sábado, 2 de febrero de 2008

Hacia un mínimo para la convivencia

Las elecciones generales de 1977, dejaron claras algunas cuestiones. La primera es que sacó del limbo a quienes pensaban que las dos grandes fuerzas históricas, el PSOE y PNV, iban a quedarse como opciones residuales. Fueron muchos quienes se presentaron a aquellos comicios que ellos eran los herederos ciertos de uno y otro. Se equivocaron. El PCE que se reclamaba como la única fuerza que había combatido al franquismo desde el primer día hasta el último acabó desapareciendo (o casi). Por otro lado, las derechas posibilistas, en su mayoría de origen franquista, se agruparon en UCD (que nacía como un partido para Suárez) y lograron aguantar el tipo gracias, sobre todo, a la estructura del Movimiento Nacional (alcaldes, jefes locales y provinciales, consejeros).

El gran fracaso lo cosecharon aquellos quienes se consideraban con más méritos en la lucha antifranquista. Así, por ejemplo, el PCE, el principal impulsor de las Comisiones Obreras, se convirtió en una opción residual. Otro tanto ocurrirá, eso sí, de forma más cruda e intensa, con todas las opciones a la izquierda del PCE: maoistas, trostkistas,… Algo parecido ocurre a la derecha de la UCD: Alianza Popular (primera denominación del PP) y otros opciones, como Guipúzcoa Unida.

La “izquierda abertzale”, digamos que mayoritaria, se iba a presentar unida como Euskadiko Ezkerra que integraba a EIA, HASI, MCE e independientes. A ETA militar, no le hacía mucha gracia esta opción, y trata de sacar adelante el proyecto de Chiberta con las fuerzas nacionalistas. Pero, ni el PNV, ni ETA pm-EIA, ni los demás, estaban dispuestos a dejar la dirección del movimiento nacionalista en manos de los “milis”. Y acertaron.

Entre 1977 y 1980, el PNV se iba a consolidar como la primera fuerza vasca. Y es a este partido al que iba a tocar el liderazgo de los cambios que habían de producirse en lo que hoy es Comunidad Autónoma Vasca.

Al acabar 1980. El PNV ocupaba las alcaldías de Bilbo, Donostia y Gasteiz (estas dos últimas por primera vez en su historia). Y no solo éstas. En Gipuzkoa, por ejemplo, las de Irún o Eibar. En Bizkaia, las de Basauri, Barakaldo, Santurtzi,… Además, claro, Carlos Garaikoetxea se había convertido en lehendakari del Gobierno Vasco.

En este periodo se producen tres momentos claves para el PNV. Su postura ante la Constitución española, el Estatuto y la sucesión de Carlos Garaikoetxea al frente del EBB. Sobre esta asunto, hay tres libros muy recomendables. Dos son las memorias políticas de Carlos Garaikoetxea (“Euskadi: la transición inacabada”) y Xabier Arzalluz (“Así fue”) y el tercero la crónica oficial de la negociación constitucional redactada por Eugenio Ibarzabal en 1978 (y reeditada posteriormente): “El Partido Nacionalista Vasco ante la Constitución”.

Todo ello se produce, primero, en medio de una brutal crisis económica, de dimensión universal, pero que, Euzkadi, se había agravado por la inoperancia de las derechas (primero, el franquismo económico y, luego, la UCD). Y, por si fuera poco, las dos ramas de ETA y los Comandos Autónomos Anticapitalistas reavivaban la lucha armada. Y, frente a esta, las diferentes opciones de terrorismo franquista y de llamada “guerra sucia”. La primera consecuencia fue el golpe de estado (fracasado) del 23 de febrero de 1981 que, para el País, tuvo consecuencias, sobre todo, en el desarrollo autonómico. El PSOE y las derechas aprobaron el proyecto de Ley Orgánica de Armonización del Proceso Autonómico (LOAPA), que si, aparentemente, fue rechazada por el Tribunal Constitucional, no solo ralentizó el proceso autonómico y sino que bloqueó hasta hoy (septiembre de 2007) el traspaso de competencias esenciales como la Seguridad Social o la Investigación Científico-Técnica. Aún así, es cierto que, en 1981, se recuperó el Concierto Económico para Bizkaia y Gipuzkoa (que había sido abolido por los franquistas).

El PNV tenía ante sí el reto de construir un país nuevo y, como se verá, los demás estaban empeñados en impedírselo a toda costa. ¿Cómo hacerlo?. No hay nada más débil que una organización dividida y, a poder ser, rota. Y, en ello, se van a empeñar unos y otros.

Mientras tanto, por un lado, se iban recuperando las viejas instituciones democráticas (Juntas Generales), surgiendo otras nuevas (Parlamento) y creando instrumentos esenciales como la Ertzaintza, la Radiotelevisión,…

La autonomía era una forma de avanzar y, a partir de 1981, el Estatuto de Autonomía “de Gernika”, en su integridad, era el mínimo aceptable por parte del nacionalismo vasco en JEL. Quizá cuestión hoy sea saber si ha servido para algo ese Estatuto. Es cierto, que la LOAPA, las leyes orgánicas y de bases, los bloqueos partidistas no hay logrado que el Estatuto sea mínimo que garantice la convivencia del mayor número de vascos posible.


Enviado a DEIA el 9 de septiembre de 2007

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