miércoles, 8 de diciembre de 2010

Y , después de ETA, ¿qué?

Leo en estos días cosas curiosas como un artículo en un medio electrónico titulado “Pavor a la izquierda abertzale”. Leyendo el texto y los comentarios que le acompañan tengo la impresión de que algunos viven en Marte. Si uno pasea por Bilbao, por Lekeitio, por Mutriku,… Si se da una vuelta por los campus de Donostia o Gasteiz,… Si hace por conocer cómo y cuándo surgen los industrialdeak y los parques tecnológicos…se dará cuenta que la “izquierda abertzale” no tiene nada que ver con nada de esto (que, además, es lo que, entre otros cosas, ha hecho que en Euskadi el desempleo sea la mitad que la media estatal). Más bien al contrario. Cuando uno ve a un camionero polaco perdido en una rotonda en Lekeitio porque alguien ha borrado el nombre en castellano, uno piensa en que, con el mismo “spray”, se han pintado más abajo “Lekeition lan eta bizi” (¿”trabajar y vivir” en un lugar donde es difícil sacar y meter mercancías?). La izquierda abertzale se ha pasado los últimos treinta y tres años en otra cosa, que, por cierto, nada tenía que ver con aquello que decía la alternativa KAS de “mejora de las condiciones de vida y trabajo del pueblo trabajador vasco”.
Además, el pueblo vasco necesita una explicación. ¿Por qué acepta ahora a la baja lo que no hicieron hace treinta y tres años, y mucho más a la baja, de lo acordado en Loiola?. Es una explicación imprescindible, especialmente porque demasiados quedaron en el camnio.
Y, en el nuevo escenario, ¿qué “pinta” el PNV?. O, mejor dicho: “¿Pinta algo el PNV?”. Por lo que uno lee, en el diseño del “nuevo escenario”, al Partido Nacionalista Vasco se le reserva el papel del mirón en el mus (se calla y da tabaco). Por si fuera poco, en este polo, el “derecho a decidir” se presente como un capítulo más de una estrategia más amplia que pasa por hacerse con la hegemonía del campo abertzale. ¿Para qué?. No se sabe. No conocemos el programa económico (¿cómo piensan Peio Urizar o Rufi Etxeberria crear empleo?).
Ante esta “cosa”, el PNV debe no solo luchar con todas fuerzas por recuperar la hegemonía en el campo abertzale en todos los territorios posibles, sino trabajar para que el adversario no consiga su objetivos (uno de ellos, desplazarle). No solo no deben abrirse rendijas, sino hay que subir la altura del muro. Y estar vigilantes con algunos “amigos”, no vaya a ser que nos metan en el patio de casa el caballo de Troya. Y es que yo (desde la muy lejana década de los 1970) no acabo de fiarme de los “sexteros” (de ETA VI). Esos que sirven para un roto y un descosido. Los veo ocultos tras una careta del Pato Donald o de Mickey Mouse, y eso no puede ser serio.
En los días que siguieron a la escisión, por lo menos en Bizkaia, el PNV activó varias líneas de actuación: la principal, fue la organización. Era una cuestión clave cuando, en algunos municipios, se estuvo al bordo de la extinción. La segunda se concretó en las llamadas “semanas nacionalistas” (que fueron, básicamente, ciclos de conferencias en el que participaron los máximos dirigente del nacionalismo en JEL) y, luego, otra serie de actividades dirigidas a motivar a la militancia propia (como el Jator Eguna, inspirado en Lea Artibai por el