jueves, 16 de septiembre de 2010

Reflexión sobre nuestros errores

Dos de los momentos más duros que me ha tocado vivir fueron los asesinatos de Gregorio Ordoñez y de Miguel Ángel Blanco. La noticia del primero me sorprendió en la redacción de Deia, en Bolueta. No había explicación posible. Cuando alguien trató de analizar lo sucedido, salí de la sala. Ordoñez, que no me caía bien por su forma de manejarse, era un representante del Pueblo Vasco. En este caso, de los ciudadanos de Donostia.
No había análisis posible: era un crimen execrable y cruel que también me afectaba a mi de forma directa. Lo de Miguel Ángel Blanco fue aún peor. Envié un carta a los medios (solo apareció en El Correo). Recordaba que mi tío, Domingo San Sebastián Lapeyra, coadjutor-organista de la parroquia de Ermua, junto con el vicario, don Críspulo Salaberria, había salvado la vida gracias a la intervención de algunos (pocos) carlistas ermuarras. Así, de dos condenas a muerte que pedía el fiscal militar, se pasó a 25 años de destierro en Asturias.
Surgió el “espíritu de Ermua” que, básicamente, envolvió a una de las campañas más brutales contra el PNV. Jon Juaristi llegó a escribir que el responsable del asesinato de Blanco Garrido había sido Sabino Arana. Yo me había criado en “otro espíritu de Ermua”. Don Críspulo y don Domingo dedicaron los meses de la guerra a proteger a las gentes de derechas (ocultándolos en caseríos de confianza). Cuando entraron los requetés y comenzó la represión, mi tío, desde el púlpito, recordó el Evangelio y que Jesús, ante la ofensa, ponía la otra mejilla. No le dejaron acabar la Misa. Lo bajaron de mala manera del púlpito y se lo llevaron.
Primero estuvo en el Carmelo y, a tener petición de pena de muerte, lo trasladaron a Larrínaga. De allí, a Asturias –pudo ir a Cuba donde un primo, Segundo Cazalis, le había conseguido acomodo- junto a otros curas vascos (iban a sustituir a los fusilados por los republicanos). Su testimonio se encuentra, por cierto en los archivos del Vaticano (fue localizado por Iñaki Goiogana). En Asturias, hizo amistad con numerosos socialistas (como él, del bando “perdedor”) y se dedicó con todas sus fuerzas a ayudar a los más desfavorecidos. Primero, a los derrotados y, luego, a los primeros inmigrantes que llegaban a trabajar en Ensidesa. Regresó a Lekeitio y, siguió, como era norma, haciendo el bien, siendo consecuente con el Evangelio. Así que, cuando un día la Guardia Civil de Ondarroa, en plena dictadura, pidió un cura para decir Misa el día de la Patrona, al negarse a hacerlo los curas del pueblo, mi tío no lo dudó. “No se le niega a nadie la Palabra”, y fue. No se quedó a los “pintxos” pero los guardias tuvieron la Misa como Dios Manda. Y él era uno más. Es cierto que luego uno tiene que leer “La Tribu Atribulada” y la sucesión de idioteces que aparecen en esta cosa de Juaristi (aquí erró).
Pues eso. Tras el asesinato de Miguel Ángel Blanco, muchos estaban convencidos que había llegado el momento de ajustarle las cuentas al PNV. Comenzó una campaña en la que, cada vez que aparecían las siglas de ETA, a continuación le seguían las del PNV. Lo que dio lugar un encontronazo con Patxo Unzueta. Algunos se asustaron. Desde los días de la escisión, no antes, se vendía la especie de lo único que nos separaba de ETA (y HB) eran los medios. Otros recordaban que, en Israel, los terroristas del Irgun (los que volaron el Hotel Rey David de Jerusalén) no solo acabaron en el Gobierno, si no que a uno de ellos, Menahem Begin, le dieron el Premio Nobel de la Paz. Incluso alguno estaba convencido que el “secante” posible de ETA era el Partido. Y, por supuesto, los defensores del “caladero de votos” (quienes defendían que nuestros votos estaban en los “descontentos” de la autodenominada “izquierda abertzale”). Participé en una reunión durísima en el batzoki de Gernika. Durante la misma, descubrí el temple de Iñigo Urkullu.
