sábado, 28 de marzo de 2009

Cómo hemos llegado a esto (I)

Viernes, 11 de mayo de 2001

Aquel día, un buen amigo me llamó desde Madrid y me dijo: -“Lo que dice de verdad la escuesta del CIS es que el PNV ganará las elecciones y estará cerca de la mayoría absoluta. La participación va a ser altísima y la polarización, máxima”. La versión que manejaba Xabier Arzalluz y su círculo íntimo era exactamente la contraria. La información “buena” se la proporcionaba nada menos que el periodista Pablo Sebastián. Iñaki Anasagasti que, entonces, formaba parte de ese círculo recorría las distintas plantas de Sabin Etxea anunciando la debàcle.
Llamé a Iñaki Bernardo, que entonces era jefe de prensa del BBB y que se encontraba en el mítin de cierre de campaña, y le comuniqué lo de la encuesta del CIS. No sé si me creyó pero mi información actuó como un bálsamo en algunos. Claro que, además, los resultados fueron los que fueron.
La coalición PNV-EA obtuvo 604.222 votos, el 42,72 %, y los constitucionalistas 580.128, el 41,02 %. Mientras tanto, EH consiguió 143.139 votos, el 10,12 %, y EB, 78.862, el 5.58%. El resultado fue considerado en su momento como el mayor triunfo de la historia del nacionalismo vasco, atribuido en exclusiva a Juan José Ibarretxe. En aquel momento, había claves que no conocía y de las que hablaré luego.
La noche del 13 de mayo de 2001, mientras que Karmele Errazti, eufórica, gritaba in-de-pen-den-tzia. Xabier Arzalluz, congestionado, parecía haber salido de un ataque de ansiedad, como si se hubiese liberado de una intensa preocupación, y no era para menos. Ahora, sabemos que se había entregado la dirección del partido (el PNV) a Ibarretxe en un hecho sin precedentes.
La lectura triunfalista de los resultados de 2001 después de dos años durísimos tras la ruptura de la tregua impidió un análisis más realista de los mismos. Así, por ejemplo, Garaikoetxea ya había superado el 42 % en 1984 y la suma de votos PNV+EA rondaba ese porcentaje durante el periodo de Ardanza.O, dicho de otra manera, hay un voto fiel a unas ideas y a unas siglas, y no tanto a una persona.
Lo que ocurrió en 2001 es que los constitucionalistas estaban tan convencidos de su victoria que, al no conseguirla, se asimiló como una gran derrota, que fue mucho más sicológica que real. La diferencia fue de poco más de veinte mil votos, un 1.70 %.
Además, la victoria de nacionalismo no fue completa. Y es que, a pesar de que Ibarretxe había incorporado a su gobierno a Ezker Batua, no se alcanzaba la mayoría necesario para gobernar con tranquilidad. Aún así, se actuaba como si el triunfo hubiese sido total. Con la “gran victoria” de Ibarretxe, algunos tapaban el gran fracaso de Lizarra.

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