domingo, 29 de marzo de 2009

Cómo hemos llegado a ésto (II)

El aro de Chiberta

Me llamó Gorka Agirre para pedirme que asistiese a una mesa redonda en la Biblioteca de Bidebarrieta en Bilbao. El tema era Chiberta o, para ser más preciso, una reflexión sobre lo ocurrido en 1977 cuando Monzón y los milis convocaron a las fuerzas abertzales y a los carlistas para boicotear las primeras elecciones que debían celebrarse después de cuanrenta ños de dictadura militar. Para los impulsores de aquello, la reunión de Chiberta fue un rotundo fracaso. Para la mayoría de los convocados, una anécdota de las tantas que se producían en aquellos días. Referencias a este asunto, aparecen en la tesis de Jokin Apalategi (Los vascos de la nación al estado. Con prólogo de Argala) y en Las Memorias del KAS de Natxo Arregi.
En la Mesa redonda, estuvimos Joseba Egibar y yo, por parte del PNV, José Luis Elkoro y Arnaldo Otegi, por parte de EH. De moderador, actuó Mariano Ferrer. Estaba claro que, en aquel acto, los de EH querían presentar Chiberta como el precedente de Lizarra y, sobre todo, la gran demostración de que los milis siempre habían tenido razón. Las cosas que dijo Otegi sencillamente no eran ciertas. Cuando yo intentaba matizar, José Luis Elkoro me matizaba a mi. Y así pasamos un buen rato. Eso sí. Fue imposible decir nada que se saliese del discurso prediseñado.
Los promotores de Chiberta pretendían, además de boicotear las elecciones (con el pretexto de que no se cumplían las exigencias de la Alternativa KAS, “revitalizar” el Gobierno vasco en el exilio, dando entrada a las organizaciones de KAS y con Telesforo Monzón como lehendakari. Ocurrió que las exigencias básicas de KAS comenzaron a cumplirse en los meses siguientes (la redacción de un estatuto de autonomía, la amnistía total,…). Los milis y EHAS-HASI, como dejó escrito Mario Onaindia, se quedaron “colgados de la brocha”.
Lizarra se vendió a la afiliación del PNV, conmocionada por el asesinato de Miguel Angel Blanco y todo lo que siguió luego, como el colchón que permitiese el aterrizaje de ETA y lograr la paz. El colchón era, claro, un acuerdo entre abertzales que debía extenderse a las demás fuerzas políticas, siguiendo en parte el modelo irlandés.
Al margen de otras consideraciones, en Lizarra, el PNV cedió a EH-Batasuna la iniciativa política y hasta el lenguaje (se generalizó rápidamente la terminología enrevesada de la sociología marxista más trasnochada). Los presión (através de iniciativas cotidianas y disparatadas) de EH-Batasuna en pueblos y ciudades a través de Lizarra-Txiki era insoportable.
Los resultados de la operación no pudieron ser más positivos para la autodenominada izquierda abertzale: estaba logrando minar la hegemonía del PNV en el campo nacionalista. Tanto desde el punto de vista institucional como electoral. En los comicios de 1998 y 1999, lo que avanzaba Euskal Herritarrok, lo retrocedía el PNV. Y era lógico la percepción en muchos era que este último partido había cedido la iniciativa a EH. Eso sí: todo se justificada en el fin supremo de la paz.
Pero esto no era solo lo peor. A principios de 1999, se intensificaron las acciones de kale borroka, mientras trascienden numerosos casos de extorsiones a empresarios (el impuesto revolucionario). Daba la impresión de que el “colchón” de Lizarra se estaba endureciendo.
Cuando algunos comenzamos a pedir explicaciones (yo publiqué el primer artículo crítico a princpios de 1999, lo que constó una reprimenda), se nos dijo (Egibar, en una asamblea del PNV) que Lizarra no era solo la paz. Que era algo más. ¿Chiberta?.