Luego, tras el calvario que siguió a la ruptura de la tregua, quedó claro que, con un mensaje firme frente a cualquier tipo de violencia (sin matices), deberíamos preocuparnos no tanto de ETA (derrotada social y electoralmente) sino quienes constituían el principal obstáculo para el autogobierno. Es decir, el llamado ya “constitucionalismo”: el PSOE y el PP. En mayo de 2001, el Estatuto de Autonomía seguía incumplido en partes esenciales. Y los responsables eran, precisamente, quienes Paco Llera caracteriza como “autonomistas”. Son aquellos siguen sin darse cuenta que en la raíz del problema vasco está en la enfermiza incapacidad del Estado español de cumplir sus propias leyes. No se cumplieron las leyes abolitorias de 1839, de 1876, la paccionada de 1841 y, por supuesto, la ley orgánica 3/1979 (el Estatuto de Gernika). Sorprende escuchar a Rajoy advirtiendo a Rodríguez Zapatero sobre transferir unas competencias recogidas en una ley orgánica. O la supina ignorancia de muchos “tertulianos” que agitan el espantajo de la “caja única”. Traté de resumir ambas cuestiones en un artículo y, casi inmediatamente, aparecieron exégetas y analistas que no acertaron ni una. Me sorprendió bastante las “conclusiones” que obtenía de mis palabras Gregorio Morán en su prólogo-“me había equivocado”- a la reedición de su librito (así lo calificaba en su “Testamento vasco”) Los españoles que dejaron de serlo.
En los últimos veinticinco años, el PNV ha cometido muchos errores (¿quién no los comete?). El primero (y más grave) fue mantener tras la escisión una estrategia de complementariedad. Esto es especialmente claro en Gipuzkoa. Para concentrarse tanto en la gestión como en otras cuestiones de índole diversa, se renunciaba a ocupar espacios de poder, ciudadanos, etc. Porque ya estaban asegurados por “abertzales” (autodenominados “abertzales”). Lo que, en un primer momento, podría explicarse por la dureza con que golpeó la escisión en este territorio, se convirtió en norma y, hoy, es una especie de déjà vu.
Relacionado con el anterior, el segundo error es (ha sido) el de mirar constantemente a lo que pueda hacer la denominada “izquierda abertzale” y, sobre todo, insistir en la acumulación de fuerzas (que acaban desdibujando el mensaje político: el PNV no es solo un partido abertzale. También es un partido democrático y social-cristiano, si quiere) frente a la acumulación de votos. Y esa fue la gran lección del 13 de mayo de 2001. Frente al terrorismo etarra, por un lado, y la ofensiva del “espíritu (revanchista) de Ermua”, se respondió (y se derrotó a unos y otros, incluidos los poderosos medios de comunicación de la época) con votos.
El tercer error tienen que ver, por un lado, con los personalismos (especialmente, los que arrastran a muchos, en ocasiones sin convicción, otras veces por ignorancia). Si se piden explicaciones, por ejemplo, la cosa acaba en “lo personal”. El libro de Imanol Murua (Loiolako Hegiak) sobre la última tregua y negociaciones ha dejado cuestiones sobre la mesa que alguien deberá aclarar algún día. Por ejemplo, cual era el valor auténtico de los tres votos de Batasuna al llamado “plan Ibarretxe”. ¿Por qué se puso en marcha ese proceso (el del Nuevo Estatuto) estando en marcha el “de Loiola”?.
Pero, en estos momentos, resultaría suicida volver a las andadas tras la filípica de los tres encapuchados en la BBC. ETA militar y Batasuna tienen que ver como solucionan la cosa. Y va a ser complicado. A los primeros, solo les queda negociar armas por presos. A los segundos, sino los “milis” no para siempre, deberán optar por la ruptura y la marginalidad. Y aún así, incluso si rompen, van a tener que aprender a hacer política, y les llevará tiempo porque llevan un retraso de treinta y tres años y cuatro meses.
El cuarto error tiene que ver con la fragmentación interna. De ahí la importancia de la reunificación del PNV. Una tarea que no puede ser demorada.
La vuelta de Batasuna no abre para el PNV ningún escenario especial. No debería abrirlo. Batasuna, HB, EH,… ya ha participado (durante muchos años) en el juego político y, hoy por hoy, no parece una fuerza capaz de solucionar problemas esenciales del país: desde la recuperación económica, creación de empleo y nuevas empresas, diversificación de mercados, impulso a la iniciativa privada y la inversión,…mejorar las condiciones de vida y trabajo,… Las ocurrencias de Txelui Moreno van más dirigidas a motivar a su parroquia que a otra cosa. Como ocurriera en 1977, el PNV –un partido reforzado por la reunificación- debe optar por seguir su propio camino, sabiendo, además, que las “izquierdas abertzales” acaban basculando, antes o después en la “izquierdas”: Cataluña o Donostia son buenos ejemplos.
Treinta y tres años y cuatro meses debe habernos servido para aprender sobre todo una lección: que los “malos” no fueron Gregorio Ordóñez o Blanco