escritor Augustin Zubikarai) o el Euskararen Eguna, con , por ejemplo, un intenso homenaje a los euskaltzales de Elantxobe: Gorgonio de Renteria, Ogoñope, Andima Ibinagabeitia, Imanol Berriatua… En su inmensa mayoría (con la excepción del franciscano Berriatua), vinculados al PNV: Renteria fue presidente del EBB, el periodista Ogoñope dirigió la Junta Extraterritorial de México. Se trataba de “marcar territorio” en circunstancias muy difíciles. Fue un trabajo duro que, con todo los matices que se quiera, dio sus resultados. Y, así, por ejemplo, en Bizkaia, solo resta abrir las puertas del Partido a los miembros de EA. Sin condiciones, ni reproches.
Los resultados de intentos de polo soberanista en Catalunya ha sido desastrosos. La Esquerra (ERC), que quería sustituir a CiU, entregó el Gobierno al PSOE y este, acompañada de la propia ERC y de IU, ha sido incapaces de resituar al país, colocándolo en una coyuntura económica inédita. Eso sí, era “de izquierda”. Al final, los catalanes han optado por el nacionalismo que se ocupa del desarrollo económico, de la creación de empleo y del bienestar de los ciudadanos. “Primum vivere, deinde philosophare”.
La construcción nacional desde el progreso económico y social es, siempre, mucho más sólido que cualquier otra opción. La buena administración de la hacienda, sirve para el caserío, para un ayuntamiento…y para un país. Y esto no es cuestión de derechas o izquierdas. Bloomberg (en un artículo firmado por Vernon Silver y Charles Penty) se ha mostrado recientemente muy crítico con la gestión económica de PP en la época Aznar (especialmente con Rodrigo Rato). Dicen que el PP “no supo aprovechar los buenos tiempos para llevar a cabo reformas estructurales en la economía española” y limitar su dependencia del turismo y la construcción”.
En estos momentos, los ciudadanos quieren saber cosas más sencillas: si van a tener empleo el mes que viene, si van a poder pagar los salarios, si recibirán atención sanitaria cerca de su casa o a cincuenta kilómetros, cómo pagaran la hipoteca, si cobrarán una pensión, cómo serán la ciudades y pueblos y ciudades que dejemos a nuestros hijos,… Y, para atender este tipo de cuestiones, ni un “frente abertzale”, ni un política de izquierda clásica (tampoco una política neoliberal) tienen las respuestas. Además, visto lo visto, tampoco serían capaces de vincular la economía vasca a aquellas economías que resisten mejor los ciclos de crisis, con tasas de paro inferiores al 8 por ciento (entre el 6.8 alemán y el 8 belga).
El PNV debe afrontar el tiempo post-ETA desde tres premisas: la consolidación de un proyecto autónomo (sin mirar a unos y otros), la prosperidad económica (desde la justicia social) y la profundización del autogobierno en un proceso constante, agotando todos los recursos legales que el sistema permite: completar el 100 por 100 del Estatuto (tal y como se aprobó en 1979) y la actualización general del régimen foral nos llevaría a una situación cercana a las vísperas de la ley abolitoria de 25 de octubre de 1839.
Por cierto, todo lo anterior forma parte de un sistema que la “I.A.” dice estar dispuesta a aceptar. Treinta y tres años después, pero…finalmente, han optado por convertirse en una fuerza vulgar.

