martes, 30 de junio de 2009

Por la mitad

Una de las acusaciones que hizo al PNV en los días de Lizarra es que el famoso “excluía a una parte de la ciudadanía vasca”. Esto no fue exactamente así. Es cierto que, de alguna forma, el pacto consolidaba una política de frentes (rompiendo EAJ con una tradición persistente) y que, de alguna forma, el liderazgo del “frente nacionalista vasco”, por mor de la paz, se entregaba a eso que llamamos “izquierda abertzale”. Pero, de forma simultáneamente, al otro lado, se iba consolidando otro frente “cultural” que pretendía borrar del mapa a los nacionalistas, a quienes acusan de todos los males posibles. Superado (y olvidado) el pacto de Lizarra, sin embargo, no se ha logrado superar la política de bloques, y no parece que esto lo vaya a lograr el bloque constitucionalista, empeñado en “desalojar” al nacionalismo de la vida de los vascos. El lehendakari López ha sido claro: la acción de su Gobierno va a estar basada en el programa de su partido y en el acuerdo con el PP. Quizá se deba añadir: y en el rechazo de la mayoría social y política del País. El “acuerdo entre diferentes” tienen aquí el mismo valor que la invitación al PSOE a participar en Lizarra.
Los medios de comunicación, mientras tanto, están jugando el mismo papel que durante el periodo 1999-2001, pero, eso sí, con un matiz: al antinacionalismo se suma el gubernamentalismo, y el “esto es otra cosa”, “los otros no hacían esto porque eran muy malos y comprensivos con los terroristas”. Así, el primer sentimiento de cabreo, ha sido sustituido por otro de humillación y, en algunos casos, de persecución. Alguien dirá: “¡Pues esto es lo que sentíamos nosotros hasta ahora!”. ¿Era este en cambio?. Lo que parece claro es que ya no es posible acercamiento alguno entre el PNV y el PSE (Txema Montero explicó muy bien las razones en DEIA) en el medio plazo. No habrá acuerdos más allá de lo que marque la ley, y tengo para mí, que lo que deshaga ahora el PSE-PP, lo rehará el PNV a su regreso. Y esto no es lo peor: que, a medida que pase el tiempo, la tensión social irá “in crescendo”, sobre todo, porque, además, la situación económica en los próximos dieciocho meses no tiene pinta de mejorar y los únicos responsables de la misma van a ser, en Madrid y en Euzkadi, los socialistas.
Seguiremos en la división: por un lado, el nacionalismo vasco; por otro, el constitucionalismo, y, en un tercer bloque, quienes apoyan o no condenan a ETA. Una división que, sin duda, traerá consecuencias: el ambiente político se hará irrespirable, especialmente, porque, después del verano, comienza un larguísimo proceso político que tiene como objetivo la Moncloa. En ese proceso, aprobación de presupuestos, elecciones catalanas y, a continuación, las municipales y forales. El PP se ha encontrado en Euzkadi, por un lado, con el mejor instrumento posible para sustituir a José Luis Rodríguez Zapatero. Pero, no solo eso, al imponer sus condiciones, rompe cualquier posibilidad de “diálogo entre diferentes”. Asimismo, el “estado de tensionamiento”, en el medio plazo, beneficia al nacionalismo. Esta vez, además, a los nacionalistas abstencionistas, habrá que sumar a los primeros cabreados por la política del PSE-PP.
Parece que hemos cometido algún raro pecado y el Supremo Hacedor ha condenado a los vascos a vivir en el enfrentamiento eterno de unos contra otros.

