domingo, 3 de mayo de 2009

El PNV en la oposición

El PNV está en la oposición. Fracisco J. Llera afirmaba en una entrevista publicada en el diario El Comercio, de Gijón, que este hecho se había producido porque “la sociedad vasca ha dado su apoyo mayoritario a un Gobierno autonomista”. Y esto no es cierto. La respuesta correcta es que “el Parlamento vasco ha dado un apoyo mayoritario” al pacto constitucionalista para desalojar a la mayoría nacionalista. Pero, bueno, esa va a ser la tónica del análisis académico en los próximos meses. El antinacionalismo no es nuevo se remonta a los tiempos de Balparda.
En estos momentos, el balance de 30 años de gobierno es más que positivo. Si el PSOE y PP son decididos autonomistas (si hacemos caso a la clasificación del profesor Llera Ramos), este es un logro del PNV. No es seguro que lo sean al 100 por 100 (el Estatuto está incumplido en partes esenciales). Y, si hoy estas fuerzas se declaran automistas es, como recuerdan Unzueta y Barbería (Cómo hemos llegado a esto) porque hay nacionalismo. El antiautonomismo (Rosa Diez) es insignificante. Así que se ha establecido un suelo mínimo que está mucho más alto que en 1936 o en 1976.
El Partido Nacionalista Vasco es ya la única fuerza que, desde 1936, y, salvo el periodo 1980-1986, ha gobernado siempre con diferentes. Gobernó con el PSOE entre 1936 y 1979 y, luego, entre 1986 y 1997, año en el que los socialistas (como recuerda Rosa Diez en el libro de Maria Antonia Iglesias) abandonaron el tripartito que presidía José Antonio Ardanza. Luego, gobernó con Izquierda Unida, al igual que, en estos momentos, está haciendo el PSOE en Asturias, Baleares o Catalunya.
Pero, además, el PNV ha logrado batir el récord de ser la fuerza más votada en unas elecciones autonómicas desde que se aprobó el Estatuto de Gernika, record que, hasta ahora, nadie ha logrado romper.
No es este, desde luego, el peor momento de la historia de EAJ. Desde mi punto de vista, hay otros tres de enorme trascendencia: el proceso de división interna que desemboca en la escisión de 1986, la marea antiPNV –con “postnacionalismo” incluido que siguió al asesinato de Miguel Angel Blanco- y, por último, el proceso de sucesión de Xabier Arzalluz al frente del EBB. Con 30 parlamentarios, un sólido anclaje en gobiernos territoriales y locales y convertido en (utilizando un simil futbolístico) fuerza desestabilizante en Madrid, la situación del PNV, por ejemplo, no tiene nada que ver con la del PSOE en 1996. Además, el PP tratará de no buscar confrontaciones traumaticas en un futuro inmediato. Quiere colocar a Mariano Rajoy en La Mocloa cuanto antes.A todo esto, se suma una situación económica calamitosa que, en el ámbito autonómico, deberá ser resuelta básicamente por el PSE y por el PSOE.
Es cierto que el PNV debe iniciar una profunda reflexión y, desde luego, una autocrítica sincera. Manteniendo una apuesta decidida por la democracia, la defensa de los derechos humanos y el respeto a los demás. La profundización del autogobierno a partir del suelo del pacto de 1979 sin recortes y el trabajo para que los vascos sean sujeto (y no objeto) de todas las decisiones que le afecten constituiría el segundo gran eje. El tercero debería ser el de reforzar la unidad interna y superar para siempre (y con generosidad) la escisión de 1986. Y el cuarto y último, hacer el mayor esfuerzo para mejorar los resultados actuales en los comicios municipales y forales. Por último, el PNV debe volver a ser una fuerza en la que pueda sentirse a gusto un amplio espectro de la sociedad vasca. Para todo esto, se cuenta con el mejor liderazgo posible.
Sería un error que el PNV trabajase para “desalojar” a Patxi López. La oposición es otra cosa. Se trata de presentar las mejores alternativas para ayudar a los vascos y trabajar para sustituir democráticamente al Gobierno constitucionalista.
Patxi López será el lehendakari del Gobierno vasco, que es una institución por la que el nacionalismo vasco ha trabajado durante casi cien años. El Lehendakari, el Gobierno, … trasciende a las personas. Si no entendemos ésto, estamos perdidos y habremos perdido el trabajo iniciado por Aguirre (y otros) en 1936.