miércoles, 7 de marzo de 2012

Los once escalones

En los albores de 1977, nadie daba un duro por el Partido Nacionalista Vasco. Eran, por un lado, las diferentes izquierdas a la izquierda del PSOE las que bramaban por la primacía. En el caso vasco, eran las izquierdas abertzales (que eran muchas) las que, además, reclamaban su protagonismo en el campo patriota: recordemos, además de las dos ETAs y media, estaban ANV, ESB, ESEI, EIA, HASI, LAIA en doble versión (Bai y Ez),…
No debía estar todo tan claro (al menos para algunos sectores de las “izquierdas abertzales”), porque se montó la hoy famosa reunión de Txiberta, que era un intento de ETA militar para liderar un boicot a las elecciones que se habían convocado para el 15 de junio de aquel año. El fracaso de la reunión rayó en los grotesco. Todas la siglas citadas (además del PNV, que también acudió) menos HASI, salían de la reunión para ir a organizar sus respectivas campañas. El batacazo de las siglas de las “izquierdas abertzales” fue memorable. Salvó en parte los muebles la coalición Euskadiko Ezkerra (formada al final por EIA, MCE e “independientes” de la que se había retirado HASI y otros “independientes”).
Las otras izquierdas tuvieron en Euzkadi resultados desiguales. El PCE –que reclamaba para sí el cuasi-monopolio de la lucha antifranquista- desapareció del mapa, lo mismo que la mayor parte de las organizaciones a su izquierda. Solo quedaba el PSOE. Nicolás Redondo Urbieta declaró en una entrevista a Cuadernos para el Diálogo que había funcionado la “memoria histórica”.
Las derechas se agruparon, fundamentalmente, en torno a los partidos que tienen su origen en el franquismo reformista: la Unión de Centro Democrático (un partido montado a toda velocidad en base a la estructura del Movimiento para que Suárez tuviese una organización) y la Alianza Popular de Fraga y otros seis ex ministros del dictador.
En aquellos momentos, el PNV está afianzado el primer escalón. Tras una Asamblea memorable, se había convertido en la primera fuerza de los que, luego, será la CAPV, y sus prioridades eran la libertad, la amnistía y el estatuto de autonomía. Poco a poco, comienza a afianzarse un sistema de libertades aceptable. En el verano de 1977, la Asamblea de Parlamentarios Vascos iniciaba la discusión de lo que debía ser el estatuto de Autonomía. En el otro, las Cortes aprobaban una ley de amnistía que vaciaba las cárceles de presos políticos. Pero,…
Las “izquierdas abertzales” comenzaban a reaccionar (en apariencia). Mientras se iniciaba el proceso autonómico, se convocaba la Marcha de la Libertad, que debía acabar en Arazuri, a las afueras de Iruñea. El PNV, como hiciera en Txiberta, se mantuvo al margen a pesar de las críticas. Este partido había decidido que los avances para el pueblo vasco se conseguirían por la vía institucional y pacífica.
A pesar de que la amnistía había vaciado las cárceles, de los avances en materia autonómica, el sector mayoritario de las “izquierdas abertzales” opta por la ruptura, reanudándose las acciones armadas en una espiral enloquecida. Con el paso del tiempo, de aquel “ETA herria zurekin”, se pasó a un rechazo creciente y a la profundización de una brecha profundado entre los violentos y quienes rechazaban el terrorismo. En septiembre de 1978, el PNV convocaba una multitudinaria manifestación de rechazo a ETA en Bilbao (“la de las palomas”) que le atrajo críticas como las vertidas en una carta publicada en Egin por Mario Onaindia Natxiondo y Eduardo Uriarte Romero. Se ascendía un segundo escalón.
Al mismo tiempo, el nacionalismo en JEL, se consolidaba como una fuerza mayoritaria en el campo abertzale e indispensable en el mundo democrático. Y esto resultaba un elemento que distorsionaba el mapa político del postfranquismo. Desde el primer momento, quedó claro que el PNV era el elemento a batir. En 1977, este partido obtuvo (en lo que luego será la CAV más votos y más diputados que las demás fuerzas). Mantenía con el PSE una buena relación histórica, en el Gobierno en el exilio, en el Consejo delegado, habían firmado el pacto de Frente autonómico, pero, en la primera oportunidad, es decir, al constituirse el primer Consejo General Vasco, un organismo preautonómico de escaso contenido, el PSOE unió sus votos a los de la UCD para desplazar a Juan de Ajuriaguerra de la Presidencia del mismo. Estaba claro desde el primer día que este tipo de fuerzas no dudaría lo más mínimo para desplazar al PNV de aquellas instituciones en la que pudiese. Las razones eran lo de menos.