lunes, 8 de junio de 2009

Tiempo de mesura

En 1982, cuando Felipe González y el PSOE ganaron las elecciones por mayoría absoluta, Mario Onaindia se refirió a este hecho como la rebelión de los maketos. En aquellos comicios, el PSOE obtuvo en la CAPV ocho diputados (los mismos que el PNV) y el 29.30 por ciento de los votos (10 puntos más que en 1979). El resto de fuerzas no nacionalistas o constitucionalistas obtuvieron en su conjunto el 15 por ciento de la representación electoral, casi tanto como HB (que obtuvo un 14.78 % ¡en unas elecciones generales!). El nacionalismo vasco no solo había resistido la “rebelión” sino que había mejorado sus resultados de 1979. Los socialistas aguantaron el tipo en 1983 (Municipales y Forales), pero el PNV mantendría su hegemonía con el 39,45 % de los votos y 1.257 concejales.
La consolidación del nacionalismo vasco (en aquellos momentos, los politólogos incluían en el bloque nacionalista a Euskadiko Ezkerra y a Herri Batasuna) a través del ejercicio del poder se percibía como una amenaza. Y así surge la Ley Orgánica de Armonización del Proceso Autonómico (LOAPA) que, sobre todo, representa una vulneración clara del “pacto entre vascos” que representaba el Estatuto de Autonomía. Fracasado este intento, se impuso, por un lado la ralentización del proceso autonómico y el gobierno desde la “mayoría central” (tal y como definió Recalde). Por su fuera poco, leyes orgánicas y de bases reducían las competencias recogidas en la ley orgánica 3/1979 (el Estatuto de Gernika).
El desgaste del nacionalismo era esencial para imponer la nueva visión. En la escisión del PNV de 1984-1986, amén de cuestiones personalistas, hubo ayudas desde “fuera”. La otra vía de desgaste se concentraba en la “izquierda abertzale”. O, dicho de otra forma, en la atracción definitiva de sectores mayoritarios de la misma hacia, en este caso, el PSOE. La extinción de ETA político-militar y el proceso “izquierda para el socialismo” (que, en un primer momento, pretendió crear un Partido Comunista vasco), primero, iban a borrar cualquier matiz nacionalista y, luego, facilitar el ingreso de muchos cuadros en el P.S. En este sentido, es bueno recordar que el “retroceso” del nacionalismo no se ha producido en el nacionalismo institucional (PNV o PNV+EA en conjunto), sino en la izquierda reclamada como nacionalista.
En 1986, fracasado el primer intento serio por desalojar al PNV del Gobierno autónomo (tras el intento entre el PSE, EA y EE), se inició el primer periodo de Gobierno trasversal que, con matices y variaciones, se mantuvo hasta que los socialistas lo abandonaron en 1997. En este periodo se producen algunos acontecimientos importantes: como por ensalmo, dejaron de actuar los GAL, se firmó el “pacto de Ajuriaenea” (que nunca se cumplió en sus apartados más “faciles”, como el pleno desarrollo estatutario) y, sobre todo, los Gobierno Ardanza pusieron las bases para la recuperación económica, recomponiendo el tejido económico sobre bases distintas a las del siglo XIX. Pero, aquel Gobierno basado en el “acuerdo entre diferentes” fue tomado por propios y extraños, bien como signo de debilidad y renuncia, bien como la oportunidad de sustituir al PNV al abrirse una nueva etapa definida por Jauregui, Onaindia y otros como “postnacionalismo”. Así, entre 1996 y 1997, el PSE abandonó el gobierno de distintas instituciones (la Diputación de Araba o el Gobierno vasco) preparando el asalto a las mismas.