domingo, 19 de septiembre de 2010

ASPIRACION ULTIMA y MARCO DE CONVIVENCIA

La aspiración última del nacionalismo es conseguir que el Pueblo Vasco sea sujeto (y no objeto) de todas y cada una de las decisiones que le afectan. Pero, esta aspiración puede ser asumida sin dificultades por quienes no se consideran nacionalistas. ¿Qué ciudadano desprecia ser sujeto de aquello que le afecta?. ¿Qué los demás no decidan por él. Los vascos tenemos, en estos momentos, dos instrumentos (mejores o peores) para avanzar en el autogobierno: el Estatuto de Autonomía (en el caso de la CAPV) y la foralidad plena. Dos mínimos en los que podrían estar de acuerdo nacionalistas vascos y constitucionalistas españoles.
Pongamos algún ejemplo: ¿quién preferiría que le gestionase las pensiones un vasco socialista de la Margen Izquierda?. ¿Por qué no se hace una encuesta?. Por otro lado, simultáneamente (y además) al debate sobre otras cuestiones, la plena autonomía constitucional permitiría adecuar el sistema de la financiación de las pensiones a la realidad económica actual (el envejecimiento de la población y la globalización de la producción). Se trataría de establecer recursos financieros y fiscales en un fondo siguiendo el ejemplo noruego. El Artículo 18.2 b del Estatuto de Autonomía establece claramente que “Corresponde (a la Comunidad Autónoma del País Vasco) la gestión del régimen económico de la Seguridad Social”. La mitificación constitucionalista de la “caja única” (que no afecta, por ejemplo, a políticos o militares) dificultaría, sin duda, el traspaso de esta competencia. Por el contrario, se pueden establecer fondos forales de garantía social que, por un lado, sirvan para financiar servicios sociales y, por otro, como complemento de las pensiones. La dotación de estos fondos tendría un carácter mixto: a través de un impuesto y, por otro lado, de aportaciones individuales.
Desde hace muchos años (demasiados), el Tribunal Constitucional es una tercera cámara política. Sorprende que sus decisiones sobre cuestiones que afectan a la ley orgánica 3/1979 (Estatuto de Gernika) no tengan en cuenta algo que parece una verdad de Pero Grullo. Si quienes redactaron las Constitución de 1978 fueron los mismo que aprobaron, meses más tarde, el Estatuto de Autonomía, ¿no se dieron cuenta que esta última ley contradecía preceptos de la Carta Magna?. ¿Por qué todo el mundo comenzó a darse cuenta de cuestiones “irrenunciables” a partir del fracaso de la LOAPA?. Algunos textos sobre la “caja única” emitidos por el T.C. se basan, por cierto, en una “transitoria” de la Constitución. Por cierto, en estos días que se habla de la modificación de la L.O. del Poder Judicial (ley Ledesma) para adaptar esta norma al Estatuto catalán, era una buena oportunidad para recuperar la competencia estatutaria “laminada” por la citada ley.
El segundo elemento para avanzar en el autogobierno es la foralidad. Herrero de Miñón y Lluch dejaron escrito que “los Derechos históricos no son una reliquia arqueológica, más o menos curiosa, ni un concepto político(…) son una categoría jurídica positivizada por las cláusula definitoria contenida en la Disposición Adicional Primera de la Constitución. Esto es la norma suprema a la que están sujetos todos los ciudadanos y los poderes públicos, según su art. 9.1, puesto que carecería de sentido predicar de toda la Constitución y sobre la base del citado artículo su pleno y completo carácter normativo y excluir del mismo la Adicional Primera”.
Los constitucionalistas españoles deberían ser, por principio, los más interesados en que se cumplan sus propias normas, y, por supuesto, aquellos acuerdos parlamentarios que, con su apoyo “interpretaban” de forma amplia y plural el Estatuto.
Hay una buena base legal de convivencia. Para los nacionalistas vascos, todo lo que sea ser sujeto único de decisión en lo que les afecta (por ejemplo, la gestión de las políticas activas de empleo) supone un paso adelante. Seguramente, no es suficiente. Para los otros, motivo de alegría, porque se cumple la ley.
Sin embargo, no hay razones especiales para el optimismo. Han transcurrido treinta y un años desde que se aprobó el Estatuto de Autonomía y, antes de que naciese, ya comenzaron los recortes. Recordemos que el texto autonómico consensuado por los partidos en Euzkadi fue “lijado” en Madrid por Fernando Abril-Martorell y Alfonso Guerra. ¿Cómo no se habrían dado cuenta de “lo de la Seguridad Social”?. ¿Aceptaría el nacionalismo vasco mayoritario, sin renunciar a lo que dice la Disposición Adicional del Estatuto de Gernika, establecer un marco de convivencia basado en la plenitud estatutaria y en la actualización de los derechos históricos reconocidos en la Constitución de 1978?. ¿Y los constitucionalistas?. ¿Acabarán reconociendo el “hecho diferencial vasco” que es, no se olvide, un “hecho” constitucional?.