EL PNV DEBE REUNIFICARSE CUANTO ANTES

¿Por qué no se reunifica el Partido Nacionalista Vasco?. ¿Qué se lo impide?. ¿Compensa el mantener siglas y divisiones en torno a una misma idea?. ¿Cuál el problema?. ¿Sería grave plantear una reunificación?. Yo creo que ha llegado el momento en plantear esa reunificación. Hacerlo en serio. Recuperar el impulso de los 70 y el espacio de los 80. Solo se necesitan unas dosis de generosidad, patriotismo, realismo y querer. Y quien no quiera, deberá explicarlo, mucho y bien.
Durante las últimas semanas, he hablado con mucha gente. Con aquellos que, por edad, sufrieron los días de la escisión (por ambas partes). Con otros más jóvenes. Les he hablado de este artículo y las ha parecido que es el mejor momento. También he contactado con colegas que siguen desde hace años la actualidad política y casi todos (no todos) han reconocido que la tesis “hay votantes de EA que nunca votarían al PNV” no se sostiene. Y no solo eso, hay quien asegura que los principales defensores de esta teoría son dirigentes del PNV. Es algo que yo cuestiono, pero que está ahí.
Andoni Ortuzar, con razón, señalaba que, en posibles acuerdos electorales, habría que medir la representación de cada cual (se refería en esta caso a H1). Pero, en una reunificación orgánica, además de la representación institucional, están los afiliados. Combinando ambas cuestiones, debería iniciarse un proceso que debe desembocar en una Asamblea General de reunificación. Por ejemplo, el modelo de proceso que desembocó en la Asamblea de Bergara de 1930 en la que se reunificaron la Comunión Nacionalista y el Partido Nacionalista tras una escisión que duró casi una década. Aunque no se evitó el nacimiento de Acción Nacionalista Vasca, ni algunas veleidades por parte de minorías (como las agrupadas en torno a “Jagi-Jagi”), el nacionalismo unido inició una etapa de desarrollo sin precedentes, convirtiéndose en eje de la política vasca al final del periodo republicano (1936).
En 1977, se produjo un fenómeno inesperado (para muchos). Por un lado, funcionó la “memoria histórica”. Por otro lado, los partidos “históricos” habían renovado su dirección y su discurso. Aparentemente, el franquismo se evaporó mientras que partidos y organizaciones que habían jugado su papel protagonista durante la dictadura pasaron a un segundo plano (quedando, incluso, al borde de la extinción).
El PNV, uno de esos partidos históricos, había actualizado sus planteamientos políticos y, al mismo tiempo, rejuvenecido sus cuadros dirigentes. Y eso le convirtió en la fuerza hegemónica en el campo político y social, e indispensable en la actividad democrática. ¿A quién benefició (beneficia) la escisión?.
El PNV debe olvidarse de pescar en no-se-qué caladeros para crecer. Puede aspirar a los máximo pescando en su propio caladero. Ese caladero troceado y poco cuidado. Debe dejar de escuchar cantos de sirena del tipo: “¿Para qué queremos reunificarnos, para ser un CiU?. Para algunos, solo valen uniones estratégicas con determinadas fuerzas cuya finalidad (confesada) es acabar con el Partido. Tengo la impresión que, para algunos de entre nosotros, no interesa nada un partido fuerte, unido y presente en los pueblos y aldeas del País.
Seguramente, los expertos en reglamentos pondrá todo tipo de objeciones, pero, como primer paso, dejaría sin efecto todas y cada una de las medidas disciplinarias tomadas por las diferentes instancias desde 1977 hasta hoy. De la misma forma, invitaría al próximo Alderdi Eguna a los dirigentes del Partido expulsados o “disueltos”. Y si no viven, pues a sus familias. Por citar a algunos más cercanos: ¿no pasarían un buen rato en Foronda Antón Ormaza, la familia de Sabin Zubiri, Jon Castañares, los Oregi,…?.
A estas alturas, los ciudadanos, más que uniones “estratégicas” o “frentes” de cualquier pelo, quieren partidos sólidos, con gente preparada, con ideas capaces de sacar adelante los problemas de cada día y dar respuesta a las aspiraciones (las que fuesen) de sus ciudadanos.
El Partido Nacionalista Vasco-Euzko Alderdi Jeltzalea debe reunifircarse hoy mejor que mañana.