Y, mientras se daba esto, se produjo el asesinato de Miguel Angel Blanco y alguien pensó que el “espítiru de Ermua” serviría como carburante para acelerar la llegada del “posnacionalismo”. Vinieron Lizarra con su fracaso y, luego, las elecciones de 2001 (cuyos resultados, aún hoy, no se leyeron convenientemente) y los sucesivos intentos de Juan José Ibarretxe de explorar (desde el respeto a la legalidad) nuevas vías para solucionar el contencioso vasco. Y, en este punto, es bueno recordar algo: el los últimos 30 años de “régimen nacionalista” (como lo describen despectivamente algunos), por un lado, el PNV nunca ha vulnerado ley alguna (ni ha desbordado el marco legal) en su acción de Gobierno de gobierno (algo que, por ejemplo, el PSOE no puede garantizar). Por otro, durante una década larga, la administración de ese régimen era compartida por los socialistas, mientras que, al mismo tiempo, el PNV era capaz de pactar con el PP, por ejemplo, en municipios relevantes.
Se llegó al 1 de marzo y el PNV ganó pero no consiguió la mayoría parlamentaria. Por varias razones: por restricciones legales impuestas por la “mayoría central”, por normas impulsadas desde la mayoría nacionalista y por una serie de errores propios. Para mi, entre estos últimos (los errores propios), algunos muy claros: el PNV había dejado de ser un movimiento en el que cabían muchos para convertirse en casi un partido estalinista en el que se acepta una visión y un líder carismático. En segundo lugar, haber permanecido durante mucho tiempo lejos de eso que se ha llamado la “sociedad invisible”. Es cierto, y hay que recordarlo aquí, que es EAJ quien impulsa en el Parlamento vasco la ley de victimas del terrorismo. En tercer lugar, esa obsesión por “pescar” en el caladero de Batasuna (rompiendo, para ello, con una tradición centenaria).
Sin embargo, el domingo se abría una nueva oportunidad para el PNV. Y esta no es otra que la derrota de José Luis Rodriguez Zapatero. Con una doble lectura. El Gobierno constitucionalista en Euzkadi le da votos al PSE y no se los da al PP. Por el contrario, las mayores rentas en el Estado han sido para el PP y no para el PSOE. Soraya Saéz de Santa María ya habla de “cuestión de confianza” mientras que El Mundo, extrapola datos y da una victoria al PP con apoyo de CiU y/o del PNV. El Gobierno central tiene que afrontar, en los próximos meses, la aprobación de leyes, amén de los presupuestos y está cada vez más solo, y con la oposición más embravecida. Justo cuando incluso el Banco de España ve brotes verdes.
Es el momento de la prudencia y de la mesura. El PSE, curiosamente, tiene en sus manos el futuro de Zapatero. Este último necesita ganar tiempo y llegar sin sobresaltos al 2011. El PNV tiene que jugar bien sus cartas.

