viernes, 22 de enero de 2010

Un suelo para convivir

El País lleva un tiempo convulso. Si hacemos caso al Euskobarómetro, la crispación es mayor ahora que con “el Gobierno anterior”. Y, por lo visto, esa crispación no tiene mucho que ver con la cuestión terrorista. Sobre esta asunto dice el EB: “A ese 67 % que percibe mayoritariamente un aumento de la crispación en su entorno,le hemos vuelto a preguntar por las causas. Se mantiene muy estable el diagnóstico ciudadano y entre las causas a los que ellos atribuyen esta situación de crispación social vuelven a destacar: en primer lugar, para la mayoría (48 %) el desacuerdo entre nacionalistas y no nacionalistas. La actitud de los partidos autonomistas (que es como Llera define a los constitucionalistas) sigue ocupando la segunda posición para algo más de uno de cada diez vascos (12 %), sobre todo nacionalistas (21 %). En tercer lugar, para algo menos de uno de cada diez lo es el frente nacionalista (4 %), sobre todo entre el electorado popular (23 %) y socialista (10 %)”.
Pasados treinta años de la aprobación de un estatuto de autonomía – que fue un contrato entre vascos- que debía facilitar el encaje vasco en el sistema constitucional español, su cumplimiento escrupuloso sigue pendiente, y no parece que la actual mayoría parlamentaria tenga ni la capacidad ni las ganas de cerrar un proceso que se ha dilatado en exceso en el tiempo. En estos momentos, la voluntad autonomista del PP y del PSE-PSOE-EE debería pasar la prueba “del algodón”, reclamando, no solo las transferencia de las competencias de empleo –activas y pasivas- también lo dispuesto en el Artículo 18.2.b (es decir la gestión del régimen económico de la Seguridad Social). Y aún así sería insuficiente. Hay otras competencias acordadas en 1979 para cuyo traspaso hoy habría que modificar las leyes orgánicas y de bases que desfiguran la ley orgánica 3/1979 –ya no como se pactó, sino como se aprobó-, recordando, una vez más, que es una ley de mínimos. Y, de nuevo, no sería suficiente, ya que, 31 años después, está pendiente la actualización de los derechos históricos reconocidos por la Disposición Adicional Primera de la Constitución. Todo ello si podría asentar un punto de partida para un diálogo entre nacionalistas vascos y constitucionalistas (que es lo que quieren los ciudadanos). Y , para este arranque, basta con el cumplimiento escrupuloso de dos leyes españolas: el Estatuto completado hasta el detalle y la reintegración foral plena (con todos los “sin perjuicios” que se quieran). Si un día desaparece el terrorismo, los instrumentos que garantizan los mínimos existen, pero hay que reactivarlos (en algunos casos, activarlos por primera vez).
Desgraciadamente, hasta la fecha (ni siquiera en el acto del Euskalduna del sábado), no solamente no hemos escuchado un compromiso firme con todo el articulado de la ley orgánica 3/1979, sino que, además, se despachan cuestiones esenciales desviándolas hacia la cantilena repetida una y otra vez: “esa es una interpretación nacionalista”. Y yo me pregunto, por seguir las definiciones de Llera Ramos, ¿cómo sería la interpretación “autonomista” de “corresponde (a la CAPV) la gestión del régimen económico de la Seguridad Social”?. Sería bueno que el lehendakari se pronunciase sobre este artículo concreto y sobre la interpretación unitaria que del Estatuto hicieron los partidos vascos en un lejano 1995.
Como se ha escrito y dicho en numerosas ocasiones, el llamado conflicto vasco tiene su origen en la incapacidad del Estado español de cumplir sus propias leyes: las abolitorias de 1839 y 1876, … la Constitución de 1978 o el estatuto de Gernika de 1979. Desde Cánovas del Castillo hasta Rodriguez Zapatero los jefes del Gobierno central han venido, bien conculcando, bien obviando esas leyes.
Ya existe un contrato entre vascos. Se firmó en 1979. Solo hace falta cumplirlo en su integridad. Por lo que se refiere, a las relaciones con España, bastaría con la activación de los derechos historicos de la territorios forales en todos y cada uno de los aspectos que no afecten a la “unidad constitucional”. Pero, esto es demasiado facil, así que ni siquiera se intentará. Además, nadia tiene que renunciar a nada. Los “autonomistas” –según la definición de Llera- trabajarán por TODO el Estatuto y TODA la Constitución. Los nacionalistas por conseguir que los vascos sean sujeto (y no objeto) de todas y cada una de las decisiones que le afecten, que no es más que seguir lo que dice la Disposición Adicional de la ley orgánica 3/1979.
Parace claro que los “autonomistas” no tienen intención de cumplir el contrato de 1979. Por otro lado, mientras los vascos no asumamos que no podemos imponer a otros vascos lo que nosotros somos o queremos ser, la solución al conflicto se alargará en el tiempo: el “no imponer, no impedir” cobra en estos días vigencia. Si no está bien que la mayoría imponga a la minoría su visión de las cosas, es mucho peor que la minoría exija a la mayoría compromisos con cosas en la que, no solo no creen, sino que, en muchos casos, rechazan. El verdadero cambio vendrá cuando aquí uno pueda ser solo español o solo vasco sin que uno intenten imponer su ser al otro.