domingo, 3 de mayo de 2009

El PNV en la oposición

El PNV está en la oposición. Fracisco J. Llera afirmaba en una entrevista publicada en el diario El Comercio, de Gijón, que este hecho se había producido porque “la sociedad vasca ha dado su apoyo mayoritario a un Gobierno autonomista”. Y esto no es cierto. La respuesta correcta es que “el Parlamento vasco ha dado un apoyo mayoritario” al pacto constitucionalista para desalojar a la mayoría nacionalista. Pero, bueno, esa va a ser la tónica del análisis académico en los próximos meses. El antinacionalismo no es nuevo se remonta a los tiempos de Balparda.
En estos momentos, el balance de 30 años de gobierno es más que positivo. Si el PSOE y PP son decididos autonomistas (si hacemos caso a la clasificación del profesor Llera Ramos), este es un logro del PNV. No es seguro que lo sean al 100 por 100 (el Estatuto está incumplido en partes esenciales). Y, si hoy estas fuerzas se declaran automistas es, como recuerdan Unzueta y Barbería (Cómo hemos llegado a esto) porque hay nacionalismo. El antiautonomismo (Rosa Diez) es insignificante. Así que se ha establecido un suelo mínimo que está mucho más alto que en 1936 o en 1976.
El Partido Nacionalista Vasco es ya la única fuerza que, desde 1936, y, salvo el periodo 1980-1986, ha gobernado siempre con diferentes. Gobernó con el PSOE entre 1936 y 1979 y, luego, entre 1986 y 1997, año en el que los socialistas (como recuerda Rosa Diez en el libro de Maria Antonia Iglesias) abandonaron el tripartito que presidía José Antonio Ardanza. Luego, gobernó con Izquierda Unida, al igual que, en estos momentos, está haciendo el PSOE en Asturias, Baleares o Catalunya.
Pero, además, el PNV ha logrado batir el récord de ser la fuerza más votada en unas elecciones autonómicas desde que se aprobó el Estatuto de Gernika, record que, hasta ahora, nadie ha logrado romper.
No es este, desde luego, el peor momento de la historia de EAJ. Desde mi punto de vista, hay otros tres de enorme trascendencia: el proceso de división interna que desemboca en la escisión de 1986, la marea antiPNV –con “postnacionalismo” incluido que siguió al asesinato de Miguel Angel Blanco- y, por último, el proceso de sucesión de Xabier Arzalluz al frente del EBB. Con 30 parlamentarios, un sólido anclaje en gobiernos territoriales y locales y convertido en (utilizando un simil futbolístico) fuerza desestabilizante en Madrid, la situación del PNV, por ejemplo, no tiene nada que ver con la del PSOE en 1996. Además, el PP tratará de no buscar confrontaciones traumaticas en un futuro inmediato. Quiere colocar a Mariano Rajoy en La Mocloa cuanto antes.A todo esto, se suma una situación económica calamitosa que, en el ámbito autonómico, deberá ser resuelta básicamente por el PSE y por el PSOE.
Es cierto que el PNV debe iniciar una profunda reflexión y, desde luego, una autocrítica sincera. Manteniendo una apuesta decidida por la democracia, la defensa de los derechos humanos y el respeto a los demás. La profundización del autogobierno a partir del suelo del pacto de 1979 sin recortes y el trabajo para que los vascos sean sujeto (y no objeto) de todas las decisiones que le afecten constituiría el segundo gran eje. El tercero debería ser el de reforzar la unidad interna y superar para siempre (y con generosidad) la escisión de 1986. Y el cuarto y último, hacer el mayor esfuerzo para mejorar los resultados actuales en los comicios municipales y forales. Por último, el PNV debe volver a ser una fuerza en la que pueda sentirse a gusto un amplio espectro de la sociedad vasca. Para todo esto, se cuenta con el mejor liderazgo posible.
Sería un error que el PNV trabajase para “desalojar” a Patxi López. La oposición es otra cosa. Se trata de presentar las mejores alternativas para ayudar a los vascos y trabajar para sustituir democráticamente al Gobierno constitucionalista.
Patxi López será el lehendakari del Gobierno vasco, que es una institución por la que el nacionalismo vasco ha trabajado durante casi cien años. El Lehendakari, el Gobierno, … trasciende a las personas. Si no entendemos ésto, estamos perdidos y habremos perdido el trabajo iniciado por Aguirre (y otros) en 1936.

