martes, 7 de abril de 2009

Como hemos llegado a esto III

"Sostenella y no enmendalla"

En enero de 2000, se celebró la III Asamblea General de EAJ-PNV. Para entonces, con el asesinato de un jefe militar en Madrid, ETA había roto definitivamente la tregua y, de paso, había hecho saltar por los aires el acuerdo de Lizarra-Garazi. A pesar de ello, no se modificó el texto de la Ponencia Polítca de este acuerdo que había sido redactado (y aprobado) cuando los “milis” seguían inactivos.
De esta forma, la oportunidad de hacer autocrítica debería llegar con la IV Asamblea General, en la ponencia política aprobada en la misma se dice lo siguiente: “Hoy sigue estando pendiente un análisis riguroso, critico y autocrítico de lo sucedido en periodo para que no se repitan los mismos errores”. No se debió considerar este hecho importante, porque, en la Asamblea General de 2007, desapareció cualquier referencia a Lizarra.
Juan María Ollora –que fue uno de los impulsores del acuerdo- definía, en su estrevista con María Antonia Iglesias, algunas de las carácterísticas del error del Lizarra: “se confunden y se mezclan tres planos: el de la consecución de una situación de pacificación con el de la normalización política y con la consecución de un proyecto político concreto”.
Todavía a finales de 2003, Egibar y sus seguidores estaban convencidos de que ETA militar retomaría la tregua. Durante un acto de la presentación del burukide guipuzcoano en el Batzoki de Markina, el ex alcalde de Ondarroa, Aitor Maruri, “anunció” la tregua para el Aberri Eguna de 2004. Y, claro, para enfrentar este periodo, solo Joseba Egibar –que había unido su suerte a la de Lizarra- podía encabezar el Euzkadi Buru Batzar. Pero, no solo no hubo tregua en Aberri Eguna, por un lado, los socialistas comenzaron sus contactos con la “izquierda abertzale”, y, por otro, el asunto de Lizarra se iba a convertir en un elemento de división interna.
En una reunión informativa celebrada en Sabin Etxea, se me ocurrió preguntar a Egibar sobre esta cuestión, y su respuesta fue clara: “Lizarra no es solamente la paz. Es mucho más. Estamos en Lizarra no solo por la paz”. No era aquel el mejor momento para seguir insistiendo. Si embargo, parecía claro que ese “sector” había apostado todo el capital a la acumulación de de fuerzas como única vía para alcanzar los últimos objetivos. Frente a esto quienes defendíamos la acumulación de votos y, sobre todo, la autonomía del PNV. No se podía actuar mirando todo el rato a un lado y a otro, pendiente de lo que dice o dejan de decir “amigos” y adversarios.
Pero, hay algo más, en algunos lugares, el PNV comenzó a ceder espacios, retirándose de cualquier pugna. El argumento es que “ya estaban ocupados por abertzales”. Lo importante ya no era el juego, sino los jugadores. Lo peor, sin duda, es que, además, en la partida no estaban todos los jugadores posibles.

domingo, 29 de marzo de 2009

Cómo hemos llegado a ésto (II)