jueves, 16 de septiembre de 2010

Reflexión sobre nuestros errores

Dos de los momentos más duros que me ha tocado vivir fueron los asesinatos de Gregorio Ordoñez y de Miguel Ángel Blanco. La noticia del primero me sorprendió en la redacción de Deia, en Bolueta. No había explicación posible. Cuando alguien trató de analizar lo sucedido, salí de la sala. Ordoñez, que no me caía bien por su forma de manejarse, era un representante del Pueblo Vasco. En este caso, de los ciudadanos de Donostia.
No había análisis posible: era un crimen execrable y cruel que también me afectaba a mi de forma directa. Lo de Miguel Ángel Blanco fue aún peor. Envié un carta a los medios (solo apareció en El Correo). Recordaba que mi tío, Domingo San Sebastián Lapeyra, coadjutor-organista de la parroquia de Ermua, junto con el vicario, don Críspulo Salaberria, había salvado la vida gracias a la intervención de algunos (pocos) carlistas ermuarras. Así, de dos condenas a muerte que pedía el fiscal militar, se pasó a 25 años de destierro en Asturias.
Surgió el “espíritu de Ermua” que, básicamente, envolvió a una de las campañas más brutales contra el PNV. Jon Juaristi llegó a escribir que el responsable del asesinato de Blanco Garrido había sido Sabino Arana. Yo me había criado en “otro espíritu de Ermua”. Don Críspulo y don Domingo dedicaron los meses de la guerra a proteger a las gentes de derechas (ocultándolos en caseríos de confianza). Cuando entraron los requetés y comenzó la represión, mi tío, desde el púlpito, recordó el Evangelio y que Jesús, ante la ofensa, ponía la otra mejilla. No le dejaron acabar la Misa. Lo bajaron de mala manera del púlpito y se lo llevaron.
Primero estuvo en el Carmelo y, a tener petición de pena de muerte, lo trasladaron a Larrínaga. De allí, a Asturias –pudo ir a Cuba donde un primo, Segundo Cazalis, le había conseguido acomodo- junto a otros curas vascos (iban a sustituir a los fusilados por los republicanos). Su testimonio se encuentra, por cierto en los archivos del Vaticano (fue localizado por Iñaki Goiogana). En Asturias, hizo amistad con numerosos socialistas (como él, del bando “perdedor”) y se dedicó con todas sus fuerzas a ayudar a los más desfavorecidos. Primero, a los derrotados y, luego, a los primeros inmigrantes que llegaban a trabajar en Ensidesa. Regresó a Lekeitio y, siguió, como era norma, haciendo el bien, siendo consecuente con el Evangelio. Así que, cuando un día la Guardia Civil de Ondarroa, en plena dictadura, pidió un cura para decir Misa el día de la Patrona, al negarse a hacerlo los curas del pueblo, mi tío no lo dudó. “No se le niega a nadie la Palabra”, y fue. No se quedó a los “pintxos” pero los guardias tuvieron la Misa como Dios Manda. Y él era uno más. Es cierto que luego uno tiene que leer “La Tribu Atribulada” y la sucesión de idioteces que aparecen en esta cosa de Juaristi (aquí erró).
Pues eso. Tras el asesinato de Miguel Ángel Blanco, muchos estaban convencidos que había llegado el momento de ajustarle las cuentas al PNV. Comenzó una campaña en la que, cada vez que aparecían las siglas de ETA, a continuación le seguían las del PNV. Lo que dio lugar un encontronazo con Patxo Unzueta. Algunos se asustaron. Desde los días de la escisión, no antes, se vendía la especie de lo único que nos separaba de ETA (y HB) eran los medios. Otros recordaban que, en Israel, los terroristas del Irgun (los que volaron el Hotel Rey David de Jerusalén) no solo acabaron en el Gobierno, si no que a uno de ellos, Menahem Begin, le dieron el Premio Nobel de la Paz. Incluso alguno estaba convencido que el “secante” posible de ETA era el Partido. Y, por supuesto, los defensores del “caladero de votos” (quienes defendían que nuestros votos estaban en los “descontentos” de la autodenominada “izquierda abertzale”). Participé en una reunión durísima en el batzoki de Gernika. Durante la misma, descubrí el temple de Iñigo Urkullu.