domingo, 7 de marzo de 2010

Bilbao y las tierras vascas

Hace unos días leí unas declaraciones del alcalde Odón Elorza en las que, para justificar el que no se invirtiese en el Guggenhein Urdaibai y sí en los proyectos de su ciudad, apelaba al “sentido de país” de los demás, que deberían renunciar a los suyos (proyectos), alimentando una especie de agravio provincialista sin especial sentido en los tiempos que corren. Sin embargo, está demostrado que, si a Bilbao le va bien, también le va bien a Donostia y a lo que Dana Facaros y Michael Pauls autores de la guía Cadogan llaman “tierras vascas”. Parace claro, además, que, en los tiempos que corren, resulta más rentable concentrar la inversión en grandes proyectos que fragmentarlos en iniciativas de interés local. Y, guste o no a don Odón, donde, a pesar de todo, hay más recursos económicos y financieros, es precisamente en Bilbao.
Desde el punto de vista económico, las “sugerencias” de Elorza presentan cuestiones matizables. Por ejemplo, no hay que olvidar que Bizkaia aporta al Producto Interior Bruto (PIB) de la Comunidad Autónoma del Pais Vasco más del 50 % (50,8) frente al 32,3 % de Gipuzkoa. Gipuzkoa –y, sobre todo, la capital de este último territorio- recibe cantidades importantes de recursos públicos (autonómicos)para actividades y recursos culturales diversos: desde el Festival de Cine, la Orquesta Sinfónica de Euskadi, la Quincena, la Filmoteca, el Festival de Jazz, Tabacalera, San Telmo, Biblioteca Nacional… Sería interesante conocer, por un lado, la aportación de todos estos elementos al PIB vasco (sí se conoce lo que aportan el Guggenhein o el Euskalduna) y cuánto dinero “vizcaino” se va a la financiación de actividades e infraestructuras culturales en Donostia. Sin embargo, esta no es la cuestión.
Yo, que no tengo antepasados bilbainos y sí un bisabuelo donostiarra y solía cantar aquello de “No somos de Bilbao, ni puta falta que hace…”, estoy convencido que el futuro de las tierras vascas pasa por convertir a Bilbao, su Río y su hinterland en el eje y referencia cultural, social y económico (ya lo es desde el punto de vista urbanístico) del Arco Atlántico entre Brest y Oporto. Para ello, no solo es vital la ampliación del Guggenhein a Urdabai, sino que, en el medio plazo (una década), hay que ampliar el excepcional Museo de Bellas Artes y comenzar a pensar en el Tercer Museo (¿porque no la franquicia del Hermitage de San Petersburgo en Zorrozaurre?). Esto habría que vincularlo a ocho bienales (cuatro más cuatro) de gran “tirón” internacional. Todo lo anterior debería complementarse con un Jardín Botánico en la Margen Izquierda (¿Sestao?)siguiendo el modelo de la Glass House de Norman Foster.
Bilbao debe convertirse en ciudad universitaria (ya no del estilo de Santiago, Salamanca o Valladolid, sino de grandes capitales europeas). Sería muy importante crear un entorno atractivo, con residencias, apartamentos asequibles, … que lo conviertan en un punto de referencia y encuentro de la ciudad. No solo para estudiantes, también para visitantes. Todo es rentabilizable.
La industria, la innovación y la investigación son elementos esenciales: el impulso de sinergias entre los parques tecnológicos, el nuevo Campus de San Mamés (que debería ampliar sus especialidades, por ejemplo a Ingeniería Naval), el Automotive Intelligence Center,… invitando a centros e investigadores, de Bretaña, Aquitania, Norte de Portugal,…ayudaría a lanzar al conjunto del Arco Atlántico.
A uno le molesta bastante que el primer edil donostiarra afirme sin despeinarse (perdón por el chiste) que “el país no puede permitirse tantos lujos”, refiriéndose al proyecto de Bizkaia, cuando en la misma información habla del Museo San Telmo y de la Casa de la Paz en el Palacio de Ayete(es cierto que esta última, parece, se financiará única y exclusivamente con recursos donostiarras) que no son “lujos” (esto se parece mucho al chiste, esta vez si, de la moto del comunista: todo es de todos menos la moto que “es mia”).
Bilbao, su ría y su hiterland no pueden detenerse ahora (mucho menos, ahora). De que siga adelante, dependen del futuro de las tierras vascas (incluida Donostia) y, seguramente, del Eje Atlántico. Uno no puede detenerse por localismos trasnochados con gotas de resentimiento. Estaríamos perdidos. A uno, que ni siquiera vive en Bilbao, no le importaría escuchar de los regidores de la ciudad (incluido a algún correligionario) en que nació el bisabuelo Domingo (San Sebastián, por supuesto)todo lo que ha les ha beneficiado la regeneración de Bilbao.