Mientras tanto, las “izquierdas abertzales”, tras el batacazo del 15 de junio de 1977, trataban de reagruparse sobre otras bases. Se monta la llamada “mesa de Alsasua” de la que surgirá Herri Batasuna. Solo Euskadiko Ezkerra quedará fuera. Son tiempos de grandes proclamas. En las elecciones generales de 1979, obtienen cuatro diputados a Cortes (3+1). En la municipales y forales, HB se convirtió en la segunda fuerza. Sin embargo, optaron por mantenerse al margen mientas mientras que la violencia se disparaba al infinito.
Las “izquierdas abertzales” rechazaron la Constitución de 1978. El PNV se abstenía. El texto, que fue aprobado, recibió solo el respaldo del 30 por ciento del Censo. El Estatuto de Autonomía se convertía en una nueva oportunidad. El texto, esta vez, fue aprobado por todos excepto por HB. Es cierto que algunos de quienes lo había votado no parecían dispuesto a cumplirlo. En 1981, UCD y PSOE ponían en marcha la LOAPA, una ley orgánica cuya entrada en vigor suponía el fin del autogobierno.
El PNV se disponía a subir un nuevo escalón. Está vez casi en solitario: la profundización del autogobierno a través del Estatuto y la consolidación de unas instituciones propias. Fracasado el intento de la LOAPA, se desarrolla una estrategia de ralentización del proceso autonómico y de gobierno “desde la mayoría central”. Lo aprobado por los vascos pasaba así a un segundo plano.
Mientras tanto, se debía afrontar una terrible crisis económica. La negociación para el ingreso en la CEE, por un lado, y la reconversión industrial, por otro, destruyeron decenas de miles de trabajo. Algunas decisiones en este punto tenían un claro sesgo político-partidista. Ante el desprecio de HB, el PNV se “vació” para ir arrancado las competencias reconocidas en la ley 3/1979. Recuperado el Concierto y pagando peaje tras peaje se iba avanzando sentando las bases de una sociedad y de una economía distintas.
En plena subida, se produjo una escisión terrible. Pasados los años, se demostró que, en el proceso de construcción del autogobierno, debilitar al PNV conseguía fragmentar a una sociedad excesivamente enfrentada en sus facciones. Pero, era lo que interesaba y, en la división del PNV, hubo muchos factores externos al propio partido. En la nueva fase, se produce un error terrible: hay quien cree que, donde debe pescar EAJ para recuperar su pujanza, es en los caladeros de las “izquierdas abertzales”. Por otro lado, algunos vinculaban violencia y “normalización política”. Y así se llegó a Lizarra donde, aprovechándose de las ansias de paz de algunos, las “izquierdas abertzales” quisieron recuperar Txiberta empujando al PNV a una ruptura a la que no estaba dispuesto, y menos con ETA militar de garante. ETA fue desaprovechando una tras otra las oportunidades que se le ponían delante. Si, en 1977, se había quedado colgada de la brocha, al final solo le queda la opción menos favorable de todas las posibles. Eso sí, para aceptar como campo de juego ya no el mismo que había despreciado hace 35 años, sino el dibujado por una ley de partidos que es una norma aprobada desde “la mayoría central”. Y, aprovechándose de esto, como ocurriera en 1978 con el acuerdo UCD-PSOE, se desplazaba a la fuerza más votada. Y es que el objetivo de unos y otros es más el PNV que solucionar problemas o avanzar.
El PNV subía dos escalones más: por un lado, siguió en su trabajo por la profundización del autogobierno, consiguiendo nuevas competencias de las recogidas en la Ley Orgánica 3/1979 que sigue sin cumplirse. Por otro, tratando de sentar las bases que faciliten una salida más rápida de la crisis económica a la que nos hemos visto arrastrados. Y es que el PNV es el único que tienen un plan.
Quedan once meses de duro trabajo. Once escalones para llegar al lugar en el que se comiencen a ver las cosas más claras.

