y enfrentarse al otro candidato, José Luis Bilbao. Desde la presidencia del EBB se movilizaron a favor de Bergara que, finalmente, fue derrotado. Bilbao fue candidato y ganó las elecciones con holgura.
El futuro parecía aclararse. Xabier Arzalluz había anunciado que se retiraría al cumplir su mandato, lo que debía ocurrir en enero de 2004. Siguiendo una regla no escrita –que había servido para el propio Arzalluz-los presidentes de tres de las territoriales (incluyendo las dos más poderosas: Bizkaia y Gipuzkoa) pactaron el nombre de Josu Jon Imaz San Miguel para la presidencia del EBB. Eso sí, previamente, se había preguntado al propio Arzalluz (lo hizo José Antonio Rubalkaba) si quería seguir y decir este que no. No debían tener muy clara la negativa porque, finalmente, presentó su candidatura. Comienza de esta forma un periodo de tensión extrema. Un pulso que, básicamente, tuvo dos protagonistas: Xabier Arzalluz e Iñigo Urkullu.