sábado, 18 de abril de 2009

Enrabietados

Enrabietados”, “radicalizados”, “no saben perder”,…”si siguen así, estarán mucho tiempo en la oposición”,… “Ahora les toca a ellos (al PNV) apoyar”, eso sí, a un frente constitucionalista (PSE-PP) cuyo objetivo primero es “desalojar” al PNV de las instituciones y, el segundo, imponer a la mayoría social y política de la CAPV los principios recogidos en el documento firmado por el PSE y el PP en el Parlamento vasco. Y, no solo eso: se vuelve a colocar el nombre del Partido al lado del de ETA, y los “analistas” razonan que el rechazo de la ley de partidos es, casi casi, un apoyo a la acción terrorista.
Además, “resulta incomprensible que, por una ‘rabieta’ el PNV deje de apoyar en Madrid a José Luis Rodriguez Zapatero, con lo amigos que eran hasta hace poco”. Escuchar (o leer) a Ramón Jauregui, Miguel Buen o Leire Pajín sorprende cada día más. No está de más recordar algunas cuestiones básicas:
La ley de partidos es el resultado del pacto antiterrorista firmado por el PSOE y el PP que fue definido por alguien tan poco sospechoso como Felipe Gonzalez Marquez (en el famoso libro entrevista con Juan Luis Cebrián) como “acuerdo electoral” en cuyo preámbulo se habla más del PNV que de ETA.
Es cierto que la mayoría social y política vasca ha rechazado (y rechaza) esta norma impuesta desde “la mayoría central”, simplemente porque deja sin derecho a ser elegidos a ciudadanos inocentes que bien no ha sido condenados, o no tienen causa pendiente que restrinja sus derechos individuales. Todo ello sin olvidar que el hecho de rechazar la violencia, no significa nada (el PCTV y ANV “rechazan” la violencia y han sido ilegalizados). Si un ciudadano colabora de cualquier forma con el terrorismo debe ser detenido, procesado y, si es encontrado culpable, encarcelado.
No nos gusta la ley de partidos en su nacimiento, pero lo lógico es que su aplicación no se hubiese hecho, como así ha sido desde el principio, con cálculo electoral, y según cómo y cuándo. En 2005, como por arte de “birle-birloke”, apareció en Partido Comunista de las Tierras Vascas que evitó que la coalición de partidos encabezada por Juan José Ibarretexe alcanzase la mayoría absoluta (no nos podemos creer que ni el PSOE, ni los jueces, ni la FCSE se diese cuenta de que los del PCTV era los mismos jugadores que los de Batasuna, solo se habían cambiado la camiseta). Lo de las elecciones municipales, también tuvo su “aquello” (con ANV “renacida” presentándose aquí, pero no allí, tras un pacto, dicen, entre Egiguren, PSE, y Barrena , Batasuna).
Tras los “históricos” resultados obtenidos en las generales 2008, por el PSOE en la CAPV, alguien pensó que, ¡por fin!, Euskadi se había convertido al constitucionalismo. Y, sobre este triunfo, se montó el discurso de la campaña electoral. Un discurso que no se movió una micra tras la noche del 1 de marzo (aunque aquella noche…).
Aquella noche, EAJ-PNV obtuvo uno de los mejores resultados de su historia: 80.000 votos y cinco parlamentarios más que la segunda fuerza. Un resultado, por cierto, que no tenía nada que ver con el de 1986 (en el que el PSE obtuvo menos votos pero más parlamentarios que el PNV por el “efecto alavés”). Aquel año, el PSE no “regaló” nada, ya que, fracasado el intento de “desalojar” al PNV con ayuda de EA y EE, solo le quedaba la repetición de las elecciones y esto, como recuerda Txiki Benegas en el libro de María Antonio Iglesias, hubiese representado un fracaso. Así, la noche del 1 de marzo de 2009, el PSE-EE (PSOE) decidió –con todo el derecho del mundo- formar una mayoría parlamentaria con el PP para “desalojar” por fin al PNV. Se impondrá el cambio a una mayoría de ciudadanos vascos que no han votado “constitucionalista”. El documento firmado por el PP y el PSOE sigue la lógica del preámbulo del pacto antiterrorista,
Ante esto, el PNV no solo debía dejarse, sino que, además, debía apoyar a Patxi López sin reservas. Porque ellos (los socialistas) lo habían hecho antes. Claro que se olvidan que los apoyos no fueron gratis. Los nacionalistas apoyaban en Madrid las leyes y presupuestos de Zapatero (aunque no gustasen, y algunas leyes y presupuestos no gustaban nada). Por si alguien quiere recordar la transferencia de la investigación científico-técnica, no está mal repetir que, simplemente, se trata de cumplir una previsión del Artículo 10 de la ley orgánica 3/1979. Esto no cuenta. ¿O si?. Si José Luis Rodriguez Zapatero se va a la oposición, será porque no ha sabido consolidar una mayoría parlamentaria en Madrid (y mira que lo tenía fácil). Desde luego, en estos momentos, no tiene nada que ofrecer al PNV.
Yo no dudo PNV va a ejercer la oposición desde la responsabilidad, poniendo en primer lugar al País (y, sobre todo en momentos de crisis), pero ni se puede apoyar, ni tolerar ninguna agresión contra la mayoría social y política (perfectamente cuantificable), y , en el documento del pacto constitucionalista, ya surgen agresiones innecesarias contra esa mayoría social y política. No parece muy serio montar mayorías para “desalojar” al PNV y, luego, pedir que se sume a un proyecto cuya finalidad es aplastarle.
Ejercer la oposición no es estar “enrabietados”, ni “radicalizados”, simplemente, es hacer uso de un derecho democrático que, hasta la fecha, no está limitado por la ley de partidos. Zapatero y López han perdido la oportunidad de consolidar mayorías, suficiente en Madrid e incontestable en Euskadi. ¿La razón?. Ellos sabrán.

