domingo, 19 de septiembre de 2010

ASPIRACION ULTIMA y MARCO DE CONVIVENCIA

La aspiración última del nacionalismo es conseguir que el Pueblo Vasco sea sujeto (y no objeto) de todas y cada una de las decisiones que le afectan. Pero, esta aspiración puede ser asumida sin dificultades por quienes no se consideran nacionalistas. ¿Qué ciudadano desprecia ser sujeto de aquello que le afecta?. ¿Qué los demás no decidan por él. Los vascos tenemos, en estos momentos, dos instrumentos (mejores o peores) para avanzar en el autogobierno: el Estatuto de Autonomía (en el caso de la CAPV) y la foralidad plena. Dos mínimos en los que podrían estar de acuerdo nacionalistas vascos y constitucionalistas españoles.
Pongamos algún ejemplo: ¿quién preferiría que le gestionase las pensiones un vasco socialista de la Margen Izquierda?. ¿Por qué no se hace una encuesta?. Por otro lado, simultáneamente (y además) al debate sobre otras cuestiones, la plena autonomía constitucional permitiría adecuar el sistema de la financiación de las pensiones a la realidad económica actual (el envejecimiento de la población y la globalización de la producción). Se trataría de establecer recursos financieros y fiscales en un fondo siguiendo el ejemplo noruego. El Artículo 18.2 b del Estatuto de Autonomía establece claramente que “Corresponde (a la Comunidad Autónoma del País Vasco) la gestión del régimen económico de la Seguridad Social”. La mitificación constitucionalista de la “caja única” (que no afecta, por ejemplo, a políticos o militares) dificultaría, sin duda, el traspaso de esta competencia. Por el contrario, se pueden establecer fondos forales de garantía social que, por un lado, sirvan para financiar servicios sociales y, por otro, como complemento de las pensiones. La dotación de estos fondos tendría un carácter mixto: a través de un impuesto y, por otro lado, de aportaciones individuales.
Desde hace muchos años (demasiados), el Tribunal Constitucional es una tercera cámara política. Sorprende que sus decisiones sobre cuestiones que afectan a la ley orgánica 3/1979 (Estatuto de Gernika) no tengan en cuenta algo que parece una verdad de Pero Grullo. Si quienes redactaron las Constitución de 1978 fueron los mismo que aprobaron, meses más tarde, el Estatuto de Autonomía, ¿no se dieron cuenta que esta última ley contradecía preceptos de la Carta Magna?. ¿Por qué todo el mundo comenzó a darse cuenta de cuestiones “irrenunciables” a partir del fracaso de la LOAPA?. Algunos textos sobre la “caja única” emitidos por el T.C. se basan, por cierto, en una “transitoria” de la Constitución. Por cierto, en estos días que se habla de la modificación de la L.O. del Poder Judicial (ley Ledesma) para adaptar esta norma al Estatuto catalán, era una buena oportunidad para recuperar la competencia estatutaria “laminada” por la citada ley.
El segundo elemento para avanzar en el autogobierno es la foralidad. Herrero de Miñón y Lluch dejaron escrito que “los Derechos históricos no son una reliquia arqueológica, más o menos curiosa, ni un concepto político(…) son una categoría jurídica positivizada por las cláusula definitoria contenida en la Disposición Adicional Primera de la Constitución. Esto es la norma suprema a la que están sujetos todos los ciudadanos y los poderes públicos, según su art. 9.1, puesto que carecería de sentido predicar de toda la Constitución y sobre la base del citado artículo su pleno y completo carácter normativo y excluir del mismo la Adicional Primera”.
Los constitucionalistas españoles deberían ser, por principio, los más interesados en que se cumplan sus propias normas, y, por supuesto, aquellos acuerdos parlamentarios que, con su apoyo “interpretaban” de forma amplia y plural el Estatuto.
Hay una buena base legal de convivencia. Para los nacionalistas vascos, todo lo que sea ser sujeto único de decisión en lo que les afecta (por ejemplo, la gestión de las políticas activas de empleo) supone un paso adelante. Seguramente, no es suficiente. Para los otros, motivo de alegría, porque se cumple la ley.
Sin embargo, no hay razones especiales para el optimismo. Han transcurrido treinta y un años desde que se aprobó el Estatuto de Autonomía y, antes de que naciese, ya comenzaron los recortes. Recordemos que el texto autonómico consensuado por los partidos en Euzkadi fue “lijado” en Madrid por Fernando Abril-Martorell y Alfonso Guerra. ¿Cómo no se habrían dado cuenta de “lo de la Seguridad Social”?. ¿Aceptaría el nacionalismo vasco mayoritario, sin renunciar a lo que dice la Disposición Adicional del Estatuto de Gernika, establecer un marco de convivencia basado en la plenitud estatutaria y en la actualización de los derechos históricos reconocidos en la Constitución de 1978?. ¿Y los constitucionalistas?. ¿Acabarán reconociendo el “hecho diferencial vasco” que es, no se olvide, un “hecho” constitucional?.