martes, 7 de abril de 2009

Como hemos llegado a esto III

"Sostenella y no enmendalla"

En enero de 2000, se celebró la III Asamblea General de EAJ-PNV. Para entonces, con el asesinato de un jefe militar en Madrid, ETA había roto definitivamente la tregua y, de paso, había hecho saltar por los aires el acuerdo de Lizarra-Garazi. A pesar de ello, no se modificó el texto de la Ponencia Polítca de este acuerdo que había sido redactado (y aprobado) cuando los “milis” seguían inactivos.
De esta forma, la oportunidad de hacer autocrítica debería llegar con la IV Asamblea General, en la ponencia política aprobada en la misma se dice lo siguiente: “Hoy sigue estando pendiente un análisis riguroso, critico y autocrítico de lo sucedido en periodo para que no se repitan los mismos errores”. No se debió considerar este hecho importante, porque, en la Asamblea General de 2007, desapareció cualquier referencia a Lizarra.
Juan María Ollora –que fue uno de los impulsores del acuerdo- definía, en su estrevista con María Antonia Iglesias, algunas de las carácterísticas del error del Lizarra: “se confunden y se mezclan tres planos: el de la consecución de una situación de pacificación con el de la normalización política y con la consecución de un proyecto político concreto”.
Todavía a finales de 2003, Egibar y sus seguidores estaban convencidos de que ETA militar retomaría la tregua. Durante un acto de la presentación del burukide guipuzcoano en el Batzoki de Markina, el ex alcalde de Ondarroa, Aitor Maruri, “anunció” la tregua para el Aberri Eguna de 2004. Y, claro, para enfrentar este periodo, solo Joseba Egibar –que había unido su suerte a la de Lizarra- podía encabezar el Euzkadi Buru Batzar. Pero, no solo no hubo tregua en Aberri Eguna, por un lado, los socialistas comenzaron sus contactos con la “izquierda abertzale”, y, por otro, el asunto de Lizarra se iba a convertir en un elemento de división interna.
En una reunión informativa celebrada en Sabin Etxea, se me ocurrió preguntar a Egibar sobre esta cuestión, y su respuesta fue clara: “Lizarra no es solamente la paz. Es mucho más. Estamos en Lizarra no solo por la paz”. No era aquel el mejor momento para seguir insistiendo. Si embargo, parecía claro que ese “sector” había apostado todo el capital a la acumulación de de fuerzas como única vía para alcanzar los últimos objetivos. Frente a esto quienes defendíamos la acumulación de votos y, sobre todo, la autonomía del PNV. No se podía actuar mirando todo el rato a un lado y a otro, pendiente de lo que dice o dejan de decir “amigos” y adversarios.
Pero, hay algo más, en algunos lugares, el PNV comenzó a ceder espacios, retirándose de cualquier pugna. El argumento es que “ya estaban ocupados por abertzales”. Lo importante ya no era el juego, sino los jugadores. Lo peor, sin duda, es que, además, en la partida no estaban todos los jugadores posibles.

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