domingo, 17 de agosto de 2008

El dia en que el PNV se fue a la oposición

Imaginemos. Domingo, marzo de 2009. Día de elecciones. El PNV vence en los comicios. Obtiene más votos y escaños que la segunda fuerza más votada, el PSOE. Sin embargo, la suma de sus escaños a los de EA, Aralar y Ezker Batua ni logran la mayoría absoluta, ni superan en escaños a la suma de los del PSOE y PP, que sí cuenta con la mayoría absoluta. Se presenta así la Gran Oportunidad de mandar al PNV a la oposición. ¿La desaprovechará el PSOE?. ¿Qué nos enseña la historia?.

En 1978, PNV y PSOE estaban juntos en el Gobierno vasco exiliado y, poco antes, habían firmado el acuerdo de “Frente Autonómico” para el Senado. En las elecciones generales de 1977, el PNV había sido la fuerza más votada en lo que, luego, sería la Comunidad Autónoma del País Vasco. Sin embargo, la suma de los votos del PSOE con los franquistas reformadores de la UCD superaban a los nacionalistas. Los socialistas no lo dudaron un segundo: unieron sus votos a los “centristas” para dar la presidencia del Consejo General Vasco, un organismo provisional que debía organizar la preautonomía, a Ramón Rubial, en detrimento de Juan de Ajuriaguerra, candidato de la fuerza más votada.

En 1986, en plena crisis del PNV a causa de la escisión, se celebraron elecciones autonómicas. El PNV obtuvo más votos, aunque el PSOE consiguió más escaños. Los socialistas se reunieron de inmediato con EA y Euskadiko Ezkerra para tratar formar un gobierno, eso sí, presidido por el PSE. Las negociaciones avanzaron mucho, incluso las tres fuerzas citadas aprobaron alguna ley en el Parlamento vasco (por cierto, dirigida a impedir cualquier “ventaja” del PNV). La cosa se atascó por el asunto de la presidencia que los de EA reclamaban para Carlos Garaikoetxea. Finalmente, el intento de tripartito anti-PNV fracasó y, entonces, los socialistas se dirigieron al PNV. Los socialistas han contando la historia de que, “por la paz, un Ave María”, y que de forma generosísima regalaron la Lehendakaritza a José Antonio Ardanza. Y no fue así. Los nacionalistas estaban dispuestos a repetir las elecciones (así se había aprobado en las asambleas internas), pero, esta opción representaba una debacle para el PSE.

En 1996, el tripartito había entrado en crisis. A pesar de acuerdo parlamentario, el Estatuto seguía bloqueado, y, además, como reconoció Almunia en sus memorias, perdido el poder central, el PSOE había limitado mucho su capacidad de influencia sobre el PNV. A principios de 1997, Fernando Buesa rompió el pacto en Araba, su partido abandonó los gobiernos con el PNV y se preparaba el “postnacionalismo”. Por cierto, ¿Qué era el postnacionalismo?. Se daba por hecho de que EAJ había alcanzado su programa máximo y que, sobre esa base, cualquiera podía gobernar. Se produjo el secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco, luego, por este orden, surgió el “espíritu de Ermua” por el que unos y otros se empeñaban e identificar nacionalismo y PNV con ETA; después Lizarra y su fracaso, y el frente “constitucionalista” animado por Jaime Mayor Oreja y Nicolás Redondo Terreros. El 13 de mayo de 2001 ETA y los “constitucionalistas” sufrieron una derrota histórica. Los segundos trataron de paliarla a través de una serie de medidas tomadas desde la “mayoría central”. A pesar de la derrota, asimismo, PSOE y PP, mantuvieron el frente en Araba, Gasteiz, Portugalete, Andoain,…

El fracaso de Lizarra hizo que se abriesen otras vías de negociación entre el PSOE y ETA y su entorno. En el inicio de este proceso, el PNV y el Gobierno vasco no solo fueron marginados, sino públicamente advertidos de que, para aquel entierro, no tenían vela que encender. Como siempre, además de tratar de llegar a algún tipo de acuerdo de paz, se buscaba la sustitución del nacionalismo gobernante. Solo cuando el proceso se atascó fueron llamados los representantes del PNV que tenían un margen de maniobra muy limitado. Ni que decir tiene que, en los cuatro años de la primera legislatura de Zapatero, el proceso de transferencias de las competencias recogidas en la ley orgánica 3/1979 (Estatuto de Gernika) quedo paralizado a pesar de la importancia de las competencias pendientes (régimen económico de la Seguridad Social con todos sus epítomes: formación ocupacional o formación continua, investigación científico-técnica, prisiones,…), algunas esenciales para afrontar este tiempo de crisis económica.

Pero, tras el éxito del 2001, el PNV entraba en una crisis profunda a causa del proceso de sucesión de Xabier Arzalluz, su líder durante un cuarto de siglo. Ante esta situación, como ocurriera en 1986, tanto los radicales como los “constitucionalistas” (a los que el profesor Llera llama “autonomistas”) se preparan para la revancha, aunque sea la revancha del escorpión.

Si el próximo año PSOE y PP obtienen un escaño más que la suma de las demás fuerzas, que nadie dude que harán valer su mayoría y enviar al PNV a la oposición. Los analistas afines (al PSOE, claro) resaltan que un nuevo Gobierno constitucionalista tiene por qué cambiar nada al contarse con un marco autonómico cerrado y estable. Y esto no es cierto. Mejor dicho es falso de toda falsedad. Así que PP y PSOE darán por cumplido el pacto de 1979. Y, al Estatuto, seguirá el Concierto Económico, y todo el sistema de impuestos y la gestión económica (Mario Onaindia o Jaime Mayor entendieron pronto que, a menor bienestar, menos nacionalismo). El euskera, sin duda, volverá a los museos, dejando su carácter de cooficialidad (ya estamos viviendo una campaña tremenda por parte de gentes procedentes de la izquierda como Sabater a otros formados en el franquismo como Marco Tabar). Organismos como AEK o medios como “Berria” generosamente subvencionados afrontarán más de una dificultad. Y esto será solo el prólogo de la verdadera noche de los cuchillos largos.