viernes, 22 de enero de 2010

Un suelo para convivir

El País lleva un tiempo convulso. Si hacemos caso al Euskobarómetro, la crispación es mayor ahora que con “el Gobierno anterior”. Y, por lo visto, esa crispación no tiene mucho que ver con la cuestión terrorista. Sobre esta asunto dice el EB: “A ese 67 % que percibe mayoritariamente un aumento de la crispación en su entorno,le hemos vuelto a preguntar por las causas. Se mantiene muy estable el diagnóstico ciudadano y entre las causas a los que ellos atribuyen esta situación de crispación social vuelven a destacar: en primer lugar, para la mayoría (48 %) el desacuerdo entre nacionalistas y no nacionalistas. La actitud de los partidos autonomistas (que es como Llera define a los constitucionalistas) sigue ocupando la segunda posición para algo más de uno de cada diez vascos (12 %), sobre todo nacionalistas (21 %). En tercer lugar, para algo menos de uno de cada diez lo es el frente nacionalista (4 %), sobre todo entre el electorado popular (23 %) y socialista (10 %)”.
Pasados treinta años de la aprobación de un estatuto de autonomía – que fue un contrato entre vascos- que debía facilitar el encaje vasco en el sistema constitucional español, su cumplimiento escrupuloso sigue pendiente, y no parece que la actual mayoría parlamentaria tenga ni la capacidad ni las ganas de cerrar un proceso que se ha dilatado en exceso en el tiempo. En estos momentos, la voluntad autonomista del PP y del PSE-PSOE-EE debería pasar la prueba “del algodón”, reclamando, no solo las transferencia de las competencias de empleo –activas y pasivas- también lo dispuesto en el Artículo 18.2.b (es decir la gestión del régimen económico de la Seguridad Social). Y aún así sería insuficiente. Hay otras competencias acordadas en 1979 para cuyo traspaso hoy habría que modificar las leyes orgánicas y de bases que desfiguran la ley orgánica 3/1979 –ya no como se pactó, sino como se aprobó-, recordando, una vez más, que es una ley de mínimos. Y, de nuevo, no sería suficiente, ya que, 31 años después, está pendiente la actualización de los derechos históricos reconocidos por la Disposición Adicional Primera de la Constitución. Todo ello si podría asentar un punto de partida para un diálogo entre nacionalistas vascos y constitucionalistas (que es lo que quieren los ciudadanos). Y , para este arranque, basta con el cumplimiento escrupuloso de dos leyes españolas: el Estatuto completado hasta el detalle y la reintegración foral plena (con todos los “sin perjuicios” que se quieran). Si un día desaparece el terrorismo, los instrumentos que garantizan los mínimos existen, pero hay que reactivarlos (en algunos casos, activarlos por primera vez).
Desgraciadamente, hasta la fecha (ni siquiera en el acto del Euskalduna del sábado), no solamente no hemos escuchado un compromiso firme con todo el articulado de la ley orgánica 3/1979, sino que, además, se despachan cuestiones esenciales desviándolas hacia la cantilena repetida una y otra vez: “esa es una interpretación nacionalista”. Y yo me pregunto, por seguir las definiciones de Llera Ramos, ¿cómo sería la interpretación “autonomista” de “corresponde (a la CAPV) la gestión del régimen económico de la Seguridad Social”?. Sería bueno que el lehendakari se pronunciase sobre este artículo concreto y sobre la interpretación unitaria que del Estatuto hicieron los partidos vascos en un lejano 1995.
Como se ha escrito y dicho en numerosas ocasiones, el llamado conflicto vasco tiene su origen en la incapacidad del Estado español de cumplir sus propias leyes: las abolitorias de 1839 y 1876, … la Constitución de 1978 o el estatuto de Gernika de 1979. Desde Cánovas del Castillo hasta Rodriguez Zapatero los jefes del Gobierno central han venido, bien conculcando, bien obviando esas leyes.
Ya existe un contrato entre vascos. Se firmó en 1979. Solo hace falta cumplirlo en su integridad. Por lo que se refiere, a las relaciones con España, bastaría con la activación de los derechos historicos de la territorios forales en todos y cada uno de los aspectos que no afecten a la “unidad constitucional”. Pero, esto es demasiado facil, así que ni siquiera se intentará. Además, nadia tiene que renunciar a nada. Los “autonomistas” –según la definición de Llera- trabajarán por TODO el Estatuto y TODA la Constitución. Los nacionalistas por conseguir que los vascos sean sujeto (y no objeto) de todas y cada una de las decisiones que le afecten, que no es más que seguir lo que dice la Disposición Adicional de la ley orgánica 3/1979.
Parace claro que los “autonomistas” no tienen intención de cumplir el contrato de 1979. Por otro lado, mientras los vascos no asumamos que no podemos imponer a otros vascos lo que nosotros somos o queremos ser, la solución al conflicto se alargará en el tiempo: el “no imponer, no impedir” cobra en estos días vigencia. Si no está bien que la mayoría imponga a la minoría su visión de las cosas, es mucho peor que la minoría exija a la mayoría compromisos con cosas en la que, no solo no creen, sino que, en muchos casos, rechazan. El verdadero cambio vendrá cuando aquí uno pueda ser solo español o solo vasco sin que uno intenten imponer su ser al otro.

sábado, 31 de octubre de 2009

¿Divide el Estatuto?