domingo, 17 de mayo de 2009

¿Gobernar?

Un viejo amigo y colega, redactor de un importante diario madrileño, mantiene que los ejes de la oposición a Patxi López van a ser el Partido Popular y la derecha mediática, la economía y Jesús Eguiguren. Eso sí: sin precisar el orden. Si uno lee lo que han publicado algunos medios el pasado fin de semana, vemos que las predicciones comienzan a cumplirse.
Así El Correo trae el anuncio de que el PP pondrá en marcha, como estaba previsto, la moción de censura para desalojar a los nacionalistas de la Diputación Foral de Araba. Alfonso Alonso es claro. O el PSE se suma a la moción de censura, o el pacto se resentirá : “El hecho de que esta situación se prolongue es una amenaza contra la estabilidad del Gobierno y el futuro del proyecto de cambio en el País Vasco”. La cuestión ya no es cómo se porte o deje de portar el PNV. El PP quiere la Diputación alavesa. Y punto. De paso, claro, el Ayuntamiento de Gasteiz quedaría a su merced. Y, no solo eso, la moción de censura en Araba disuadiría al PNV de cualquier tentación de apoyo tanto a los presupuestos de Zapatero como a los de Patxi. Alonso dice –y tiene razón- que ellos no han engañado a nadie.
La segunda andanada tiene que ver con el pleno desarrollo del Estatuto de Gernika, con el que, según parece, se ha comprometido el PSE. De nuevo El Correo que lleva el asunto del sistema público a su editorial. Refiriéndose a la gestión del régimen económico de la Seguridad social (competencia exclusiva de la CAPV según el artículo 18.2 b del Estatuto de Gernika, que este periódico considera “reivindicación nacionalista”-sic-) el editorial de El Correo dice: “Un traspaso de competencias pendiente, amparado por el Estatuto de Gernika, pero discutible desde el punto de vista jurídico en lo que se refiere a la ruptura de la caja única de la seguridad social, en inconveniente a todas luces desde un perfil económico”. El editorial complementa un informe de la sección de economía, en el que no se revelan algunas cuestiones básicas. Por ejemplo, cuál sería la situación si la competencia se hubiese transferido digamos que en 1981. Y, sobre todo, que la única responsable de la situación de la “hucha común” y de las pensiones vascas ha sido a lo largo de esos 30 años de incumplimiento el Gobierno central de turno, y que quizá haya otras fórmulas de gestionar el sistema publico de gestiones. Es posible que esto tenga que ver con la intención por parte del Gobierno López de asumir las políticas activas de empleo dentro de las previsiones estatutarios. Es decir, con la gestión de su régimen económico. Una transferencia descafeinada sería considerada como una agresión.
Todo esto, además, se produce tras un debate sobre el estado de la nación en el que Rajoy fue incapaz de dar réplica a Zapatero y su inventario de propuestas (muchas de ellas imposibles si no cuenta con algunos de los implicados: desde los fabricantes de coches a las comunidades autónomas.
Por si todo lo dicho anteriormente fuese poco, hemos llegado al punto de que no queda muy claro para que desalojaron al PNV de las instituciones de gobierno de la CAPV, si, sobre todo, el PSOE se pasa el día haciéndole guiños: Jauregui, Blanco y el lehendakari López: “Es posible volver a entendernos con el PNV”, dice en El Pais. Eso sí, como ya anunciara Antonio Basagoiti (y confirma La Razón) va a cambiar la “imagen corporativa” (es decir, el escudo oficial de la Comunidad Autónoma) para hacer amigos.
Si se cumple todo lo relatado en las líneas anteriores, resulta contradictorio tender la mano para seguir con el desalojo de los nacionalistas (esta vez en Araba), seguir desgastando el Estatuto de Autonomía o mutilar (desde la minoría social) los símbolos de la comunidad. Y, mientras todo esto ocurre, se echa de menos algo: ¿gobernar?.