martes, 7 de abril de 2009

Como hemos llegado a esto III

"Sostenella y no enmendalla"

En enero de 2000, se celebró la III Asamblea General de EAJ-PNV. Para entonces, con el asesinato de un jefe militar en Madrid, ETA había roto definitivamente la tregua y, de paso, había hecho saltar por los aires el acuerdo de Lizarra-Garazi. A pesar de ello, no se modificó el texto de la Ponencia Polítca de este acuerdo que había sido redactado (y aprobado) cuando los “milis” seguían inactivos.
De esta forma, la oportunidad de hacer autocrítica debería llegar con la IV Asamblea General, en la ponencia política aprobada en la misma se dice lo siguiente: “Hoy sigue estando pendiente un análisis riguroso, critico y autocrítico de lo sucedido en periodo para que no se repitan los mismos errores”. No se debió considerar este hecho importante, porque, en la Asamblea General de 2007, desapareció cualquier referencia a Lizarra.
Juan María Ollora –que fue uno de los impulsores del acuerdo- definía, en su estrevista con María Antonia Iglesias, algunas de las carácterísticas del error del Lizarra: “se confunden y se mezclan tres planos: el de la consecución de una situación de pacificación con el de la normalización política y con la consecución de un proyecto político concreto”.
Todavía a finales de 2003, Egibar y sus seguidores estaban convencidos de que ETA militar retomaría la tregua. Durante un acto de la presentación del burukide guipuzcoano en el Batzoki de Markina, el ex alcalde de Ondarroa, Aitor Maruri, “anunció” la tregua para el Aberri Eguna de 2004. Y, claro, para enfrentar este periodo, solo Joseba Egibar –que había unido su suerte a la de Lizarra- podía encabezar el Euzkadi Buru Batzar. Pero, no solo no hubo tregua en Aberri Eguna, por un lado, los socialistas comenzaron sus contactos con la “izquierda abertzale”, y, por otro, el asunto de Lizarra se iba a convertir en un elemento de división interna.
En una reunión informativa celebrada en Sabin Etxea, se me ocurrió preguntar a Egibar sobre esta cuestión, y su respuesta fue clara: “Lizarra no es solamente la paz. Es mucho más. Estamos en Lizarra no solo por la paz”. No era aquel el mejor momento para seguir insistiendo. Si embargo, parecía claro que ese “sector” había apostado todo el capital a la acumulación de de fuerzas como única vía para alcanzar los últimos objetivos. Frente a esto quienes defendíamos la acumulación de votos y, sobre todo, la autonomía del PNV. No se podía actuar mirando todo el rato a un lado y a otro, pendiente de lo que dice o dejan de decir “amigos” y adversarios.
Pero, hay algo más, en algunos lugares, el PNV comenzó a ceder espacios, retirándose de cualquier pugna. El argumento es que “ya estaban ocupados por abertzales”. Lo importante ya no era el juego, sino los jugadores. Lo peor, sin duda, es que, además, en la partida no estaban todos los jugadores posibles.