El 30º Aniversario del Estatuto de Autonomía “de Guernica” solo ha sido celebrado por los constitucionalistas que respalda el Gobierno de López. El PNV no ha participado en los actos a los que había sido invitado. Tampoco Aralar, IU-EU y EA. Ha habido análisis y explicaciones para todos los gustos. De todas, la más “rebuscada” (por buscar un calificativo amable) ha sido la de Patxo Unzueta. Su tesis es: “no hay deslegitimación de ETA sin legitimación del Estatuto de Guernica, y su aniversario” Patxo Unzueta, “Qué significa delegitimar”, El Pais, 29-10-2009). Leyendo esto uno tiene la impresión de que los años no pasan en balde. Es cierto que esto nos ocurre a todos.
Comencemos por el principio. Si hacemos caso al propio Unzueta, si hay Estatuto es porque hay nacionalismo (José Luis Berbería/Patxo Uzueta, Cómo hemos llegado a esto,2003). En sus tesis (repetidas en artículos y libros), se insiste en la satisfacción del PNV cuando en 1979 se aprobó el Estatuto. Unzueta amigo de estadísticas y encuestas se olvida, claro,de datos, como poco, relevantes. Los mismo datos que, por cierto, olvidaron quienes celebraron el trigésimo aniversario.
Como dato a tener encuenta: casi el 60 por ciento de las competencias recogidas en la ley orgánica 3/1979 se han transferido a cambio de “algo” que el PNV ha tenido que “pagar” al Gobierno central de turno. No importa que, como en el caso de la investigación cietífico-técnica (Artículo 10), se trata de competencias exclusivas. Hoy esa competencia está en Euskadi porque el PNV respaldó los presupuestos de 2009. Si el PSOE tuviese respaldos suficientes, esa competencia seguiría en la Corte.
Voy a copiar el artículo del Estatuto de Gernika que se refiere al régimen económico de la Seguridad Social:

Artículo 18
2. En materia de Seguridad Social corresponderá al País Vasco:
a. El desarrollo legislativo y la ejecución de la legislación básica del Estado, salvo las normas que configuran el régimen económico de la misma.
b. La gestión del régimen económico de la Seguridad Social.
c. 4. La Comunidad Autónoma podrá organizar y administrar a tales fines, y dentro de su territorio, todos los servicios relacionados con las materias antes expresadas y ejercerá la tutela de las instituciones, entidades y fundaciones en materia de Sanidad y de Seguridad Social, reservándose el Estado la alta inspección conducente al cumplimiento de las funciones y competencias contenidas en este artículo.
d. 5. Los poderes públicos vascos ajustarán el ejercicio de las competencias que asuman en materia de Sanidad y de Seguridad Social a criterios de participación democrática de todos los interesados, así como de los Sindicatos de Trabajadores y Asociaciones empresariales en los términos que la Ley establezca.


La pregunta es ¿va a reclamar la mayoría parlamentaria la transferencia de esa competencia esencial?. Yo creo que no. Jauregui dijo en su día que esto no ocurriría “jamás”. Zapatero afirmó algo parecido.
¿Quién desligitima el Estatuto de Autonomía?. ¿Quién llevada recortándolo desde hacer treinta años?. Recordemos que el primer zarpazo al “pacto de Gernika” fue la ley Ledesma de 1985 (ley orgánica del Poder Judicial). ¿Contribuye a la legitimación la LOAPA –en su día- o en constante mercadeo con las competencias que deben transferirse?. Los recortes del texto original (a través de leyes orgánicas y de bases), treinta años de diferencias y tensiones (las que se evidencian cada vez que hay pactar una competencia) hay convertido el Estatuto en un elemento de confrontación y no de síntesis. Y, además, estamos asistiendo a consecuencias de esos incumplimientos (caso de las últimas resoluciones sobre el euskera en la Administración de Justicia, justo lo que, según Ledesma, quedaba a salvo con su ley).
La LOAPA convirtió al de Gernika en un Estatuto de mínimos. A todo el Estatuto de Gernika, incluida su Disposición Adicional, esa de la que todos los celebrantes huyen con un “sí, pero bueno…”. El mercadeo, es un elemento de tensión y de desgaste que ha acabado con la pátina de 1979. Los recortes, las disculpas y los “jamases” han ido desafecciones y rechazos. Hubo una oportunidad fallida tras la aprobación del Pacto de Ajuriaenea (Acuerdo para la normalización y pacificación de Euskadi, 1988). Su apartado 2 b, referido al “pleno y leal desarrollo de todos y cada uno de los contenidos del Estatuto”. Se llegó a un consenso “interpretatitivo” en el que participaron el PSE y el PP. Sin embargo, el una información publicada por el períodico de Uzueta el pasado 8 de septiembre, se ponía en boca del lehendakari López que, de cumplirse el Artículo 18 de la ley orgánica 3/1979, nada de nada. Es cierto que esta disposición la disfraza la cronista (Isabel C. Martínez) de “reclamación de los gobiernos nacionalistas”.
Y llegó el día del aniversario de un pacto incumplido (y degradado). Para empezar se cometió el error por parte del Gobierno de utilzar la cuestión en forma de horcas claudinas. Como arma arrojadiza: “¡Se van a enterar estos nacionalistas!”. Resultó enternecedor el tiempo empleado por los periodistas gubernamentales buscando afiliados al PNV presentes en el acto. Ninguno de los que estaban lo hacían en condición de tales: eran empresarios, banqueros, representantes de instituciones culturales, de jubilados, diplomáticos honorarios,… La imagen fue de una sociedad vasca dividida por la mitad (sin contabilizar a los ilegalizados). Además, hay sectores –no solo políticos, tambien sociales- que hoy no apoyarían el texto de Gernika. Y esto quedó aún más en evidencia ese día.
La pregunta que hay que hacer a todos los Unzuetas que en el mundo hay, si de verdad cree que se ha cumplido suficientemente el Estatuto de Gernika. Él que, como Txabi Etxebarria, Eugenio Ibarzabal o Juan José Ibarretxe pasó por Sarriko, sabrá cuantificar: ¿en cuánto se cuantifica el régimen económico de la Seguridad Social?.
Quienes dan la razón a ETA –siguiendo la lógica del articulista- no son quienes no ban a un sarao, sino quienes han venido incumpliendo de forma contumaz un pacto que, además, no van a cumplirlo “jamás”. Son los mismos que inventaron la LOAPA y que, al fallar esta, decidieron gobernar “desde la mayoría central” (y esto se dice en una publicación, “Leviatán”, que nuestro hombre conoce bien).
El Estatuto de Autonomía, primero, solo divide si se utiliza como arma de sometimiento. Si no, es algo que está ahí. Ya seguirán llegando competencias (a ZP le quedan dos presupuestos más). Si hacemos caso a Patxi López, no es un fin (“nada es inmutable”), ni una renuncia a nada (Disposición Adicional ley orgánica 3/1979).