El aro de Chiberta

Me llamó Gorka Agirre para pedirme que asistiese a una mesa redonda en la Biblioteca de Bidebarrieta en Bilbao. El tema era Chiberta o, para ser más preciso, una reflexión sobre lo ocurrido en 1977 cuando Monzón y los milis convocaron a las fuerzas abertzales y a los carlistas para boicotear las primeras elecciones que debían celebrarse después de cuanrenta ños de dictadura militar. Para los impulsores de aquello, la reunión de Chiberta fue un rotundo fracaso. Para la mayoría de los convocados, una anécdota de las tantas que se producían en aquellos días. Referencias a este asunto, aparecen en la tesis de Jokin Apalategi (Los vascos de la nación al estado. Con prólogo de Argala) y en Las Memorias del KAS de Natxo Arregi.
En la Mesa redonda, estuvimos Joseba Egibar y yo, por parte del PNV, José Luis Elkoro y Arnaldo Otegi, por parte de EH. De moderador, actuó Mariano Ferrer. Estaba claro que, en aquel acto, los de EH querían presentar Chiberta como el precedente de Lizarra y, sobre todo, la gran demostración de que los milis siempre habían tenido razón. Las cosas que dijo Otegi sencillamente no eran ciertas. Cuando yo intentaba matizar, José Luis Elkoro me matizaba a mi. Y así pasamos un buen rato. Eso sí. Fue imposible decir nada que se saliese del discurso prediseñado.
Los promotores de Chiberta pretendían, además de boicotear las elecciones (con el pretexto de que no se cumplían las exigencias de la Alternativa KAS, “revitalizar” el Gobierno vasco en el exilio, dando entrada a las organizaciones de KAS y con Telesforo Monzón como lehendakari. Ocurrió que las exigencias básicas de KAS comenzaron a cumplirse en los meses siguientes (la redacción de un estatuto de autonomía, la amnistía total,…). Los milis y EHAS-HASI, como dejó escrito Mario Onaindia, se quedaron “colgados de la brocha”.
Lizarra se vendió a la afiliación del PNV, conmocionada por el asesinato de Miguel Angel Blanco y todo lo que siguió luego, como el colchón que permitiese el aterrizaje de ETA y lograr la paz. El colchón era, claro, un acuerdo entre abertzales que debía extenderse a las demás fuerzas políticas, siguiendo en parte el modelo irlandés.
Al margen de otras consideraciones, en Lizarra, el PNV cedió a EH-Batasuna la iniciativa política y hasta el lenguaje (se generalizó rápidamente la terminología enrevesada de la sociología marxista más trasnochada). Los presión (através de iniciativas cotidianas y disparatadas) de EH-Batasuna en pueblos y ciudades a través de Lizarra-Txiki era insoportable.
Los resultados de la operación no pudieron ser más positivos para la autodenominada izquierda abertzale: estaba logrando minar la hegemonía del PNV en el campo nacionalista. Tanto desde el punto de vista institucional como electoral. En los comicios de 1998 y 1999, lo que avanzaba Euskal Herritarrok, lo retrocedía el PNV. Y era lógico la percepción en muchos era que este último partido había cedido la iniciativa a EH. Eso sí: todo se justificada en el fin supremo de la paz.
Pero esto no era solo lo peor. A principios de 1999, se intensificaron las acciones de kale borroka, mientras trascienden numerosos casos de extorsiones a empresarios (el impuesto revolucionario). Daba la impresión de que el “colchón” de Lizarra se estaba endureciendo.
Cuando algunos comenzamos a pedir explicaciones (yo publiqué el primer artículo crítico a princpios de 1999, lo que constó una reprimenda), se nos dijo (Egibar, en una asamblea del PNV) que Lizarra no era solo la paz. Que era algo más. ¿Chiberta?.

sábado, 28 de marzo de 2009

Cómo hemos llegado a esto (I)