domingo, 29 de marzo de 2009

Cómo hemos llegado a ésto (II)

El aro de Chiberta

Me llamó Gorka Agirre para pedirme que asistiese a una mesa redonda en la Biblioteca de Bidebarrieta en Bilbao. El tema era Chiberta o, para ser más preciso, una reflexión sobre lo ocurrido en 1977 cuando Monzón y los milis convocaron a las fuerzas abertzales y a los carlistas para boicotear las primeras elecciones que debían celebrarse después de cuanrenta ños de dictadura militar. Para los impulsores de aquello, la reunión de Chiberta fue un rotundo fracaso. Para la mayoría de los convocados, una anécdota de las tantas que se producían en aquellos días. Referencias a este asunto, aparecen en la tesis de Jokin Apalategi (Los vascos de la nación al estado. Con prólogo de Argala) y en Las Memorias del KAS de Natxo Arregi.
En la Mesa redonda, estuvimos Joseba Egibar y yo, por parte del PNV, José Luis Elkoro y Arnaldo Otegi, por parte de EH. De moderador, actuó Mariano Ferrer. Estaba claro que, en aquel acto, los de EH querían presentar Chiberta como el precedente de Lizarra y, sobre todo, la gran demostración de que los milis siempre habían tenido razón. Las cosas que dijo Otegi sencillamente no eran ciertas. Cuando yo intentaba matizar, José Luis Elkoro me matizaba a mi. Y así pasamos un buen rato. Eso sí. Fue imposible decir nada que se saliese del discurso prediseñado.
Los promotores de Chiberta pretendían, además de boicotear las elecciones (con el pretexto de que no se cumplían las exigencias de la Alternativa KAS, “revitalizar” el Gobierno vasco en el exilio, dando entrada a las organizaciones de KAS y con Telesforo Monzón como lehendakari. Ocurrió que las exigencias básicas de KAS comenzaron a cumplirse en los meses siguientes (la redacción de un estatuto de autonomía, la amnistía total,…). Los milis y EHAS-HASI, como dejó escrito Mario Onaindia, se quedaron “colgados de la brocha”.
Lizarra se vendió a la afiliación del PNV, conmocionada por el asesinato de Miguel Angel Blanco y todo lo que siguió luego, como el colchón que permitiese el aterrizaje de ETA y lograr la paz. El colchón era, claro, un acuerdo entre abertzales que debía extenderse a las demás fuerzas políticas, siguiendo en parte el modelo irlandés.
Al margen de otras consideraciones, en Lizarra, el PNV cedió a EH-Batasuna la iniciativa política y hasta el lenguaje (se generalizó rápidamente la terminología enrevesada de la sociología marxista más trasnochada). Los presión (através de iniciativas cotidianas y disparatadas) de EH-Batasuna en pueblos y ciudades a través de Lizarra-Txiki era insoportable.
Los resultados de la operación no pudieron ser más positivos para la autodenominada izquierda abertzale: estaba logrando minar la hegemonía del PNV en el campo nacionalista. Tanto desde el punto de vista institucional como electoral. En los comicios de 1998 y 1999, lo que avanzaba Euskal Herritarrok, lo retrocedía el PNV. Y era lógico la percepción en muchos era que este último partido había cedido la iniciativa a EH. Eso sí: todo se justificada en el fin supremo de la paz.
Pero esto no era solo lo peor. A principios de 1999, se intensificaron las acciones de kale borroka, mientras trascienden numerosos casos de extorsiones a empresarios (el impuesto revolucionario). Daba la impresión de que el “colchón” de Lizarra se estaba endureciendo.
Cuando algunos comenzamos a pedir explicaciones (yo publiqué el primer artículo crítico a princpios de 1999, lo que constó una reprimenda), se nos dijo (Egibar, en una asamblea del PNV) que Lizarra no era solo la paz. Que era algo más. ¿Chiberta?.