martes, 22 de septiembre de 2009

La hora del nacionalismo vasco

EN 1977, el Partido Nacionalista Vasco renacía de sus cenizas. Coincidieron en el tiempo diferentes generaciones y, sobre todo, destacados elementos procedentes del periodo republicano: Ajuriaguerra, Irujo, Leizaola, Jáuregui… Son estos últimos quienes marcaron una línea de prudencia convencidos de que la suerte del pueblo vasco estaba unida a la consolidación de un sistema democrático en España.

El PNV tenía ante sí tres retos. El de su participación en unas instituciones en las que aún se daba una sensible presencia de las estructuras de la dictadura. El segundo, conseguir un régimen de autonomía que, por lo menos, fuese aceptable. Y, por último, afrontar una demoledora crisis económica (que finalmente iba a arrasar el tradicional tejido económico vasco).

La participación del PNV en las incipientes instituciones democráticas suponía por un lado no caer en lo que los de la vieja generación consideraban el error de no haber participado en el Pacto de San Sebastián (1930). Por otro, romper cualquier intento frentista -que era lo que pretendía ETAm- al abandonar la reunión de Chiberta. Asimismo, a a otro tipo de cantos de sirena, luchó por mantener el Gobierno vasco de 1936 hasta que éste fuese sustituido por otro de igual rango.

Un Estatuto de Autonomía constituía el mínimo común denominador que servía de marco para la convivencia entre, al menos, una mayoría significativa de vascos sin que, además, representase renuncias insoslayables (Disposición Adicional). Al contrario de lo que ocurriera en 1931, en 1979, el vasco fue el primer estatuto de autonomía en aprobarse, aunque, sin embargo, treinta años más tarde no sólo sigue sin cumplirse en partes esenciales, sino que ha sufrido ataques en su redacción original.

El tercer reto era sentar las bases de la recuperación económica. El tejido productivo vasco había sido arrasado tras 40 años de dictadura a una desastrosa gestión de la llamada crisis del petróleo por parte de la UCD y la negociación de ingreso en la CEE (que acabó con la milenaria industria pesquera vasca) y la reconversión hechas por el PSOE. El PNV logró, especialmente tras la recuperación del Concierto y sobre todo a partir de que se consiguen las competencias relacionadas con la economía (retenidas durante más de un lustro por los sucesivos gobiernos centrales), sentar las bases de un nuevo tejido económico. Y, como símbolo del nuevo tiempo, el Museo Guggenheim y la regeneración de la ciudad de Bilbao, ejemplo hoy en todo el mundo.

Los retos del PNV en 2009 no son menores. Quizás el más apremiante es el de diseñar una serie de elementos que permitan la recuperación económica. Y, para ello, se necesita arriesgar. De nuevo, el urbanismo y las infraestructuras van a jugar un papel definitivo. En el caso de Bizkaia, por ejemplo, tanto San Mamés Berria (que se está convirtiendo en el centro de polémica: con el asunto de la pista de atletismo y la vigilancia del alcalde de Donostia) como el Guggenheim Urdaibai, y, desde luego, el adelanto de los planes forales de obras, pueden generar en los próximos años miles de empleos en diferentes sectores. Desde los territorios, además, se debe impulsar una nueva economía productiva y, al mismo tiempo, reducir la dependencia de economías más débiles, basadas en la especulación y el ladrillo. Es decir, mirar más hacia el norte donde los socios y mercados presentan más garantías. Y, desde luego, como ocurrió en los 1990, crear una industria de innovación y de conocimiento.