Viernes, 11 de mayo de 2001

Aquel día, un buen amigo me llamó desde Madrid y me dijo: -“Lo que dice de verdad la escuesta del CIS es que el PNV ganará las elecciones y estará cerca de la mayoría absoluta. La participación va a ser altísima y la polarización, máxima”. La versión que manejaba Xabier Arzalluz y su círculo íntimo era exactamente la contraria. La información “buena” se la proporcionaba nada menos que el periodista Pablo Sebastián. Iñaki Anasagasti que, entonces, formaba parte de ese círculo recorría las distintas plantas de Sabin Etxea anunciando la debàcle.
Llamé a Iñaki Bernardo, que entonces era jefe de prensa del BBB y que se encontraba en el mítin de cierre de campaña, y le comuniqué lo de la encuesta del CIS. No sé si me creyó pero mi información actuó como un bálsamo en algunos. Claro que, además, los resultados fueron los que fueron.
La coalición PNV-EA obtuvo 604.222 votos, el 42,72 %, y los constitucionalistas 580.128, el 41,02 %. Mientras tanto, EH consiguió 143.139 votos, el 10,12 %, y EB, 78.862, el 5.58%. El resultado fue considerado en su momento como el mayor triunfo de la historia del nacionalismo vasco, atribuido en exclusiva a Juan José Ibarretxe. En aquel momento, había claves que no conocía y de las que hablaré luego.
La noche del 13 de mayo de 2001, mientras que Karmele Errazti, eufórica, gritaba in-de-pen-den-tzia. Xabier Arzalluz, congestionado, parecía haber salido de un ataque de ansiedad, como si se hubiese liberado de una intensa preocupación, y no era para menos. Ahora, sabemos que se había entregado la dirección del partido (el PNV) a Ibarretxe en un hecho sin precedentes.
La lectura triunfalista de los resultados de 2001 después de dos años durísimos tras la ruptura de la tregua impidió un análisis más realista de los mismos. Así, por ejemplo, Garaikoetxea ya había superado el 42 % en 1984 y la suma de votos PNV+EA rondaba ese porcentaje durante el periodo de Ardanza.O, dicho de otra manera, hay un voto fiel a unas ideas y a unas siglas, y no tanto a una persona.
Lo que ocurrió en 2001 es que los constitucionalistas estaban tan convencidos de su victoria que, al no conseguirla, se asimiló como una gran derrota, que fue mucho más sicológica que real. La diferencia fue de poco más de veinte mil votos, un 1.70 %.
Además, la victoria de nacionalismo no fue completa. Y es que, a pesar de que Ibarretxe había incorporado a su gobierno a Ezker Batua, no se alcanzaba la mayoría necesario para gobernar con tranquilidad. Aún así, se actuaba como si el triunfo hubiese sido total. Con la “gran victoria” de Ibarretxe, algunos tapaban el gran fracaso de Lizarra.

LA RESPONSABILIDAD DEL PNV