sábado, 28 de marzo de 2009

Cómo hemos llegado a esto (I)

Viernes, 11 de mayo de 2001

Aquel día, un buen amigo me llamó desde Madrid y me dijo: -“Lo que dice de verdad la escuesta del CIS es que el PNV ganará las elecciones y estará cerca de la mayoría absoluta. La participación va a ser altísima y la polarización, máxima”. La versión que manejaba Xabier Arzalluz y su círculo íntimo era exactamente la contraria. La información “buena” se la proporcionaba nada menos que el periodista Pablo Sebastián. Iñaki Anasagasti que, entonces, formaba parte de ese círculo recorría las distintas plantas de Sabin Etxea anunciando la debàcle.
Llamé a Iñaki Bernardo, que entonces era jefe de prensa del BBB y que se encontraba en el mítin de cierre de campaña, y le comuniqué lo de la encuesta del CIS. No sé si me creyó pero mi información actuó como un bálsamo en algunos. Claro que, además, los resultados fueron los que fueron.
La coalición PNV-EA obtuvo 604.222 votos, el 42,72 %, y los constitucionalistas 580.128, el 41,02 %. Mientras tanto, EH consiguió 143.139 votos, el 10,12 %, y EB, 78.862, el 5.58%. El resultado fue considerado en su momento como el mayor triunfo de la historia del nacionalismo vasco, atribuido en exclusiva a Juan José Ibarretxe. En aquel momento, había claves que no conocía y de las que hablaré luego.
La noche del 13 de mayo de 2001, mientras que Karmele Errazti, eufórica, gritaba in-de-pen-den-tzia. Xabier Arzalluz, congestionado, parecía haber salido de un ataque de ansiedad, como si se hubiese liberado de una intensa preocupación, y no era para menos. Ahora, sabemos que se había entregado la dirección del partido (el PNV) a Ibarretxe en un hecho sin precedentes.
La lectura triunfalista de los resultados de 2001 después de dos años durísimos tras la ruptura de la tregua impidió un análisis más realista de los mismos. Así, por ejemplo, Garaikoetxea ya había superado el 42 % en 1984 y la suma de votos PNV+EA rondaba ese porcentaje durante el periodo de Ardanza.O, dicho de otra manera, hay un voto fiel a unas ideas y a unas siglas, y no tanto a una persona.
Lo que ocurrió en 2001 es que los constitucionalistas estaban tan convencidos de su victoria que, al no conseguirla, se asimiló como una gran derrota, que fue mucho más sicológica que real. La diferencia fue de poco más de veinte mil votos, un 1.70 %.
Además, la victoria de nacionalismo no fue completa. Y es que, a pesar de que Ibarretxe había incorporado a su gobierno a Ezker Batua, no se alcanzaba la mayoría necesario para gobernar con tranquilidad. Aún así, se actuaba como si el triunfo hubiese sido total. Con la “gran victoria” de Ibarretxe, algunos tapaban el gran fracaso de Lizarra.

