viernes, 13 de febrero de 2009

La terapia de la verdad

A estas alturas, todos se ha enterado de la aparición del libro de María Antonia Iglesias titulado Memoria de Euskadi. La terapia de la verdad: todos lo cuentan todo. El libro es decepcionante por un sinfín de razones. Y sin contar los bailes de fechas, de nombres, errores de transcripción. Es cierto que la autora puede decir, en el caso de esos bailes, que ella se limita a transcribir lo que le dicen, pero, en el caso de una periodista (no de una taquígrafa), primero debe documentarse y, luego, tener un cierto criterio. El libro está muy poco trabajado, lo que parece una contradicción en un ladrillo de 1326 páginas.
Una de las anécdotas históricas que se repite una y otra vez en el libro, es la reunión de Txiberta (un intento de Monzón y los “milis” de hacer un frente abertzale, más los carlistas de EKA, ante las elecciones de 1977, a las que había que boicotear). Todos los que hablan de este asunto, excepto Txema Montero, lo hacen de oído: desde José Félix Azurmendi a Xabier Arzalluz. No se dice que, primero, que todas las fuerzas políticas, excepto HASI (que se retiró a última hora de Euskadiko Ezkerra) se presentaron a las elecciones, incluidas ANV y ESB (que, un año más tarde, participaron en la fundación de Herri Batasuna), así que los promotores de aquello, como recuerda Montero, se quedaron “colgados de la brocha” (hasta hoy). En la página 1106, se da la impresión de que Mario Onaindia o Juan Mari Bandrés tuvieron algo que ver con la postura de ETA pm en la reunión. Onaindia estaba en la cárcel y, poco después, fue “extrañado” a Bélgica, como recuerda Teo Uriarte y, además, no pintaba nada en ETA pm.
En el texto han un sinfín de baile de nombres que, sobre todo, demuestran, ya no esa falta de documentación, sino profunda ignorancia (¡qué envidia producen sobre todo los periodistas anglosajones, que, antes de comenzar una obra de este pelo, se han leñido hasta lo que ponen los sobres del azucarillo de un bar de Bilbao!). Entre otros, “Antxon” Ariztumuño (por José de Ariztimuño “Aitzol”, sacerdote vasco asesinado por los franquistas), Belloch (por la Abadía de Belloc) , Perez Agua (por Perezagua, fundador del PCE), David Miril (por David Morín, comunista y líder de CC.OO, en los 1960)… Se confunde a Mugika Arregi con Mujika Garmendia,… OAC por HOAC (Hermandad Obrera de Acción Católica), … Se habla de mayoría absoluta en Lekeitio cuando, en las últimas elecciones municipales, la fuerza más votada fue el PNV.
Pero, todo lo anterior no tiene mucha importancia. El libro de María Antonia Iglesia es, en primer lugar, un panegírico del socialismo oficial y, cómo no, un catálogo (eso sí, bien albardado) del antinacionalismo clásico (tan clásico como los viejos libros de Balparda). El PSOE es pactista, generosos, dialogante, de mano tendida, con “otra mirada”… frente a un nacionalismo cascarrabias, faltón, contradictorio, intransigente, “cercado”, comprensivo con la violencia aunque los entrevistados se desgañiten negando este extremo. El PSOE jamás rompió el pacto de frente autonómico de 1977, incumplió el Estatuto de Gernika de 1979, puso en marcha la LOAPA en 1981, no tuvo que ver con los GAL (como mucho, Damborenea), que no incumplió el pacto de Ajuriaenea,… Todo esto, claro, aderezado con mucha “salsa rosa”, mucha mala leche (que confirma lo que me habían contado los colegas que la sufrieron en su etapa de jefa de informativos) y mucha frivolidad. El tratamiento del asesinato de Joseba Pagazaurtundua me parece lamentable. Uno entiende el dolor de una familia, sobre todo el de una madre, y la necesidad de buscar culpables más allá de quienes lo asesinaron. Me queda la misma sensación de cuando leí las memorias de su hermana Maite (“Los Pagaza”, 2004): impotencia y contención.
La mayor parte de lo que se dice en el libro se puede leer en las memorias de Garaikoetxea, Arzaluz (Así fue), Recalde (Fe de vida), Pagazartundua (Los Pagaza), Rosa Díez (Merece la pena), Txiki Benegas (Una propuesta de paz, Diario de una tregua),… En estos, por lo menos, los nombres están bien transcritos.
Llama la atención que, en este libro, se obvien (además de la gente de Batasuna) aportaciones de Eguiguren, Zabaleta e Itxaso, entre los socialistas, o de Román Sudupe (que fue presidente del EBB), aunque, a final, de lo que se trata es que Patxi López cuente con otro elemento más que le ayude en su campaña. En esto el libro es bueno.