martes, 19 de julio de 2011

Declive en Gipuzkoa

José Manuel Bujanda Arizmendi

Comienzo con unas líneas extraídas del prólogo del “Imposible vencido. Arte de la lengua bascongada” de Manuel de Larramendi que allá por el año 1729 se jactaba de haber logrado lo que para muchos era imposible, desentrañar las reglas por las cuales el euskara se articulaba gramatical y sintácticamente. El lo logró y por ello tituló así la primera gramática vasca. Dice así respecto a lo imposible: “Unos quieren que sea imposible lo que aborrecen, y no pueden ver, otros ciñen demasiado los límites de lo posible, midiéndolos en su corto alcance, otros en fin, llaman imposible a lo que piden aplicación, estudio y trabajo () por ello es preciso que unos moderen su voluntad, que otros condenen su corto alcance y que otros en el estudio laborioso reconozcan una especie de omnipotencia () Si llaman imposible a una gran dificultad…” No pudo haber pues respuesta más contundente a aquellos que creían que era imposible escribir una gramática vasca. Pero al contrario de lo que se creía, sí era posible, M. Larramendi trabajó y lo consiguió. Venció a lo que parecía ser imposible.

Llegado a este punto quizás el sufrido lector esté pensando sobre qué rayos versarán las líneas que sigan a ésta. “El imposible vencido”, sí, algo así podríamos titular también la política de y en Gipuzkoa. Me explico, quisiera hoy deslizarme sobre los resultados obtenidos por el PNV en Gipuzkoa, que es como disertar sobre su declive en este territorio. Declive que es cierto. Declive que no tiene por qué ser irreversible y que es posible frenar. Pero la premisa para abordar el tema en cuestión es reconocer el hecho en sí y asumir responsabilidades políticas correspondientes, asumir que el declive existe y que se está manifestando de una manera diáfana en los últimos, pongamos que, ocho años. Y que tiene claros responsables políticos. En este sentido afirmé en uno de mis últimos artículos, que el PNV ha sido el partido que mejor ha aguantado el chispazo electoral de Bildu, que el PNV sacó unos buenos resultados en Bizkaia, magníficos en Bilbo, que aguantó el tipo en Alava y que cosechó unos resultados malos de solemnidad en Gipuzkoa, y seguí manifestando, que el PNV, en mi opinión debería de llevar acabo una muy necesaria, serena y profunda reflexión, incluso una autocrítica no menos necesaria y absolutamente saludable. Pero los humanos tenemos a veces la capacidad de obviar la realidad, retorcer el paisaje que tenemos ante nosotros, hacer ilusionismo con los números, fijarse en la paja del ojo ajeno obviando la viga en el propio…el responsable político ha adquirido la capacidad de mirar a otro lado, hacer txandapasa a su responsabilidad política, distraer la atención hacia otros lares y disimular ante lo indisimulable, es decir no asumir la realidad, la fea.

Y en Gipuzkoa hay una realidad, fea ella, en cuanto a los resultados del PNV, éstos han sido malos, sin paliativo alguno. El PNV ha perdido poder e influencia institucional a raudales, una auténtica hemorragia, su presencia institucional es mínima, ha perdido alcaldías emblemáticas e incluso la Diputación, es más, ha perdido musculatura en la calle, ha difuminado su punch en cuanto a su mensaje, sus articulaciones chirrían y su discurso confunde. En una palabra, no ha acertado. Y así hay que reconocerlo. Sin reconocerlo no hay remedio posible. Y es triste no tener la capacidad de reconocerlo, pues insisto, siendo el reconocimiento el primer paso para rectificar y darle la vuelta, ese reconocimiento se maquilla y se envuelve en celofán coloreado con argumentos pueriles. He hablado de darle la vuelta a la situación porque sí es posible, se puede y se debe frenar el declive, se puede y debe generar de nuevo ilusión para con el PNV y volver a ocupar el cauce central de la sociedad, ser la principal referencia de nuevo, la referencia inequívoca del nacionalismo vasco en Gipuzkoa, estoy convencido que podemos de nuevo volver a conectar con las necesidades reales de los ciudadanos de la calle, conectar con los problemas reales de los jóvenes y de los no tan jóvenes, mayores, parados etc. Hay que hablar, tenemos que hablar sobre los valores que caracterizan al PNV, y no de jardines ajenos, y explicar nuestras propuestas para responder a los retos del presente y adelantarse a los del futuro. Y ello sí es posible. No es imposible. Se puede vencer a lo que parece imposible. Trabajemos con patriotismo y reditar “El imposible vencido”, convencido de que es posible, que podemos vencer al imposible. Podemos de nuevo ser lo que siempre hemos sido.