Resulta sintomático poder leer estos días el acopio de argumentos por parte del diario El Pais para justificar el Gobierno constitucionalista. Sus mejores articulistas han tejido un argumentario de explicaciones, en algunos casos, hasta divertidas. Por ejemplo, quienes seguimos a Patxo Unzueta desde hace treinta años sabemos de su querencia por las encuestas. Las encuestas han formado parte esencia de su argumentario. Siempre en la misma dirección, claro. Pero, las cosas han cambiado. Y así, las encuestas que decían que la opción que la opción PSE-PP era la menos desada por la ciudadanía vasca, acaba matizándose. “Hombre, claro, ya se sabe…”, argumentos poco científicos para alguien como Patxo. El colofón a este argumentario es el editorial de El País del sábado en el que se reconoce que, al final, lo que proponía Patxi no va a ser posible, pero nos ofrece un corolario: “El cambio es expresión de la pluralidad vasca y merece ser apoyado por quienes piensan que no hay democracia sin posibilidad real de alternancia”. ¿Cómo se debe entender esto? ¿No es demócrata quien no apoye un Gobierno PSE-PP? ¿Qué es expresión de la pluralidad? ¿Que una mitad (la constitucionalista) gobierne frente a la otra (nacionalista vasca)?. En este sentido, resulta más creíble Aurelio Arteta. ¿Un frente constitucionalista? Claro que si.
Pero, todo esto forma parte del paisaje. Lo mismo que hacer recaer el éxito o el fracaso del invento en el PNV. ¿Cuál sería su responsabilidad? Se va a la oposición, “y no pasa nada”. Pero, se va a la oposición. ¿Con qué fin? ¿Con qué fin hace oposición el PP en Madrid? Se trata de sustituir al Partido gobernante mediante el desgaste y la crítica política (lo que se puede hacer de múltiple formas). Si, como dice El Pais en su editorial, el nuevo gobierno cuenta con “mayoria absoluta de la Cámara”, ¿para que se necesita a los nacionalistas?
Debe necesitarlos para algo porque José Antonio Pastor ha hablado del peligro de que el PNV se convierta en una fuerza “marginal” en Madrid o de la poca credibilidad de su “nueva” oposición a Zapatero. ¿Qué debería hacer el PNV cuando te “desalojan” (sic) democráticamente, eso sí? ¿Cuál es la razón por la que el PNV deba apoyar ahora a Zapatero?
Ahora, en serio. Si hubiese que elegir un momento para que el PNV se fuese a la oposición es este. El Partido ha recuperado gran parte de su espacio electoral, además, consolidada la unidad interna, tiene un año y medio para preparar las elecciones municipales y forales en las mejores condiciones, ya que el mayor desgaste por la crisis y las dificultades para hacer “política de izquierdas” se va a producir en el pacto constitucionalista. Todo ello sin obviar la situación del Gobierno central, bastante delicada, por cierto.
Siempre queda la amenaza alavesa, eso que El País llama “elemento de presión”. Es decir,” si los nacionalistas no colaboran, les quitamos la Diputación de Araba”. Claro que el PP quiere la institución foral ya por ser la primera fuerza (“para que se visualice el cambio”). ¿Y el PSOE?. Amén de que se radicalizaría el frente constitucionalista, Zapatero quedaría al albur de unos pocos escaños y Lascoz en manos del PP.
Lo dicho. En estos momentos, la principal (y única) responsabilidad del PNV es, primero, gobernar con inteligencia los territorios y preparar con esmero las elecciones municipales. Desde junio, en el Gobierno de la Comunidad Autónoma del Pais Vasco, ya no tendrá ninguna. Aquí son el PSE y el PP quienes deben sacar adelante la cosa. En PNV está en la oposición. Y no pasa nada.