Luego, tras el calvario que siguió a la ruptura de la tregua, quedó claro que, con un mensaje firme frente a cualquier tipo de violencia (sin matices), deberíamos preocuparnos no tanto de ETA (derrotada social y electoralmente) sino quienes constituían el principal obstáculo para el autogobierno. Es decir, el llamado ya “constitucionalismo”: el PSOE y el PP. En mayo de 2001, el Estatuto de Autonomía seguía incumplido en partes esenciales. Y los responsables eran, precisamente, quienes Paco Llera caracteriza como “autonomistas”. Son aquellos siguen sin darse cuenta que en la raíz del problema vasco está en la enfermiza incapacidad del Estado español de cumplir sus propias leyes. No se cumplieron las leyes abolitorias de 1839, de 1876, la paccionada de 1841 y, por supuesto, la ley orgánica 3/1979 (el Estatuto de Gernika). Sorprende escuchar a Rajoy advirtiendo a Rodríguez Zapatero sobre transferir unas competencias recogidas en una ley orgánica. O la supina ignorancia de muchos “tertulianos” que agitan el espantajo de la “caja única”. Traté de resumir ambas cuestiones en un artículo y, casi inmediatamente, aparecieron exégetas y analistas que no acertaron ni una. Me sorprendió bastante las “conclusiones” que obtenía de mis palabras Gregorio Morán en su prólogo-“me había equivocado”- a la reedición de su librito (así lo calificaba en su “Testamento vasco”) Los españoles que dejaron de serlo.
En los últimos veinticinco años, el PNV ha cometido muchos errores (¿quién no los comete?). El primero (y más grave) fue mantener tras la escisión una estrategia de complementariedad. Esto es especialmente claro en Gipuzkoa. Para concentrarse tanto en la gestión como en otras cuestiones de índole diversa, se renunciaba a ocupar espacios de poder, ciudadanos, etc. Porque ya estaban asegurados por “abertzales” (autodenominados “abertzales”). Lo que, en un primer momento, podría explicarse por la dureza con que golpeó la escisión en este territorio, se convirtió en norma y, hoy, es una especie de déjà vu.
Relacionado con el anterior, el segundo error es (ha sido) el de mirar constantemente a lo que pueda hacer la denominada “izquierda abertzale” y, sobre todo, insistir en la acumulación de fuerzas (que acaban desdibujando el mensaje político: el PNV no es solo un partido abertzale. También es un partido democrático y social-cristiano, si quiere) frente a la acumulación de votos. Y esa fue la gran lección del 13 de mayo de 2001. Frente al terrorismo etarra, por un lado, y la ofensiva del “espíritu (revanchista) de Ermua”, se respondió (y se derrotó a unos y otros, incluidos los poderosos medios de comunicación de la época) con votos.
El tercer error tienen que ver, por un lado, con los personalismos (especialmente, los que arrastran a muchos, en ocasiones sin convicción, otras veces por ignorancia). Si se piden explicaciones, por ejemplo, la cosa acaba en “lo personal”. El libro de Imanol Murua (Loiolako Hegiak) sobre la última tregua y negociaciones ha dejado cuestiones sobre la mesa que alguien deberá aclarar algún día. Por ejemplo, cual era el valor auténtico de los tres votos de Batasuna al llamado “plan Ibarretxe”. ¿Por qué se puso en marcha ese proceso (el del Nuevo Estatuto) estando en marcha el “de Loiola”?.
Pero, en estos momentos, resultaría suicida volver a las andadas tras la filípica de los tres encapuchados en la BBC. ETA militar y Batasuna tienen que ver como solucionan la cosa. Y va a ser complicado. A los primeros, solo les queda negociar armas por presos. A los segundos, sino los “milis” no para siempre, deberán optar por la ruptura y la marginalidad. Y aún así, incluso si rompen, van a tener que aprender a hacer política, y les llevará tiempo porque llevan un retraso de treinta y tres años y cuatro meses.
El cuarto error tiene que ver con la fragmentación interna. De ahí la importancia de la reunificación del PNV. Una tarea que no puede ser demorada.
La vuelta de Batasuna no abre para el PNV ningún escenario especial. No debería abrirlo. Batasuna, HB, EH,… ya ha participado (durante muchos años) en el juego político y, hoy por hoy, no parece una fuerza capaz de solucionar problemas esenciales del país: desde la recuperación económica, creación de empleo y nuevas empresas, diversificación de mercados, impulso a la iniciativa privada y la inversión,…mejorar las condiciones de vida y trabajo,… Las ocurrencias de Txelui Moreno van más dirigidas a motivar a su parroquia que a otra cosa. Como ocurriera en 1977, el PNV –un partido reforzado por la reunificación- debe optar por seguir su propio camino, sabiendo, además, que las “izquierdas abertzales” acaban basculando, antes o después en la “izquierdas”: Cataluña o Donostia son buenos ejemplos.
Treinta y tres años y cuatro meses debe habernos servido para aprender sobre todo una lección: que los “malos” no fueron Gregorio Ordóñez o Blanco