El segundo reto en este tiempo es el de evitar más desgastes del autogobierno vasco. Treinta años después no se puede aceptar mercancía averiada.

Y el tercero tiene que ver con el ser del PNV. Debe volver a ser un partido en el que, desde la defensa del autogobierno, que es la forma de avanzar en el bienestar, quepan todos: desde los tibios autonomistas hasta los más rabiosos separatistas. El objetivo es construir un país y el bienestar de sus ciudadanos. Recuperar la centralidad frente a la vuelta a la fórmula Mayor Oreja-Redondo y, sobre todo, ante quienes siguen comprendiendo la violencia. Acumulación de votos frente la fórmula vieja y sin futuro de la acumulación de fuerzas.

martes, 25 de agosto de 2009

Como hemos llegado a esto IV

Decir que Xabier Arzalluz ha sido uno de los políticos más relevantes de la política vasca del último cuarto del siglo XX no es descubrir nada nuevo. Arzalluz ha sido un líder carismático y, al mismo tiempo, controvertido dentro y fuera del partido. A él, por otro lado, se deben tres de las más graves crisis de la historia de EAJ: la que desembocó en la escisión de 1980 con la salida del “sector sabiniano”, la más grave (y aún no superada del todo) escisión de 1986 y, desde luego, el momento en que se planteó en serio su sucesión.
La salida del partido del sector liderado por Antón Ormaza podría considerarse como una crisis de crecimiento. En apenas tres años, el PNV no solo había renacido de sus cenizas, sino que se había convertido en la primera fuerza política del país.
En la escisión de 1986, al carácter personal del enfrentamiento Arzalluz-Garaikoetxea, hay que sumar el intento de este último por controlar el movimiento nacionalista desde Ajuriaenea, lo que, por cierto, resulta inaceptable.
En 2004, Xabier Arzalluz cumpliría 72 años. Muchos, comenzando por él mismo, pensaban que podía seguir un poco más. Pero, para que esto fuese posible necesitaba el apoyo de la Organización de Bizkaia y era público y notorio del presidente del BBB no gozaba de las simpatías de Arzalluz. El presidente del Euzkadi Buru Batzar no desaprovechaba ocasión alguna para denigrar a Iñigo Urkullu. Yo fui testigo de dos “andanadas” contra el joven burukide, una en el bunker de Sabin Etxea y otra en el Hotel Dómine que me reafirmaron en algo que venía pensando desde hacía tiempo: había que rejuvenecer las estructuras del Partido.
Esto ya lo había hecho Juan Ajuriaguerra en 1973 cuando, comenzando por el mismo, presentaron su dimisión los miembros supervivientes de las Ejecutivas de la inmediata preguerra (Arredondo, Etxeberria, Solaun, Unzueta,…). Sin embargo, los nuevos miembros jóvenes del EBB convencieron a Ajuriaguerra para que siguiese, y lo hizo no sin que se produjesen críticas y resquemores de algunos dimisionarios que se sintieron engañados. Pero, el hecho fue que el rejuvenecimiento de las estructuras del Partido propició ese renacimiento al que nos referíamos antes.
El primer asalto en la lucha sucesoria tendría lugar cuando llegó el momento de elegir candidato para la presidencia de la Diputación Foral de Bizkaia. Al frente de la institución, se encontraba un miembro de la vieja guardia, Josu Bergara, que procedía del aparato del Partido y cumplía su segundo mandato. Rondaba los 70 años y había acordado con el presidente del BBB su retirada. Sin embargo, decidió presentar batalla y enfrentarse al otro candidato, José Luis Bilbao. Desde la presidencia del EBB se movilizaron a favor de Bergara que, finalmente, fue derrotado. Bilbao fue candidato y ganó las elecciones con holgura.
El futuro parecía aclararse. Xabier Arzalluz había anunciado que se retiraría al cumplir su mandato, lo que debía ocurrir en enero de 2004. Siguiendo una regla no escrita –que había servido para el propio Arzalluz-los presidentes de tres de las territoriales (incluyendo las dos más poderosas: Bizkaia y Gipuzkoa) pactaron el nombre de Josu Jon Imaz San Miguel para la presidencia del EBB. Eso sí, previamente, se había preguntado al propio Arzalluz (lo hizo José Antonio Rubalkaba) si quería seguir y decir este que no. No debían tener muy clara la negativa porque, finalmente, presentó su candidatura. Comienza de esta forma un periodo de tensión extrema. Un pulso que, básicamente, tuvo dos protagonistas: Xabier Arzalluz e Iñigo Urkullu.