domingo, 3 de mayo de 2009

El PNV en la oposición

El PNV está en la oposición. Fracisco J. Llera afirmaba en una entrevista publicada en el diario El Comercio, de Gijón, que este hecho se había producido porque “la sociedad vasca ha dado su apoyo mayoritario a un Gobierno autonomista”. Y esto no es cierto. La respuesta correcta es que “el Parlamento vasco ha dado un apoyo mayoritario” al pacto constitucionalista para desalojar a la mayoría nacionalista. Pero, bueno, esa va a ser la tónica del análisis académico en los próximos meses. El antinacionalismo no es nuevo se remonta a los tiempos de Balparda.
En estos momentos, el balance de 30 años de gobierno es más que positivo. Si el PSOE y PP son decididos autonomistas (si hacemos caso a la clasificación del profesor Llera Ramos), este es un logro del PNV. No es seguro que lo sean al 100 por 100 (el Estatuto está incumplido en partes esenciales). Y, si hoy estas fuerzas se declaran automistas es, como recuerdan Unzueta y Barbería (Cómo hemos llegado a esto) porque hay nacionalismo. El antiautonomismo (Rosa Diez) es insignificante. Así que se ha establecido un suelo mínimo que está mucho más alto que en 1936 o en 1976.
El Partido Nacionalista Vasco es ya la única fuerza que, desde 1936, y, salvo el periodo 1980-1986, ha gobernado siempre con diferentes. Gobernó con el PSOE entre 1936 y 1979 y, luego, entre 1986 y 1997, año en el que los socialistas (como recuerda Rosa Diez en el libro de Maria Antonia Iglesias) abandonaron el tripartito que presidía José Antonio Ardanza. Luego, gobernó con Izquierda Unida, al igual que, en estos momentos, está haciendo el PSOE en Asturias, Baleares o Catalunya.
Pero, además, el PNV ha logrado batir el récord de ser la fuerza más votada en unas elecciones autonómicas desde que se aprobó el Estatuto de Gernika, record que, hasta ahora, nadie ha logrado romper.
No es este, desde luego, el peor momento de la historia de EAJ. Desde mi punto de vista, hay otros tres de enorme trascendencia: el proceso de división interna que desemboca en la escisión de 1986, la marea antiPNV –con “postnacionalismo” incluido que siguió al asesinato de Miguel Angel Blanco- y, por último, el proceso de sucesión de Xabier Arzalluz al frente del EBB. Con 30 parlamentarios, un sólido anclaje en gobiernos territoriales y locales y convertido en (utilizando un simil futbolístico) fuerza desestabilizante en Madrid, la situación del PNV, por ejemplo, no tiene nada que ver con la del PSOE en 1996. Además, el PP tratará de no buscar confrontaciones traumaticas en un futuro inmediato. Quiere colocar a Mariano Rajoy en La Mocloa cuanto antes.A todo esto, se suma una situación económica calamitosa que, en el ámbito autonómico, deberá ser resuelta básicamente por el PSE y por el PSOE.
Es cierto que el PNV debe iniciar una profunda reflexión y, desde luego, una autocrítica sincera. Manteniendo una apuesta decidida por la democracia, la defensa de los derechos humanos y el respeto a los demás. La profundización del autogobierno a partir del suelo del pacto de 1979 sin recortes y el trabajo para que los vascos sean sujeto (y no objeto) de todas las decisiones que le afecten constituiría el segundo gran eje. El tercero debería ser el de reforzar la unidad interna y superar para siempre (y con generosidad) la escisión de 1986. Y el cuarto y último, hacer el mayor esfuerzo para mejorar los resultados actuales en los comicios municipales y forales. Por último, el PNV debe volver a ser una fuerza en la que pueda sentirse a gusto un amplio espectro de la sociedad vasca. Para todo esto, se cuenta con el mejor liderazgo posible.
Sería un error que el PNV trabajase para “desalojar” a Patxi López. La oposición es otra cosa. Se trata de presentar las mejores alternativas para ayudar a los vascos y trabajar para sustituir democráticamente al Gobierno constitucionalista.
Patxi López será el lehendakari del Gobierno vasco, que es una institución por la que el nacionalismo vasco ha trabajado durante casi cien años. El Lehendakari, el Gobierno, … trasciende a las personas. Si no entendemos ésto, estamos perdidos y habremos perdido el trabajo iniciado por Aguirre (y otros) en 1936.