EL PNV DEBE REUNIFICARSE CUANTO ANTES

¿Por qué no se reunifica el Partido Nacionalista Vasco?. ¿Qué se lo impide?. ¿Compensa el mantener siglas y divisiones en torno a una misma idea?. ¿Cuál el problema?. ¿Sería grave plantear una reunificación?. Yo creo que ha llegado el momento en plantear esa reunificación. Hacerlo en serio. Recuperar el impulso de los 70 y el espacio de los 80. Solo se necesitan unas dosis de generosidad, patriotismo, realismo y querer. Y quien no quiera, deberá explicarlo, mucho y bien.
Durante las últimas semanas, he hablado con mucha gente. Con aquellos que, por edad, sufrieron los días de la escisión (por ambas partes). Con otros más jóvenes. Les he hablado de este artículo y las ha parecido que es el mejor momento. También he contactado con colegas que siguen desde hace años la actualidad política y casi todos (no todos) han reconocido que la tesis “hay votantes de EA que nunca votarían al PNV” no se sostiene. Y no solo eso, hay quien asegura que los principales defensores de esta teoría son dirigentes del PNV. Es algo que yo cuestiono, pero que está ahí.
Andoni Ortuzar, con razón, señalaba que, en posibles acuerdos electorales, habría que medir la representación de cada cual (se refería en esta caso a H1). Pero, en una reunificación orgánica, además de la representación institucional, están los afiliados. Combinando ambas cuestiones, debería iniciarse un proceso que debe desembocar en una Asamblea General de reunificación. Por ejemplo, el modelo de proceso que desembocó en la Asamblea de Bergara de 1930 en la que se reunificaron la Comunión Nacionalista y el Partido Nacionalista tras una escisión que duró casi una década. Aunque no se evitó el nacimiento de Acción Nacionalista Vasca, ni algunas veleidades por parte de minorías (como las agrupadas en torno a “Jagi-Jagi”), el nacionalismo unido inició una etapa de desarrollo sin precedentes, convirtiéndose en eje de la política vasca al final del periodo republicano (1936).
En 1977, se produjo un fenómeno inesperado (para muchos). Por un lado, funcionó la “memoria histórica”. Por otro lado, los partidos “históricos” habían renovado su dirección y su discurso. Aparentemente, el franquismo se evaporó mientras que partidos y organizaciones que habían jugado su papel protagonista durante la dictadura pasaron a un segundo plano (quedando, incluso, al borde de la extinción).
El PNV, uno de esos partidos históricos, había actualizado sus planteamientos políticos y, al mismo tiempo, rejuvenecido sus cuadros dirigentes. Y eso le convirtió en la fuerza hegemónica en el campo político y social, e indispensable en la actividad democrática. ¿A quién benefició (beneficia) la escisión?.
El PNV debe olvidarse de pescar en no-se-qué caladeros para crecer. Puede aspirar a los máximo pescando en su propio caladero. Ese caladero troceado y poco cuidado. Debe dejar de escuchar cantos de sirena del tipo: “¿Para qué queremos reunificarnos, para ser un CiU?. Para algunos, solo valen uniones estratégicas con determinadas fuerzas cuya finalidad (confesada) es acabar con el Partido. Tengo la impresión que, para algunos de entre nosotros, no interesa nada un partido fuerte, unido y presente en los pueblos y aldeas del País.
Seguramente, los expertos en reglamentos pondrá todo tipo de objeciones, pero, como primer paso, dejaría sin efecto todas y cada una de las medidas disciplinarias tomadas por las diferentes instancias desde 1977 hasta hoy. De la misma forma, invitaría al próximo Alderdi Eguna a los dirigentes del Partido expulsados o “disueltos”. Y si no viven, pues a sus familias. Por citar a algunos más cercanos: ¿no pasarían un buen rato en Foronda Antón Ormaza, la familia de Sabin Zubiri, Jon Castañares, los Oregi,…?.
A estas alturas, los ciudadanos, más que uniones “estratégicas” o “frentes” de cualquier pelo, quieren partidos sólidos, con gente preparada, con ideas capaces de sacar adelante los problemas de cada día y dar respuesta a las aspiraciones (las que fuesen) de sus ciudadanos.
El Partido Nacionalista Vasco-Euzko Alderdi Jeltzalea debe reunifircarse hoy mejor que mañana.