jueves, 19 de marzo de 2009

LA ESTABILIDAD

Creo que he leído casi todo lo que se ha publicado desde el 1 de marzo en relación con las elecciones autonómicas. En casi todo lo publicado, se coloca la carga de la prueba en el PNV. En estos días, se le ha acusado de todo: de “rabietas”, de “no saber perder”. Sin embargo, yo tengo para mi que, desde el día en que la delegación socialista salió de Sabin Etxea, los nacionalistas interiorizaron que Patxi sería lehendakari con el apoyo del PP. Lo que no tengo tan claro es si los socialistas interiorizaron las consecuencias 1ue el pacto constitucionalista iba a traer para el Gobierno central.
Txiki Benegas vuelve a hablar del “sacrificio generoso” del él y su partido en 1986. Sacrificio que no fue tal porque, como él mismo ha reconocido en otro lugar, tras haber fracasado en su intento de pactar con EA y EE para desplazar al PNV, su única opción era la de repetir las elecciones. Y, entonces, se pactó con la fuerza más votada (aunque, es cierto, tuviese menos parlamentarios). No fue un regalo. Pero, hay más.En 1986, Felipe Gonzalez gobernaba en Madrid desde una comodísima mayoría absoluta, que no es el caso de José Luis Rodríguez Zapatero en marzo de 2009.
¿Resulta tan raro pensar que, por ejemplo, un buen acuerdo para los socialistas hubiese sido el recogido en el documento entregado a la delegación del PSE por parte de Iñigo Urkullu y, al mismo, garantizar la estabilidad del Gobierno central hasta 2012 por parte del PNV?. Por otro lado, recordando el artículo de Benegas, ¿había por parte del PSE alguna remota intención de integrar al PNV en su Gobierno como ocurrió en 1986?. ¿Hasta que punto pueden los socialistas vascos aislarse de lo que ocurra a sus compañeros en Madrid?. ¿Están seguros que el PP no va a utilizar todos los resortes para desplazar a Zapatero?. Y otra pregunta, con 38 parlamentarios constitucionalistas, y si Josu Jon Imaz hubiese encabezado la candidatura, ¿quién optaría finalmente a la Lehendakaritza?. Yo estoy convencido que sería Patxi.
Por otro lado, lo que vamos conociendo del acuerdo de gobierno PSE-PP y las lógicas aspiraciones de Basagoiti, garantiza la oposición de la mayoría nacionalista el tiempo que dure esta legislatura. Hay ya quien vincula su duración a lo que pueda resistir José Luis Rodríguez Zapatero en la situación de precariedad en la que se encuentra. Pero, esta es otra historia.
Vuelvo al artículo de Benegas. Recuerda que, en 1986, la solución se produjo pensando en que “el Pais Vasco necesitaba un Gobierno estable y que también que el PSE debería estar en él”. ¿Pensaban en 2009 que, para conseguir esa estabilidad el PNV debería estar en el Gobierno?. Asimismo, pensaban en la estabilidad del Gobierno central. La respuesta es “no” en ambos casos.
Zapatero tiene ante sí unos meses durísimos. Debe ganar las elecciones europeas y conseguir unos presupuestos “sociales”. Y, mientras tanto, tiene que solucionar, en medio de una crisis económica galopante, el espinoso asunto de la financiación catalana. Los catalanes están en pie de guerra y el pase a la oposición de Montilla sería letal. Jordi Juan señalaba en La Vanguardia (16 de mayo) que “el vuelco del 1-M ha sido tal que en el PP pronostican que Zapatero no podrá aguantar toda la legislatura sin apoyos y tendrá que convocar elecciones anticipadas. Tampoco están muy interesados en hacer un pacto con el Gobierno”. Está claro que, si Zapatero pasase a la oposición, como dice Patxi López, “no pasa nada”.
Un acuerdo con el PNV, como ha quedado dicho, hubiese garantizado la estabilidad del Gabinete Zapatero hasta el final de la legislatura, pero se ha optado por “desalojarlo de las instituciones”. Ahora, desde algunos medios conservadores (claro) se pide un pacto de estabilidad PP-PSOE. El abrazo del oso.