El transcurrir de la historia tiene sus leyes inapelables de oportunidad, no sería de recibo perder ésta. Nuestros mayores en épocas más difíciles lo lograron con coraje hasta legarnos este nuestro presente. Mejoremos este su legado para los que nos sigan. Y que todos ellos hablen bien de nosotros en parecidos términos en el futuro que les toque vivir. Futuro, donde el PNV de siempre, seguirá, lo repito, ocupando el cauce central de la sociedad gipuzkoana, ensanchando las orillas de ambos lados y construyendo la Euskadi de las siete tierras vascas. El imposible será de nuevo vencido. Depende de nosotros mismos. A ello pues. Aire fresco, ilusión, responsabilidad, trasparencia, honestidad, caras nuevas, ventanas abiertas, ideas claras, autocrítica, asunción de la realidad, valores, mirada al frente, liderazgo, sin complejos, como siempre… y a lo nuestro.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Y , después de ETA, ¿qué?

Leo en estos días cosas curiosas como un artículo en un medio electrónico titulado “Pavor a la izquierda abertzale”. Leyendo el texto y los comentarios que le acompañan tengo la impresión de que algunos viven en Marte. Si uno pasea por Bilbao, por Lekeitio, por Mutriku,… Si se da una vuelta por los campus de Donostia o Gasteiz,… Si hace por conocer cómo y cuándo surgen los industrialdeak y los parques tecnológicos…se dará cuenta que la “izquierda abertzale” no tiene nada que ver con nada de esto (que, además, es lo que, entre otros cosas, ha hecho que en Euskadi el desempleo sea la mitad que la media estatal). Más bien al contrario. Cuando uno ve a un camionero polaco perdido en una rotonda en Lekeitio porque alguien ha borrado el nombre en castellano, uno piensa en que, con el mismo “spray”, se han pintado más abajo “Lekeition lan eta bizi” (¿”trabajar y vivir” en un lugar donde es difícil sacar y meter mercancías?). La izquierda abertzale se ha pasado los últimos treinta y tres años en otra cosa, que, por cierto, nada tenía que ver con aquello que decía la alternativa KAS de “mejora de las condiciones de vida y trabajo del pueblo trabajador vasco”.
Además, el pueblo vasco necesita una explicación. ¿Por qué acepta ahora a la baja lo que no hicieron hace treinta y tres años, y mucho más a la baja, de lo acordado en Loiola?. Es una explicación imprescindible, especialmente porque demasiados quedaron en el camnio.
Y, en el nuevo escenario, ¿qué “pinta” el PNV?. O, mejor dicho: “¿Pinta algo el PNV?”. Por lo que uno lee, en el diseño del “nuevo escenario”, al Partido Nacionalista Vasco se le reserva el papel del mirón en el mus (se calla y da tabaco). Por si fuera poco, en este polo, el “derecho a decidir” se presente como un capítulo más de una estrategia más amplia que pasa por hacerse con la hegemonía del campo abertzale. ¿Para qué?. No se sabe. No conocemos el programa económico (¿cómo piensan Peio Urizar o Rufi Etxeberria crear empleo?).
Ante esta “cosa”, el PNV debe no solo luchar con todas fuerzas por recuperar la hegemonía en el campo abertzale en todos los territorios posibles, sino trabajar para que el adversario no consiga su objetivos (uno de ellos, desplazarle). No solo no deben abrirse rendijas, sino hay que subir la altura del muro. Y estar vigilantes con algunos “amigos”, no vaya a ser que nos metan en el patio de casa el caballo de Troya. Y es que yo (desde la muy lejana década de los 1970) no acabo de fiarme de los “sexteros” (de ETA VI). Esos que sirven para un roto y un descosido. Los veo ocultos tras una careta del Pato Donald o de Mickey Mouse, y eso no puede ser serio.