LA RESPONSABILIDAD DEL PNV

Resulta sintomático poder leer estos días el acopio de argumentos por parte del diario El Pais para justificar el Gobierno constitucionalista. Sus mejores articulistas han tejido un argumentario de explicaciones, en algunos casos, hasta divertidas. Por ejemplo, quienes seguimos a Patxo Unzueta desde hace treinta años sabemos de su querencia por las encuestas. Las encuestas han formado parte esencia de su argumentario. Siempre en la misma dirección, claro. Pero, las cosas han cambiado. Y así, las encuestas que decían que la opción que la opción PSE-PP era la menos desada por la ciudadanía vasca, acaba matizándose. “Hombre, claro, ya se sabe…”, argumentos poco científicos para alguien como Patxo. El colofón a este argumentario es el editorial de El País del sábado en el que se reconoce que, al final, lo que proponía Patxi no va a ser posible, pero nos ofrece un corolario: “El cambio es expresión de la pluralidad vasca y merece ser apoyado por quienes piensan que no hay democracia sin posibilidad real de alternancia”. ¿Cómo se debe entender esto? ¿No es demócrata quien no apoye un Gobierno PSE-PP? ¿Qué es expresión de la pluralidad? ¿Que una mitad (la constitucionalista) gobierne frente a la otra (nacionalista vasca)?. En este sentido, resulta más creíble Aurelio Arteta. ¿Un frente constitucionalista? Claro que si.
Pero, todo esto forma parte del paisaje. Lo mismo que hacer recaer el éxito o el fracaso del invento en el PNV. ¿Cuál sería su responsabilidad? Se va a la oposición, “y no pasa nada”. Pero, se va a la oposición. ¿Con qué fin? ¿Con qué fin hace oposición el PP en Madrid? Se trata de sustituir al Partido gobernante mediante el desgaste y la crítica política (lo que se puede hacer de múltiple formas). Si, como dice El Pais en su editorial, el nuevo gobierno cuenta con “mayoria absoluta de la Cámara”, ¿para que se necesita a los nacionalistas?
Debe necesitarlos para algo porque José Antonio Pastor ha hablado del peligro de que el PNV se convierta en una fuerza “marginal” en Madrid o de la poca credibilidad de su “nueva” oposición a Zapatero. ¿Qué debería hacer el PNV cuando te “desalojan” (sic) democráticamente, eso sí? ¿Cuál es la razón por la que el PNV deba apoyar ahora a Zapatero?
Ahora, en serio. Si hubiese que elegir un momento para que el PNV se fuese a la oposición es este. El Partido ha recuperado gran parte de su espacio electoral, además, consolidada la unidad interna, tiene un año y medio para preparar las elecciones municipales y forales en las mejores condiciones, ya que el mayor desgaste por la crisis y las dificultades para hacer “política de izquierdas” se va a producir en el pacto constitucionalista. Todo ello sin obviar la situación del Gobierno central, bastante delicada, por cierto.
Siempre queda la amenaza alavesa, eso que El País llama “elemento de presión”. Es decir,” si los nacionalistas no colaboran, les quitamos la Diputación de Araba”. Claro que el PP quiere la institución foral ya por ser la primera fuerza (“para que se visualice el cambio”). ¿Y el PSOE?. Amén de que se radicalizaría el frente constitucionalista, Zapatero quedaría al albur de unos pocos escaños y Lascoz en manos del PP.
Lo dicho. En estos momentos, la principal (y única) responsabilidad del PNV es, primero, gobernar con inteligencia los territorios y preparar con esmero las elecciones municipales. Desde junio, en el Gobierno de la Comunidad Autónoma del Pais Vasco, ya no tendrá ninguna. Aquí son el PSE y el PP quienes deben sacar adelante la cosa. En PNV está en la oposición. Y no pasa nada.