viernes, 6 de marzo de 2009

Malos tiempos para la lirica

¿Qué votaron los vascos el pasado domingo 1 de marzo?. ¿Un Gobierno nacionalista?.¿Un Gobierno constitucionalista?. Lo cierto es que los partidos nacionalistas (PNV+Aralar+EA) obtuvieron más sufragios que los partidos constitucionalistas (PSE+PP+Rosa Diez). Pero, también es cierto que estos últimos disponen de más escaños en el Parlamento vasco. A esta situación, se suman dos anomalías democráticas: la ley de partidos, obra del PSOE y del PP, y la ley electoral vasca, responsabilidad del PNV.
Los socialistas descubrieron el domingo tres cosas: que no obtuvieron los resultados esperados (sobre todo, después del gran triunfo de 2008), que el PNV no solo no había “bajado” sino que había conseguido uno de los mejores de su historia en solitario (superará los 400.000 votos cuando se sumen los del extranjero), pero, que Patxi López podía ser lehendakari sumando sus votos a los del PP. Dicen que alguien pensó aquella noche que, una vez instalado Patxi en Ajuriaenea, a los nacionalistas, no les iba a quedar más remedio que apoyar a Patxi, dándose todo tipo de razones por lo que esto iba a ser así.
El PP, por su parte, comenzó anunciando un apoyo total (parecía que incondicional). Pero, pronto comenzaron las peticiones de contrapartidas. Alonso, en la Ser, habló de la Diputación de Araba. Basagoiti, en la COPE, señaló que querían entrar en el Gobierno. Mientras tanto, los medios de comunicación de la derecha comenzaban una campaña de presión sin precedentes para que se cierre la coalición cuanto antes. Y no solo eso: atreverse si quiere en pensar en otra posibilidad se convertía en una especie de traición de lesa patria. Para garantizar la estabilidad del Gobierno central, gentes como Pedro J. Ramírez o Federico Jiménez Losantos, propugnan un “pacto de estado” PSOE-PP (que otro periodista, Iñaki Gabilondo, define como “abrazo del oso”). Desde luego, Ignacio Camacho, en “Abc”, ya advierte al PSE, “¡cuidado con las próstata!”.
El Partido Nacionalista Vasco que había hecho una campaña basada sobre dos pilares. Por un lado, en un mensaje moderado y en un programa muy centrado en la crisis, y, por otro, en la figura de Juan José Ibarretxe. El resultado son más de 400.000 votos (cuando se cuenten todos los sufragios) que, aunque menos que los 460.000 de 1984, teniendo en cuenta la variación negativa del centro (menos habitantes), es el mejor de su historia. Basado en este hecho, incontestable por otro lado, exige su mejor derecho para formar Gobierno. El problema es que la legitimidad de los votos no se complementa con el respaldo parlamentario Pero, este hecho no justifica su marginación, ni la marginación de la mayoría nacionalista del país. Que es exactamente lo que va a ocurrir.
Los socialistas han plantado su bandera en la cima, han redactado su discurso y no se han movido de él ni una micra. Cuentan eso sí con apoyos muchos que han visto que ha llegado el momento de ajustar cuentas con el PNV (así se entienden las declaraciones de Ramón Jauregui, Joseba Arregui, José María Calleja, Francisco Llera,…). Desde la otra parte, contraviniendo la principal regla del mus, se han lanzado demasiados órdagos. Lo que está quedando claro es la incapacidad absoluta de entendimiento entre nacionalistas y no nacionalistas. Y esto, además de otras consideraciones, no augura nada bueno. Y no es cuestión únicamente de un partido: ninguna fuerza nacionalista (Aralar o EA) puede apoyar la investidura de un candidato cuyo principal apoyo son el PP y Rosa Diez.
No hay salida. Cualquiera de las condiciones ya anunciadas del PP para el respaldo a Patxi van a ser consideradas como una agresión por la mayoría nacionalista. Un diálogo con la mayoría sindical es imposible. Porque, entre otras cosas, en medio de una crisis económica como la que padecemos, el PSE y el PP no tienen nada que ofrecer (salvo bajar impuestos, lo que podría en pie de guerra, ya no a ELA o LAB, sino a los sindicatos afines). Por otro lado, con una mayoría tan precaria, mover la maquinaria administrativa va a ser complicado.
En 2001, el éxito del nacionalismo estuvo basado, precisamente, en la advertencia de un Gobierno PSE-PP. Durante la campaña, ante las advertencias del PNV de que esto iba a suceder, los socialistas le acusaban de “meter miedo”. Pues no. La advertencia tenía base. Así que, en 2013, o seguramente antes, este va a ser el eje de la campaña.
O sea que esto es lo que hemos votado el domingo. Tensión, enfrentamiento, más división entre nacionalistas y constitucionalistas, el infierno,… ¿Nos merecemos esto?. Parece que sí. Los constitucionalistas saben perfectamente lo que conviene a los nacionalistas (como si fuesen tontos y no viesen como gobiernan en otros lugares). Los nacionalistas actuando como si en Euzkadi viviesen solos. Patxi quiere ser lehendakari porque, tocado por un rayo divino (y los votos de Basagoiti) está convencido de ser el hombre providencial que va a salvar a todos, Juanjo lo propio, y nadie cede, ni siquiera cuando, en algunos momentos, lo que trasciende parece algo personal.
En fin, a comprarse un buen chubasquero, porque han llegado los peores tiempos para la lirica.