En los días que siguieron a la escisión, por lo menos en Bizkaia, el PNV activó varias líneas de actuación: la principal, fue la organización. Era una cuestión clave cuando, en algunos municipios, se estuvo al bordo de la extinción. La segunda se concretó en las llamadas “semanas nacionalistas” (que fueron, básicamente, ciclos de conferencias en el que participaron los máximos dirigente del nacionalismo en JEL) y, luego, otra serie de actividades dirigidas a motivar a la militancia propia (como el Jator Eguna, inspirado en Lea Artibai por el escritor Augustin Zubikarai) o el Euskararen Eguna, con , por ejemplo, un intenso homenaje a los euskaltzales de Elantxobe: Gorgonio de Renteria, Ogoñope, Andima Ibinagabeitia, Imanol Berriatua… En su inmensa mayoría (con la excepción del franciscano Berriatua), vinculados al PNV: Renteria fue presidente del EBB, el periodista Ogoñope dirigió la Junta Extraterritorial de México. Se trataba de “marcar territorio” en circunstancias muy difíciles. Fue un trabajo duro que, con todo los matices que se quiera, dio sus resultados. Y, así, por ejemplo, en Bizkaia, solo resta abrir las puertas del Partido a los miembros de EA. Sin condiciones, ni reproches.
Los resultados de intentos de polo soberanista en Catalunya ha sido desastrosos. La Esquerra (ERC), que quería sustituir a CiU, entregó el Gobierno al PSOE y este, acompañada de la propia ERC y de IU, ha sido incapaces de resituar al país, colocándolo en una coyuntura económica inédita. Eso sí, era “de izquierda”. Al final, los catalanes han optado por el nacionalismo que se ocupa del desarrollo económico, de la creación de empleo y del bienestar de los ciudadanos. “Primum vivere, deinde philosophare”.
La construcción nacional desde el progreso económico y social es, siempre, mucho más sólido que cualquier otra opción. La buena administración de la hacienda, sirve para el caserío, para un ayuntamiento…y para un país. Y esto no es cuestión de derechas o izquierdas. Bloomberg (en un artículo firmado por Vernon Silver y Charles Penty) se ha mostrado recientemente muy crítico con la gestión económica de PP en la época Aznar (especialmente con Rodrigo Rato). Dicen que el PP “no supo aprovechar los buenos tiempos para llevar a cabo reformas estructurales en la economía española” y limitar su dependencia del turismo y la construcción”.
En estos momentos, los ciudadanos quieren saber cosas más sencillas: si van a tener empleo el mes que viene, si van a poder pagar los salarios, si recibirán atención sanitaria cerca de su casa o a cincuenta kilómetros, cómo pagaran la hipoteca, si cobrarán una pensión, cómo serán la ciudades y pueblos y ciudades que dejemos a nuestros hijos,… Y, para atender este tipo de cuestiones, ni un “frente abertzale”, ni un política de izquierda clásica (tampoco una política neoliberal) tienen las respuestas. Además, visto lo visto, tampoco serían capaces de vincular la economía vasca a aquellas economías que resisten mejor los ciclos de crisis, con tasas de paro inferiores al 8 por ciento (entre el 6.8 alemán y el 8 belga).
El PNV debe afrontar el tiempo post-ETA desde tres premisas: la consolidación de un proyecto autónomo (sin mirar a unos y otros), la prosperidad económica (desde la justicia social) y la profundización del autogobierno en un proceso constante, agotando todos los recursos legales que el sistema permite: completar el 100 por 100 del Estatuto (tal y como se aprobó en 1979) y la actualización general del régimen foral nos llevaría a una situación cercana a las vísperas de la ley abolitoria de 25 de octubre de 1839.
Por cierto, todo lo anterior forma parte de un sistema que la “I.A.” dice estar dispuesta a aceptar. Treinta y tres años después, pero…finalmente, han optado por convertirse en una fuerza vulgar.