jueves, 19 de marzo de 2009

LA ESTABILIDAD

Creo que he leído casi todo lo que se ha publicado desde el 1 de marzo en relación con las elecciones autonómicas. En casi todo lo publicado, se coloca la carga de la prueba en el PNV. En estos días, se le ha acusado de todo: de “rabietas”, de “no saber perder”. Sin embargo, yo tengo para mi que, desde el día en que la delegación socialista salió de Sabin Etxea, los nacionalistas interiorizaron que Patxi sería lehendakari con el apoyo del PP. Lo que no tengo tan claro es si los socialistas interiorizaron las consecuencias 1ue el pacto constitucionalista iba a traer para el Gobierno central.
Txiki Benegas vuelve a hablar del “sacrificio generoso” del él y su partido en 1986. Sacrificio que no fue tal porque, como él mismo ha reconocido en otro lugar, tras haber fracasado en su intento de pactar con EA y EE para desplazar al PNV, su única opción era la de repetir las elecciones. Y, entonces, se pactó con la fuerza más votada (aunque, es cierto, tuviese menos parlamentarios). No fue un regalo. Pero, hay más.En 1986, Felipe Gonzalez gobernaba en Madrid desde una comodísima mayoría absoluta, que no es el caso de José Luis Rodríguez Zapatero en marzo de 2009.
¿Resulta tan raro pensar que, por ejemplo, un buen acuerdo para los socialistas hubiese sido el recogido en el documento entregado a la delegación del PSE por parte de Iñigo Urkullu y, al mismo, garantizar la estabilidad del Gobierno central hasta 2012 por parte del PNV?. Por otro lado, recordando el artículo de Benegas, ¿había por parte del PSE alguna remota intención de integrar al PNV en su Gobierno como ocurrió en 1986?. ¿Hasta que punto pueden los socialistas vascos aislarse de lo que ocurra a sus compañeros en Madrid?. ¿Están seguros que el PP no va a utilizar todos los resortes para desplazar a Zapatero?. Y otra pregunta, con 38 parlamentarios constitucionalistas, y si Josu Jon Imaz hubiese encabezado la candidatura, ¿quién optaría finalmente a la Lehendakaritza?. Yo estoy convencido que sería Patxi.
Por otro lado, lo que vamos conociendo del acuerdo de gobierno PSE-PP y las lógicas aspiraciones de Basagoiti, garantiza la oposición de la mayoría nacionalista el tiempo que dure esta legislatura. Hay ya quien vincula su duración a lo que pueda resistir José Luis Rodríguez Zapatero en la situación de precariedad en la que se encuentra. Pero, esta es otra historia.
Vuelvo al artículo de Benegas. Recuerda que, en 1986, la solución se produjo pensando en que “el Pais Vasco necesitaba un Gobierno estable y que también que el PSE debería estar en él”. ¿Pensaban en 2009 que, para conseguir esa estabilidad el PNV debería estar en el Gobierno?. Asimismo, pensaban en la estabilidad del Gobierno central. La respuesta es “no” en ambos casos.
Zapatero tiene ante sí unos meses durísimos. Debe ganar las elecciones europeas y conseguir unos presupuestos “sociales”. Y, mientras tanto, tiene que solucionar, en medio de una crisis económica galopante, el espinoso asunto de la financiación catalana. Los catalanes están en pie de guerra y el pase a la oposición de Montilla sería letal. Jordi Juan señalaba en La Vanguardia (16 de mayo) que “el vuelco del 1-M ha sido tal que en el PP pronostican que Zapatero no podrá aguantar toda la legislatura sin apoyos y tendrá que convocar elecciones anticipadas. Tampoco están muy interesados en hacer un pacto con el Gobierno”. Está claro que, si Zapatero pasase a la oposición, como dice Patxi López, “no pasa nada”.
Un acuerdo con el PNV, como ha quedado dicho, hubiese garantizado la estabilidad del Gabinete Zapatero hasta el final de la legislatura, pero se ha optado por “desalojarlo de las instituciones”. Ahora, desde algunos medios conservadores (claro) se pide un pacto de estabilidad PP-PSOE. El abrazo del oso.