sábado, 18 de abril de 2009

Enrabietados

Enrabietados”, “radicalizados”, “no saben perder”,…”si siguen así, estarán mucho tiempo en la oposición”,… “Ahora les toca a ellos (al PNV) apoyar”, eso sí, a un frente constitucionalista (PSE-PP) cuyo objetivo primero es “desalojar” al PNV de las instituciones y, el segundo, imponer a la mayoría social y política de la CAPV los principios recogidos en el documento firmado por el PSE y el PP en el Parlamento vasco. Y, no solo eso: se vuelve a colocar el nombre del Partido al lado del de ETA, y los “analistas” razonan que el rechazo de la ley de partidos es, casi casi, un apoyo a la acción terrorista.
Además, “resulta incomprensible que, por una ‘rabieta’ el PNV deje de apoyar en Madrid a José Luis Rodriguez Zapatero, con lo amigos que eran hasta hace poco”. Escuchar (o leer) a Ramón Jauregui, Miguel Buen o Leire Pajín sorprende cada día más. No está de más recordar algunas cuestiones básicas:
La ley de partidos es el resultado del pacto antiterrorista firmado por el PSOE y el PP que fue definido por alguien tan poco sospechoso como Felipe Gonzalez Marquez (en el famoso libro entrevista con Juan Luis Cebrián) como “acuerdo electoral” en cuyo preámbulo se habla más del PNV que de ETA.
Es cierto que la mayoría social y política vasca ha rechazado (y rechaza) esta norma impuesta desde “la mayoría central”, simplemente porque deja sin derecho a ser elegidos a ciudadanos inocentes que bien no ha sido condenados, o no tienen causa pendiente que restrinja sus derechos individuales. Todo ello sin olvidar que el hecho de rechazar la violencia, no significa nada (el PCTV y ANV “rechazan” la violencia y han sido ilegalizados). Si un ciudadano colabora de cualquier forma con el terrorismo debe ser detenido, procesado y, si es encontrado culpable, encarcelado.
No nos gusta la ley de partidos en su nacimiento, pero lo lógico es que su aplicación no se hubiese hecho, como así ha sido desde el principio, con cálculo electoral, y según cómo y cuándo. En 2005, como por arte de “birle-birloke”, apareció en Partido Comunista de las Tierras Vascas que evitó que la coalición de partidos encabezada por Juan José Ibarretexe alcanzase la mayoría absoluta (no nos podemos creer que ni el PSOE, ni los jueces, ni la FCSE se diese cuenta de que los del PCTV era los mismos jugadores que los de Batasuna, solo se habían cambiado la camiseta). Lo de las elecciones municipales, también tuvo su “aquello” (con ANV “renacida” presentándose aquí, pero no allí, tras un pacto, dicen, entre Egiguren, PSE, y Barrena , Batasuna).
Tras los “históricos” resultados obtenidos en las generales 2008, por el PSOE en la CAPV, alguien pensó que, ¡por fin!, Euskadi se había convertido al constitucionalismo. Y, sobre este triunfo, se montó el discurso de la campaña electoral. Un discurso que no se movió una micra tras la noche del 1 de marzo (aunque aquella noche…).
Aquella noche, EAJ-PNV obtuvo uno de los mejores resultados de su historia: 80.000 votos y cinco parlamentarios más que la segunda fuerza. Un resultado, por cierto, que no tenía nada que ver con el de 1986 (en el que el PSE obtuvo menos votos pero más parlamentarios que el PNV por el “efecto alavés”). Aquel año, el PSE no “regaló” nada, ya que, fracasado el intento de “desalojar” al PNV con ayuda de EA y EE, solo le quedaba la repetición de las elecciones y esto, como recuerda Txiki Benegas en el libro de María Antonio Iglesias, hubiese representado un fracaso. Así, la noche del 1 de marzo de 2009, el PSE-EE (PSOE) decidió –con todo el derecho del mundo- formar una mayoría parlamentaria con el PP para “desalojar” por fin al PNV. Se impondrá el cambio a una mayoría de ciudadanos vascos que no han votado “constitucionalista”. El documento firmado por el PP y el PSOE sigue la lógica del preámbulo del pacto antiterrorista,
Ante esto, el PNV no solo debía dejarse, sino que, además, debía apoyar a Patxi López sin reservas. Porque ellos (los socialistas) lo habían hecho antes. Claro que se olvidan que los apoyos no fueron gratis. Los nacionalistas apoyaban en Madrid las leyes y presupuestos de Zapatero (aunque no gustasen, y algunas leyes y presupuestos no gustaban nada). Por si alguien quiere recordar la transferencia de la investigación científico-técnica, no está mal repetir que, simplemente, se trata de cumplir una previsión del Artículo 10 de la ley orgánica 3/1979. Esto no cuenta. ¿O si?. Si José Luis Rodriguez Zapatero se va a la oposición, será porque no ha sabido consolidar una mayoría parlamentaria en Madrid (y mira que lo tenía fácil). Desde luego, en estos momentos, no tiene nada que ofrecer al PNV.
Yo no dudo PNV va a ejercer la oposición desde la responsabilidad, poniendo en primer lugar al País (y, sobre todo en momentos de crisis), pero ni se puede apoyar, ni tolerar ninguna agresión contra la mayoría social y política (perfectamente cuantificable), y , en el documento del pacto constitucionalista, ya surgen agresiones innecesarias contra esa mayoría social y política. No parece muy serio montar mayorías para “desalojar” al PNV y, luego, pedir que se sume a un proyecto cuya finalidad es aplastarle.
Ejercer la oposición no es estar “enrabietados”, ni “radicalizados”, simplemente, es hacer uso de un derecho democrático que, hasta la fecha, no está limitado por la ley de partidos. Zapatero y López han perdido la oportunidad de consolidar mayorías, suficiente en Madrid e incontestable en Euskadi. ¿La razón?. Ellos sabrán.

