miércoles, 9 de julio de 2008

La ley de consulta (5)


Siempre he pensado en cómo sería la cara de los comunistas vascos cuando la noche del 15 de junio de 1977 terminaron el recuento de los votos y comprobaron que su representación en Euzkadi era insignificante en comparación con las demás fuerzas históricas. Su debacle electoral solo era comparable a la de Acción Nacionalista Vasca. La relación del PCE con las demás fuerzas antifranquistas vascas estuvo, durante los años de la dictadura, llena de altibajos y controversias.

En 1937, retiró a su representante en el Gobierno vasco, Juan Astigarrabia, al considerar que este se había “vendido” a los nacionalistas. Patrocinadores del Gobierno de Negrín, enfrentado a Indalecio Prieto, se convirtieron en los apestados del exilio republicano tras la firma del pacto Hitler-Stalin. El asesinato de algunos exiliados que no quisieron incorporarse a las unidades de guerrilleros de la Unión Nacional dio lugar a no pocas tensiones.

La unidad se restableció de forma efímera en 1946 que es cuando Leandro Carro entró en el Gobierno. Los avatares de la guerra fría (y la desaparición de fondos destinados a las familias de los huelguistas de 1947), a propuesta del PSOE, propiciaron la salida de los comunistas del Gobierno Vasco en el exilio.

A finales de la década de los 1950 y principios de los 1960, los comunistas participaron en el nacimiento de las comisiones obreras y, asimismo, mantuvieron relaciones con ETA. Militantes de esta última organización acabaron ingresando en el PCE. En 1975, el PCE-EPK (que acababa de celebrar su II Congreso) impulsó la Asamblea Democrática de Euskadi (reflejo de la Junta Democrática) a la que solo se sumaron pequeñas organizaciones de izquierda (ver Carlos Alonso Zaldívar, Notas sobre el Partido Comunista de Euskadi).

A pesar del protagonismo de otros tiempos, la ciudadanía vasca marginó a los comunistas del nuevo período. Muchos de sus dirigentes y militantes acabaron ingresando en otras fuerzas políticas: desde Euskadiko Ezkerra o el PNV, pasando por HB o el PSOE (como Txarli Prieto), hasta el PP (a donde llegaron a través de las plataformas antinacionalistas montadas y financiadas por Jaime Mayor Oreja). Así, por ejemplo, Vidal de Nicolás, autor de una famosa “Oda a Lenin” (que llegó a ser traducida al euskera por Jon Juaristi).

Algo parecido ocurrió con la mayor parte de las organizaciones de izquierda (algunas de ellas escisiones de ETA) que, a partir de 1977, o desaparecieron o iniciaron un proceso irreversible de disolución.

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