domingo, 7 de marzo de 2010

Bilbao y las tierras vascas

Hace unos días leí unas declaraciones del alcalde Odón Elorza en las que, para justificar el que no se invirtiese en el Guggenhein Urdaibai y sí en los proyectos de su ciudad, apelaba al “sentido de país” de los demás, que deberían renunciar a los suyos (proyectos), alimentando una especie de agravio provincialista sin especial sentido en los tiempos que corren. Sin embargo, está demostrado que, si a Bilbao le va bien, también le va bien a Donostia y a lo que Dana Facaros y Michael Pauls autores de la guía Cadogan llaman “tierras vascas”. Parace claro, además, que, en los tiempos que corren, resulta más rentable concentrar la inversión en grandes proyectos que fragmentarlos en iniciativas de interés local. Y, guste o no a don Odón, donde, a pesar de todo, hay más recursos económicos y financieros, es precisamente en Bilbao.
Desde el punto de vista económico, las “sugerencias” de Elorza presentan cuestiones matizables. Por ejemplo, no hay que olvidar que Bizkaia aporta al Producto Interior Bruto (PIB) de la Comunidad Autónoma del Pais Vasco más del 50 % (50,8) frente al 32,3 % de Gipuzkoa. Gipuzkoa –y, sobre todo, la capital de este último territorio- recibe cantidades importantes de recursos públicos (autonómicos)para actividades y recursos culturales diversos: desde el Festival de Cine, la Orquesta Sinfónica de Euskadi, la Quincena, la Filmoteca, el Festival de Jazz, Tabacalera, San Telmo, Biblioteca Nacional… Sería interesante conocer, por un lado, la aportación de todos estos elementos al PIB vasco (sí se conoce lo que aportan el Guggenhein o el Euskalduna) y cuánto dinero “vizcaino” se va a la financiación de actividades e infraestructuras culturales en Donostia. Sin embargo, esta no es la cuestión.
Yo, que no tengo antepasados bilbainos y sí un bisabuelo donostiarra y solía cantar aquello de “No somos de Bilbao, ni puta falta que hace…”, estoy convencido que el futuro de las tierras vascas pasa por convertir a Bilbao, su Río y su hinterland en el eje y referencia cultural, social y económico (ya lo es desde el punto de vista urbanístico) del Arco Atlántico entre Brest y Oporto. Para ello, no solo es vital la ampliación del Guggenhein a Urdabai, sino que, en el medio plazo (una década), hay que ampliar el excepcional Museo de Bellas Artes y comenzar a pensar en el Tercer Museo (¿porque no la franquicia del Hermitage de San Petersburgo en Zorrozaurre?). Esto habría que vincularlo a ocho bienales (cuatro más cuatro) de gran “tirón” internacional. Todo lo anterior debería complementarse con un Jardín Botánico en la Margen Izquierda (¿Sestao?)siguiendo el modelo de la Glass House de Norman Foster.
Bilbao debe convertirse en ciudad universitaria (ya no del estilo de Santiago, Salamanca o Valladolid, sino de grandes capitales europeas). Sería muy importante crear un entorno atractivo, con residencias, apartamentos asequibles, … que lo conviertan en un punto de referencia y encuentro de la ciudad. No solo para estudiantes, también para visitantes. Todo es rentabilizable.
La industria, la innovación y la investigación son elementos esenciales: el impulso de sinergias entre los parques tecnológicos, el nuevo Campus de San Mamés (que debería ampliar sus especialidades, por ejemplo a Ingeniería Naval), el Automotive Intelligence Center,… invitando a centros e investigadores, de Bretaña, Aquitania, Norte de Portugal,…ayudaría a lanzar al conjunto del Arco Atlántico.
A uno le molesta bastante que el primer edil donostiarra afirme sin despeinarse (perdón por el chiste) que “el país no puede permitirse tantos lujos”, refiriéndose al proyecto de Bizkaia, cuando en la misma información habla del Museo San Telmo y de la Casa de la Paz en el Palacio de Ayete(es cierto que esta última, parece, se financiará única y exclusivamente con recursos donostiarras) que no son “lujos” (esto se parece mucho al chiste, esta vez si, de la moto del comunista: todo es de todos menos la moto que “es mia”).
Bilbao, su ría y su hiterland no pueden detenerse ahora (mucho menos, ahora). De que siga adelante, dependen del futuro de las tierras vascas (incluida Donostia) y, seguramente, del Eje Atlántico. Uno no puede detenerse por localismos trasnochados con gotas de resentimiento. Estaríamos perdidos. A uno, que ni siquiera vive en Bilbao, no le importaría escuchar de los regidores de la ciudad (incluido a algún correligionario) en que nació el bisabuelo Domingo (San Sebastián, por supuesto)todo lo que ha les ha beneficiado la regeneración de Bilbao.