martes, 7 de abril de 2009

Como hemos llegado a esto III

"Sostenella y no enmendalla"

En enero de 2000, se celebró la III Asamblea General de EAJ-PNV. Para entonces, con el asesinato de un jefe militar en Madrid, ETA había roto definitivamente la tregua y, de paso, había hecho saltar por los aires el acuerdo de Lizarra-Garazi. A pesar de ello, no se modificó el texto de la Ponencia Polítca de este acuerdo que había sido redactado (y aprobado) cuando los “milis” seguían inactivos.
De esta forma, la oportunidad de hacer autocrítica debería llegar con la IV Asamblea General, en la ponencia política aprobada en la misma se dice lo siguiente: “Hoy sigue estando pendiente un análisis riguroso, critico y autocrítico de lo sucedido en periodo para que no se repitan los mismos errores”. No se debió considerar este hecho importante, porque, en la Asamblea General de 2007, desapareció cualquier referencia a Lizarra.
Juan María Ollora –que fue uno de los impulsores del acuerdo- definía, en su estrevista con María Antonia Iglesias, algunas de las carácterísticas del error del Lizarra: “se confunden y se mezclan tres planos: el de la consecución de una situación de pacificación con el de la normalización política y con la consecución de un proyecto político concreto”.
Todavía a finales de 2003, Egibar y sus seguidores estaban convencidos de que ETA militar retomaría la tregua. Durante un acto de la presentación del burukide guipuzcoano en el Batzoki de Markina, el ex alcalde de Ondarroa, Aitor Maruri, “anunció” la tregua para el Aberri Eguna de 2004. Y, claro, para enfrentar este periodo, solo Joseba Egibar –que había unido su suerte a la de Lizarra- podía encabezar el Euzkadi Buru Batzar. Pero, no solo no hubo tregua en Aberri Eguna, por un lado, los socialistas comenzaron sus contactos con la “izquierda abertzale”, y, por otro, el asunto de Lizarra se iba a convertir en un elemento de división interna.
En una reunión informativa celebrada en Sabin Etxea, se me ocurrió preguntar a Egibar sobre esta cuestión, y su respuesta fue clara: “Lizarra no es solamente la paz. Es mucho más. Estamos en Lizarra no solo por la paz”. No era aquel el mejor momento para seguir insistiendo. Si embargo, parecía claro que ese “sector” había apostado todo el capital a la acumulación de de fuerzas como única vía para alcanzar los últimos objetivos. Frente a esto quienes defendíamos la acumulación de votos y, sobre todo, la autonomía del PNV. No se podía actuar mirando todo el rato a un lado y a otro, pendiente de lo que dice o dejan de decir “amigos” y adversarios.
Pero, hay algo más, en algunos lugares, el PNV comenzó a ceder espacios, retirándose de cualquier pugna. El argumento es que “ya estaban ocupados por abertzales”. Lo importante ya no era el juego, sino los jugadores. Lo peor, sin duda, es que, además, en la partida no estaban todos los jugadores posibles.