lunes, 2 de marzo de 2009

El día de la salud

Como cada veintitrés de diciembre, hoy es el día de la salud. Que, en política, significa que todo el mundo ha ganado. Bueno, todo el mundo, no. La excepción a este día de victorias son Eusko Alkartasuna y Ezker Batua. Parece claro que Ziarreta y Madrazo volverán a sus ocupaciones anteriores. El PSOE ha anunciado que deja manos libres a Patxi López para formar Gobierno y este que aspira a ser lehendakari. En la noche electoral, Basagoiti ya anunció que los votos del PP eran para Patxi, así que todo parece indicar que, por fin, se va a constituir un gobierno constitucionalista que regirá los destinos de la Comunidad los próximos cuatro años. Los socialistas han olvidado pronto aquello del “acuerdo entre diferentes” y, sobre todo, después de la debacle gallega, la cosa se ha quedado en un “quítate tu para ponerme yo” (que es de lo que se trataba).
Con las luces del día 2, se han ido aclarando algunas cuestiones. La primera es que el verdadero triunfador de las elecciones vascas ha sido Mariano Rajoy que, si ganase al PSOE en la europeas, vería despejado el camino a la Moncloa. No solo ha vencido a los socialistas, sino que, sin él, Patxi no puede ser lehendakari. De paso, ha acabado de enterrar a Esperanza Aguirre y a los aznaristas. Con esta perspectiva, no es de extrañar que, mientras Alfonso Alonso pedía la Diputación Foral de Araba, Antonio Basagoiti pedía en la COPE la entrada en el Gobierno, porque una cosa es la investidura y otra gobernar.
Artur Mas ya ha advertido que su partido (CiU) está en la oposición, porque “el PSOE ha querido que estemos en la oposición” y que, desde luego, no va a actuar como salvavidas de los socialistas (o podría convertirse en el salvavidas más caro de la historia de la navegación). Si, además, tenemos en cuenta que el PNV ya ha anunciado que si se consuma en frente anti-PNV se esfumará cualquier posibilidad de acuerdo con el PSOE en Madrid. De esta forma, es bastante difícil que se puedan aprobar los presupuestos de 2010, y podríamos encontrarnos ante un adelanto electoral.
Es cierto que como recordaban los voceros de los obispos –especialmente Jiménez Losantos, otro de los derrotados el domingo-, lo que se impone es un Gobierno de concentración (con referencia alemana incluida), pero esto no solo significaría el principio del fin de Zapatero (y el lo sabe), sino el apuntalamiento definitivo del invento de Rosa Diez.
Pues bien, todo lo anterior para que Patxi sea lehendakari. No está mal. Hay que reconocer que el PSOE es muy generoso con su sección vasca.
El PNV ha obtenido un resultado significativamente bueno. El mejor desde 1984. No hay que olvidar que, entonces, el censo era mucho más alto. Por otro lado, como recordaba Iñigo Urkullu, se está consolidando la cohesión interna y, por otro, se ha transmitido un mensaje de centralidad que, evidentemente, ha calado. En estos momentos, con 30 parlamentarios, quedarse en la oposición, no es lo peor que le puede ocurrir: el PSOE se queda solo gestionando lo peor de la crisis con el PP. Todo el desgaste será para los constitucionalistas.
Pero, además, se abre la oportunidad única para la reflexión, para profundizar en Think Gaur, en el Concierto Político y en la organización de un partido potente (quizá contando con los miembros de EA dentro de él) que pueda afrontar con éxito todos los comicios que vienen a partir de ahora (incluido un posible adelanto electoral).
Hay otro hecho importante para el PNV. La crisis de EA representa una oportunidad histórica para recomponer el centro nacionalista en un partido en que, como ha ocurrido siempre, quepan todos los de centro-izquierda, los de centro-centro y los de centro-derecha, mantener la división y tirar las piedras al tejado equivocado trae como consecuencia lo ocurrido el domingo. Se necesita un partido nacionalista fuerte, que sea la fuerza indispensable en el País.
Pero, el éxito del PNV tiene otros matices: ha ganado en Azpeitia, Zumaia, Busturia, Gautegiz de Arteaga, Mendexa, Muzkiz, Ondarroa, en Lazkao, en Elorrio, en Atxondo, en Gorliz, en Arrasate,… Pueblos donde funcionan o han funcionado coaliciones anti-PNV, regidos por gestoras (Ondarroa o Mendexa), donde trata de imponer su ley las plataformas anti-TAV y anti coque, los pueblos de Isaias Carrasco, de Inazio Uria o del joven de la maza,… Lo dicho, solo esperar.
Eso sí: hay una lección que sirve para todos. El nuestro es un país plural y se equivoca, sea quien sea, quien gobierne contra la otra mitad. Nos equivocamos unos y todo parece que se equivocarán los otros.