domingo, 19 de septiembre de 2010

ASPIRACION ULTIMA y MARCO DE CONVIVENCIA

La aspiración última del nacionalismo es conseguir que el Pueblo Vasco sea sujeto (y no objeto) de todas y cada una de las decisiones que le afectan. Pero, esta aspiración puede ser asumida sin dificultades por quienes no se consideran nacionalistas. ¿Qué ciudadano desprecia ser sujeto de aquello que le afecta?. ¿Qué los demás no decidan por él. Los vascos tenemos, en estos momentos, dos instrumentos (mejores o peores) para avanzar en el autogobierno: el Estatuto de Autonomía (en el caso de la CAPV) y la foralidad plena. Dos mínimos en los que podrían estar de acuerdo nacionalistas vascos y constitucionalistas españoles.
Pongamos algún ejemplo: ¿quién preferiría que le gestionase las pensiones un vasco socialista de la Margen Izquierda?. ¿Por qué no se hace una encuesta?. Por otro lado, simultáneamente (y además) al debate sobre otras cuestiones, la plena autonomía constitucional permitiría adecuar el sistema de la financiación de las pensiones a la realidad económica actual (el envejecimiento de la población y la globalización de la producción). Se trataría de establecer recursos financieros y fiscales en un fondo siguiendo el ejemplo noruego. El Artículo 18.2 b del Estatuto de Autonomía establece claramente que “Corresponde (a la Comunidad Autónoma del País Vasco) la gestión del régimen económico de la Seguridad Social”. La mitificación constitucionalista de la “caja única” (que no afecta, por ejemplo, a políticos o militares) dificultaría, sin duda, el traspaso de esta competencia. Por el contrario, se pueden establecer fondos forales de garantía social que, por un lado, sirvan para financiar servicios sociales y, por otro, como complemento de las pensiones. La dotación de estos fondos tendría un carácter mixto: a través de un impuesto y, por otro lado, de aportaciones individuales.
Desde hace muchos años (demasiados), el Tribunal Constitucional es una tercera cámara política. Sorprende que sus decisiones sobre cuestiones que afectan a la ley orgánica 3/1979 (Estatuto de Gernika) no tengan en cuenta algo que parece una verdad de Pero Grullo. Si quienes redactaron las Constitución de 1978 fueron los mismo que aprobaron, meses más tarde, el Estatuto de Autonomía, ¿no se dieron cuenta que esta última ley contradecía preceptos de la Carta Magna?. ¿Por qué todo el mundo comenzó a darse cuenta de cuestiones “irrenunciables” a partir del fracaso de la LOAPA?. Algunos textos sobre la “caja única” emitidos por el T.C. se basan, por cierto, en una “transitoria” de la Constitución. Por cierto, en estos días que se habla de la modificación de la L.O. del Poder Judicial (ley Ledesma) para adaptar esta norma al Estatuto catalán, era una buena oportunidad para recuperar la competencia estatutaria “laminada” por la citada ley.
El segundo elemento para avanzar en el autogobierno es la foralidad. Herrero de Miñón y Lluch dejaron escrito que “los Derechos históricos no son una reliquia arqueológica, más o menos curiosa, ni un concepto político(…) son una categoría jurídica positivizada por las cláusula definitoria contenida en la Disposición Adicional Primera de la Constitución. Esto es la norma suprema a la que están sujetos todos los ciudadanos y los poderes públicos, según su art. 9.1, puesto que carecería de sentido predicar de toda la Constitución y sobre la base del citado artículo su pleno y completo carácter normativo y excluir del mismo la Adicional Primera”.
Los constitucionalistas españoles deberían ser, por principio, los más interesados en que se cumplan sus propias normas, y, por supuesto, aquellos acuerdos parlamentarios que, con su apoyo “interpretaban” de forma amplia y plural el Estatuto.
Hay una buena base legal de convivencia. Para los nacionalistas vascos, todo lo que sea ser sujeto único de decisión en lo que les afecta (por ejemplo, la gestión de las políticas activas de empleo) supone un paso adelante. Seguramente, no es suficiente. Para los otros, motivo de alegría, porque se cumple la ley.
Sin embargo, no hay razones especiales para el optimismo. Han transcurrido treinta y un años desde que se aprobó el Estatuto de Autonomía y, antes de que naciese, ya comenzaron los recortes. Recordemos que el texto autonómico consensuado por los partidos en Euzkadi fue “lijado” en Madrid por Fernando Abril-Martorell y Alfonso Guerra. ¿Cómo no se habrían dado cuenta de “lo de la Seguridad Social”?. ¿Aceptaría el nacionalismo vasco mayoritario, sin renunciar a lo que dice la Disposición Adicional del Estatuto de Gernika, establecer un marco de convivencia basado en la plenitud estatutaria y en la actualización de los derechos históricos reconocidos en la Constitución de 1978?. ¿Y los constitucionalistas?. ¿Acabarán reconociendo el “hecho diferencial vasco” que es, no se olvide, un “hecho” constitucional?.