domingo, 29 de marzo de 2009

Cómo hemos llegado a ésto (II)

El aro de Chiberta

Me llamó Gorka Agirre para pedirme que asistiese a una mesa redonda en la Biblioteca de Bidebarrieta en Bilbao. El tema era Chiberta o, para ser más preciso, una reflexión sobre lo ocurrido en 1977 cuando Monzón y los milis convocaron a las fuerzas abertzales y a los carlistas para boicotear las primeras elecciones que debían celebrarse después de cuanrenta ños de dictadura militar. Para los impulsores de aquello, la reunión de Chiberta fue un rotundo fracaso. Para la mayoría de los convocados, una anécdota de las tantas que se producían en aquellos días. Referencias a este asunto, aparecen en la tesis de Jokin Apalategi (Los vascos de la nación al estado. Con prólogo de Argala) y en Las Memorias del KAS de Natxo Arregi.
En la Mesa redonda, estuvimos Joseba Egibar y yo, por parte del PNV, José Luis Elkoro y Arnaldo Otegi, por parte de EH. De moderador, actuó Mariano Ferrer. Estaba claro que, en aquel acto, los de EH querían presentar Chiberta como el precedente de Lizarra y, sobre todo, la gran demostración de que los milis siempre habían tenido razón. Las cosas que dijo Otegi sencillamente no eran ciertas. Cuando yo intentaba matizar, José Luis Elkoro me matizaba a mi. Y así pasamos un buen rato. Eso sí. Fue imposible decir nada que se saliese del discurso prediseñado.
Los promotores de Chiberta pretendían, además de boicotear las elecciones (con el pretexto de que no se cumplían las exigencias de la Alternativa KAS, “revitalizar” el Gobierno vasco en el exilio, dando entrada a las organizaciones de KAS y con Telesforo Monzón como lehendakari. Ocurrió que las exigencias básicas de KAS comenzaron a cumplirse en los meses siguientes (la redacción de un estatuto de autonomía, la amnistía total,…). Los milis y EHAS-HASI, como dejó escrito Mario Onaindia, se quedaron “colgados de la brocha”.
Lizarra se vendió a la afiliación del PNV, conmocionada por el asesinato de Miguel Angel Blanco y todo lo que siguió luego, como el colchón que permitiese el aterrizaje de ETA y lograr la paz. El colchón era, claro, un acuerdo entre abertzales que debía extenderse a las demás fuerzas políticas, siguiendo en parte el modelo irlandés.
Al margen de otras consideraciones, en Lizarra, el PNV cedió a EH-Batasuna la iniciativa política y hasta el lenguaje (se generalizó rápidamente la terminología enrevesada de la sociología marxista más trasnochada). Los presión (através de iniciativas cotidianas y disparatadas) de EH-Batasuna en pueblos y ciudades a través de Lizarra-Txiki era insoportable.
Los resultados de la operación no pudieron ser más positivos para la autodenominada izquierda abertzale: estaba logrando minar la hegemonía del PNV en el campo nacionalista. Tanto desde el punto de vista institucional como electoral. En los comicios de 1998 y 1999, lo que avanzaba Euskal Herritarrok, lo retrocedía el PNV. Y era lógico la percepción en muchos era que este último partido había cedido la iniciativa a EH. Eso sí: todo se justificada en el fin supremo de la paz.
Pero esto no era solo lo peor. A principios de 1999, se intensificaron las acciones de kale borroka, mientras trascienden numerosos casos de extorsiones a empresarios (el impuesto revolucionario). Daba la impresión de que el “colchón” de Lizarra se estaba endureciendo.
Cuando algunos comenzamos a pedir explicaciones (yo publiqué el primer artículo crítico a princpios de 1999, lo que constó una reprimenda), se nos dijo (Egibar, en una asamblea del PNV) que Lizarra no era solo la paz. Que era algo más. ¿Chiberta?.