sábado, 2 de febrero de 2008

Las sensibilidades

En una emisora de FM que divulga la doctrina de Batasuna, el “analista” de turno resumía así lo que él entendía por “las dos sensibilidades” del PNV. La “sensibilidad” de Imaz y sus seguidores es “autonomista” y partidaria de un pacto con el PSOE. Por el contrario, la “sensibilidad” de Egibar es la que defiende “el reconocimiento del derecho a decidir”. Yo no estoy de acuerdo con esa apreciación. La “sensibilidades” en EAJ, al menos desde 1935, ha tenido que ver más con lo personal que con lo ideológico. Hoy, como ocurriera en el período 1984-1986, las discrepancias personales se aderezan con cascabeles doctrinales para llamar la atención de la parroquia.

¿Qué no se pueden negar matices entre sectores?. Claro que no. Pero, casi siempre son matices estratégicos. La mayor diferencia entre las “sensibilidades” actuales tiene que ver con la conveniencia (o no) de formar una especia de frente con Batasuna (que es lo que fue Lizarra), así como la puesta en marcha de iniciativas con esta fuerza aunque ETA actúe.

En el primer párrafo del primer discurso de José Jon Imaz como presidente del EBB, reclamó para sí la Declaración del EBB de 1949 que es cuando el PNV introdujo en su doctrina el derecho de autodeterminación. Un año más tarde, en el discurso del día de San Ignacio Imaz volvía a hablar de autodeterminación (“que la sociedad vasca pueda expresar su voluntad”). ¿Entonces?. ¿Dónde está la diferencia?. La emisora de FM que divulga la doctrina de Batasuna asegura que el PNV, a lo largo de su historia (que el “analista” reduce a 109 años), no ha hecho nada práctico para hacer realidad el ejercicio de ese derecho. Claro que no dice que, por ejemplo, en 1936, el voto nacionalista no llegaba al 26 por ciento del electorado de Euzkadi Sur. Por cierto, aquel año, ANV estaba integrado en el Frente Popular español. Solo se alcanzó un régimen de autonomía parcial, precisamente tras un acuerdo con ese Frente Popular, liderado en Euskadi por Indalecio Prieto.

En 1977, en un PNV en que aún mantienen su influencia algunos de los representantes más destacados de la generación de la guerra civil se toman una serie de decisiones trascendentales. En la Asamblea Nacional de Iruña, se actualizó todo el cuerpo doctrinal elaborado e introducido en los años del exilio y la resistencia. En segundo lugar, se rechazó cualquier acuerdo con ETA militar y se entorno político (Chiberta). En tercer y último lugar, se optó por profundizar en la reforma política (el mismísimo Ajuriaguerra estuvo presente en las reuniones de los Pactos de la Moncloa) e iniciar (vía Asamblea de Parlamentarios Vascos) un nuevo proceso autonómico.

El PNV, como ocurriera en 1931, no aceptó la última Constitución española (la rechazaron únicamente EE, HB, algunos sectores de AP o las extrema derecha). Las razones de la no aceptación (abstención) las explicó Xabier Arzalluz en un discurso en las Cortes y el EBB en una declaración (ambas pueden consultarse en el libro “El PNV y la Constitución”, recientemente reeditado). Se produjeron matices entre Arzalluz, portavoz parlamentario, y Garaikoetxea (que asimismo pueden consultarse en las memorias de ambos). En ningún caso, podía hablarse de “sensibilidades”. Hay que decir que, en aquellos momentos, la aspiración del nacionalismo en JEL era la “reintegración foral plena”. La Constitución fue aprobada con el respaldo de solo el 30 por ciento del censo lo que hizo concluir al politólogo Juan José Linz que el sistema constitucional español está escasamente legitimado en Euzkadi.

En la escisión de 1986, sin olvidar otras consideraciones, no fue un enfrentamiento entre independentistas y autonomistas. Entre democristianos y socialistas. Quizás fuese que, junto al choque de dos fuertes personalidades, se debatiese una forma de organización del partido y del País. Pero, solo quizá. Lo cierto es que la escisión trajo una serie de consecuencias impredecibles entonces. Hasta entonces, el PNV había conseguido convertirse en la fuerza hegemónica en la Comunidad Autónoma Vasca. La fractura interna acabó con aquello, y hubo que pactar, en principio, con el PSOE.

¿Cuál era la prioridad entonces?. El “analista” de la emisora de FM que divulga la doctrina de Batasuna se olvida, sin duda, de cuál era la situación económica del País, con unos índices de paro que en la Margen Izquierda del Ibaizabal y en los alrededores del puerto de Pasaia superaba el 30 por ciento. Los gobiernos de Ardanza –tan denostados por algunos “sensibles”- dieron la vuelta a esta situación.

Llegó el verano de 1997 y ETA militar secuestró y asesinó (a pesar del clamor abrumador de los vascos para que no lo hiciese) a Miguel Ángel Blanco. Y Jaime Mayor Oreja, el político peor valorado de la historia de Euzkadi, descubrió la solución para los males: después de haberlo intentado todo, la mejor forma de acabar con ETA era acabar con el PNV. A partir de ese momento, comienzan a correr ríos de tinta sobre este asunto: artículos, ensayos, libros varios,… Uno de los autores más prolíficos, Jon Juaristi, llegó a escribir que, a Miguel Ángel Blanco, lo había asesinado… ¡Sabino Arana!. Sus autores reciben premios y prebendas de todo tipo. Lo peor de todo es que hubo gente en el PNV que llegó a creer que aquel “espíritu de Ermua” aderezado de “orejismo” podía acabar con el nacionalismo vasco.

Y, en este ambiente, surge Lizarra que, para muchos nacionalistas vascos, fue el periodo de “por la paz un Ave María”. Fue el momento en que Batasuna creyó que podía hacerse con la dirección del conjunto del nacionalismo vasco. La vuelta a Chiberta. Tan vuelta a Chiberta fue aquello que yo mismo participé junto a Joseba Egibar, José Luis Elkoro y Arnaldo Otegi en un acto multitudinario en Bilbao para rememorar, como un gran acontecimiento, lo que no fue más que una anécdota histórica.

En este momento, surgieron dos “sensibilidades”. La de quienes pensábamos que el PNV debía volver a la situación anterior a 1986 y de quienes defendían compartir o ceder espacios a los radicales. Quizá en estos momentos, esté naciendo otra sensibilidad: la de quienes pensamos que el “tripartito” está muerto. No entendemos muy bien que los socios en Gasteiz estén acosando al PNV, votando incluso con el PP (Gorliz y Juntas de Bizkaia) y debamos seguir silbando tangos. Seguramente, el Lenhendakari en septiembre consolide un tripartito que, por ejemplo, permita a su partido la recuperación de dieciséis o diecisiete alcaldías.

Pero, insisto: yo soy tan independentista, tan foralista, tan soberanista, tan autodeterminista como el que más. No menos.


Enviado a DEIA el 26 de julio de 2007

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