viernes, 22 de enero de 2010

Un suelo para convivir

El País lleva un tiempo convulso. Si hacemos caso al Euskobarómetro, la crispación es mayor ahora que con “el Gobierno anterior”. Y, por lo visto, esa crispación no tiene mucho que ver con la cuestión terrorista. Sobre esta asunto dice el EB: “A ese 67 % que percibe mayoritariamente un aumento de la crispación en su entorno,le hemos vuelto a preguntar por las causas. Se mantiene muy estable el diagnóstico ciudadano y entre las causas a los que ellos atribuyen esta situación de crispación social vuelven a destacar: en primer lugar, para la mayoría (48 %) el desacuerdo entre nacionalistas y no nacionalistas. La actitud de los partidos autonomistas (que es como Llera define a los constitucionalistas) sigue ocupando la segunda posición para algo más de uno de cada diez vascos (12 %), sobre todo nacionalistas (21 %). En tercer lugar, para algo menos de uno de cada diez lo es el frente nacionalista (4 %), sobre todo entre el electorado popular (23 %) y socialista (10 %)”.
Pasados treinta años de la aprobación de un estatuto de autonomía – que fue un contrato entre vascos- que debía facilitar el encaje vasco en el sistema constitucional español, su cumplimiento escrupuloso sigue pendiente, y no parece que la actual mayoría parlamentaria tenga ni la capacidad ni las ganas de cerrar un proceso que se ha dilatado en exceso en el tiempo. En estos momentos, la voluntad autonomista del PP y del PSE-PSOE-EE debería pasar la prueba “del algodón”, reclamando, no solo las transferencia de las competencias de empleo –activas y pasivas- también lo dispuesto en el Artículo 18.2.b (es decir la gestión del régimen económico de la Seguridad Social). Y aún así sería insuficiente. Hay otras competencias acordadas en 1979 para cuyo traspaso hoy habría que modificar las leyes orgánicas y de bases que desfiguran la ley orgánica 3/1979 –ya no como se pactó, sino como se aprobó-, recordando, una vez más, que es una ley de mínimos. Y, de nuevo, no sería suficiente, ya que, 31 años después, está pendiente la actualización de los derechos históricos reconocidos por la Disposición Adicional Primera de la Constitución. Todo ello si podría asentar un punto de partida para un diálogo entre nacionalistas vascos y constitucionalistas (que es lo que quieren los ciudadanos). Y , para este arranque, basta con el cumplimiento escrupuloso de dos leyes españolas: el Estatuto completado hasta el detalle y la reintegración foral plena (con todos los “sin perjuicios” que se quieran). Si un día desaparece el terrorismo, los instrumentos que garantizan los mínimos existen, pero hay que reactivarlos (en algunos casos, activarlos por primera vez).
Desgraciadamente, hasta la fecha (ni siquiera en el acto del Euskalduna del sábado), no solamente no hemos escuchado un compromiso firme con todo el articulado de la ley orgánica 3/1979, sino que, además, se despachan cuestiones esenciales desviándolas hacia la cantilena repetida una y otra vez: “esa es una interpretación nacionalista”. Y yo me pregunto, por seguir las definiciones de Llera Ramos, ¿cómo sería la interpretación “autonomista” de “corresponde (a la CAPV) la gestión del régimen económico de la Seguridad Social”?. Sería bueno que el lehendakari se pronunciase sobre este artículo concreto y sobre la interpretación unitaria que del Estatuto hicieron los partidos vascos en un lejano 1995.
Como se ha escrito y dicho en numerosas ocasiones, el llamado conflicto vasco tiene su origen en la incapacidad del Estado español de cumplir sus propias leyes: las abolitorias de 1839 y 1876, … la Constitución de 1978 o el estatuto de Gernika de 1979. Desde Cánovas del Castillo hasta Rodriguez Zapatero los jefes del Gobierno central han venido, bien conculcando, bien obviando esas leyes.
Ya existe un contrato entre vascos. Se firmó en 1979. Solo hace falta cumplirlo en su integridad. Por lo que se refiere, a las relaciones con España, bastaría con la activación de los derechos historicos de la territorios forales en todos y cada uno de los aspectos que no afecten a la “unidad constitucional”. Pero, esto es demasiado facil, así que ni siquiera se intentará. Además, nadia tiene que renunciar a nada. Los “autonomistas” –según la definición de Llera- trabajarán por TODO el Estatuto y TODA la Constitución. Los nacionalistas por conseguir que los vascos sean sujeto (y no objeto) de todas y cada una de las decisiones que le afecten, que no es más que seguir lo que dice la Disposición Adicional de la ley orgánica 3/1979.
Parace claro que los “autonomistas” no tienen intención de cumplir el contrato de 1979. Por otro lado, mientras los vascos no asumamos que no podemos imponer a otros vascos lo que nosotros somos o queremos ser, la solución al conflicto se alargará en el tiempo: el “no imponer, no impedir” cobra en estos días vigencia. Si no está bien que la mayoría imponga a la minoría su visión de las cosas, es mucho peor que la minoría exija a la mayoría compromisos con cosas en la que, no solo no creen, sino que, en muchos casos, rechazan. El verdadero cambio vendrá cuando aquí uno pueda ser solo español o solo vasco sin que uno intenten imponer su ser al otro.