domingo, 8 de febrero de 2009

Las ideas del PNV

En la década de los 30 del siglo XX, el mundo se debatía en lo que algunos llamaban “guerra civil intelectual”. Se enfrentaban dos totalitarismos. El fascismo, por un lado, y el comunismo, por otro. Además, no se daba elección: si no estabas con el comunismo eras fascista y, por el contrario, eras comunista si no apoyabas al fascismo. Surgió una tercera vía, democrática, contraria a cualquier idea totalitaria. Es lo que algunos llamaron izquierda católica y, de forma más amplia, Democracia Cristiana. Este movimiento tiene un profundo contenido social. Era asimismo una vía entre la economía planificada y el liberalismo económico. Sobre ambas bases, se reconstruyó la Europa arrasada por la guerra, se sentaron las bases de eso que hoy se llama “estado de bienestar” y se pusieron los cimientos de la Unión Europea: Van Zeeland, Adenauer, De Gasperi, Schummann,… con los grandes teóricos de este movimiento: Sturzo o Maritain son las referencias esenciales de este proceso histórico.
A partir de 1931, el diario Euzkadi, vinculado al PNV, comienza a publicar su “Página social” a través de la cual comienzan a difundirse esas ideas demócrata-cristianas. Entre sus colaboradores más asiduos dos sacerdotes. Alberto Onaindia y José de Ariztimuño “Aitzol”. En 1933, el ELA-STV se adhería a la Confederación Internacional de Sindicatos Cristianos (CISC), luego, Confederación Mundial del Trabajo (CMT), a la que perteneció hasta su fusión con la Confederación Internacional de Organizaciones Sindicales Libres (CIOSL) en 2005. Del mismo modo, destacados miembros de las nuevas generaciones del PNV (Aguirre, Jauregui, Basaldua,…) fueron activos en la Agrupación Vasca de Acción Social Cristiana (AVASC).
Las relaciones con los demócrata-cristianos europeos se hacen más estrechas a partir de la guerra civil. De nuevo, había que tomar partido: o por Stalin, o por Franco. De nuevo, se optó por la democracia. Las atrocidades franquistas, el bombardeo de Gernika, la ejecución de sacerdotes católicos vascos por los “cruzados” (entre ellos un hermano de Onaindia y el propio Aitzol) dieron lugar a importante movimiento de solidaridad con los vascos demócratas. Esas relaciones, además, se hicieron más intensas en el exilio: porque franceses, belgas, holandeses, checos o polacos que habían seguido a austriacos, italianos,… y, por supuesto, a los vascos.
Durante los años de la guerra mundial, los exiliados del PNV en las Américas jugaron un papel protagonista en la difusión de las ideas demócrata-cristianas (“de Maritain”, se decía entonces) en unos años, en los que la Jerarquía latinoamericana era mayoritariamente pro-eje. Colaboraron (y trabajaron profesionalmente) con Orden Cristiano, La Revista Belga, Ambos Mundos… José Antonio de Aguirre realizó una gira por el continente con ese fin. En Nueva York, frecuentó a Sturzo, Maritain, Vignaux, Van Cawlaert, Coudenhove-Kalergi,… Mientras tanto en Londres, a través de Alberto Onaindia (que colabora con Sturzo y Veraart) en la Unión Internacional Cristiano Demócrata. Las gentes del PNV trabajaron codo con codo con aquellos que debían reconstruir la Europa de la postguerra.
El nazifascismo fue derrotado, pero el inicio de la guerra fría, y otras cuestiones, impidió que los Aliados acabasen con la dictadura de Franco (que, en aquellos momentos, se consideraba un mal menor). Las potencias occidentales entregaron media Europa (incluidas, claro Polonia y Checoslovaquia) a la Unión Soviética que impuso en los diferentes países dictaduras títeres. Los vascos demócratas pensaban entonces que, si se derrotaba al comunismo, nada justificaría la persistencia del franquismo.
Asimismo, José Antonio de Aguirre, por un lado, y los dirigentes del PNV, por otro, basaron su estrategia en vincular el futuro de los vascos a un régimen democrático en España (para lo cual, los antifranquistas demócratas deberían permanecer unidos) y, desde el punto de vista de la construcción nacional, se convierte en doctrina lo recogido en la Carta del Atlántico. Los vascos luchaban por pasar de objeto a sujeto de todas y cada una de las decisiones que le afectan. Por otro lado, ya en la década de los 1950, el PNV optaría por las vías democráticas como única forma de construir la nación.
La crisis del comunismo y de fascismo (y de las economías planificadas) y, ahora, la crisis del liberalismo (y de la dictadura del mercado) reviven de las ideas sociales y económicas que han formado parte de la esencia ideológica del PNV y que, en Europa, son el alimento espiritual del estado de bienestar.