jueves, 16 de septiembre de 2010

Reflexión sobre nuestros errores

Dos de los momentos más duros que me ha tocado vivir fueron los asesinatos de Gregorio Ordoñez y de Miguel Ángel Blanco. La noticia del primero me sorprendió en la redacción de Deia, en Bolueta. No había explicación posible. Cuando alguien trató de analizar lo sucedido, salí de la sala. Ordoñez, que no me caía bien por su forma de manejarse, era un representante del Pueblo Vasco. En este caso, de los ciudadanos de Donostia.
No había análisis posible: era un crimen execrable y cruel que también me afectaba a mi de forma directa. Lo de Miguel Ángel Blanco fue aún peor. Envié un carta a los medios (solo apareció en El Correo). Recordaba que mi tío, Domingo San Sebastián Lapeyra, coadjutor-organista de la parroquia de Ermua, junto con el vicario, don Críspulo Salaberria, había salvado la vida gracias a la intervención de algunos (pocos) carlistas ermuarras. Así, de dos condenas a muerte que pedía el fiscal militar, se pasó a 25 años de destierro en Asturias.
Surgió el “espíritu de Ermua” que, básicamente, envolvió a una de las campañas más brutales contra el PNV. Jon Juaristi llegó a escribir que el responsable del asesinato de Blanco Garrido había sido Sabino Arana. Yo me había criado en “otro espíritu de Ermua”. Don Críspulo y don Domingo dedicaron los meses de la guerra a proteger a las gentes de derechas (ocultándolos en caseríos de confianza). Cuando entraron los requetés y comenzó la represión, mi tío, desde el púlpito, recordó el Evangelio y que Jesús, ante la ofensa, ponía la otra mejilla. No le dejaron acabar la Misa. Lo bajaron de mala manera del púlpito y se lo llevaron.
Primero estuvo en el Carmelo y, a tener petición de pena de muerte, lo trasladaron a Larrínaga. De allí, a Asturias –pudo ir a Cuba donde un primo, Segundo Cazalis, le había conseguido acomodo- junto a otros curas vascos (iban a sustituir a los fusilados por los republicanos). Su testimonio se encuentra, por cierto en los archivos del Vaticano (fue localizado por Iñaki Goiogana). En Asturias, hizo amistad con numerosos socialistas (como él, del bando “perdedor”) y se dedicó con todas sus fuerzas a ayudar a los más desfavorecidos. Primero, a los derrotados y, luego, a los primeros inmigrantes que llegaban a trabajar en Ensidesa. Regresó a Lekeitio y, siguió, como era norma, haciendo el bien, siendo consecuente con el Evangelio. Así que, cuando un día la Guardia Civil de Ondarroa, en plena dictadura, pidió un cura para decir Misa el día de la Patrona, al negarse a hacerlo los curas del pueblo, mi tío no lo dudó. “No se le niega a nadie la Palabra”, y fue. No se quedó a los “pintxos” pero los guardias tuvieron la Misa como Dios Manda. Y él era uno más. Es cierto que luego uno tiene que leer “La Tribu Atribulada” y la sucesión de idioteces que aparecen en esta cosa de Juaristi (aquí erró).
Pues eso. Tras el asesinato de Miguel Ángel Blanco, muchos estaban convencidos que había llegado el momento de ajustarle las cuentas al PNV. Comenzó una campaña en la que, cada vez que aparecían las siglas de ETA, a continuación le seguían las del PNV. Lo que dio lugar un encontronazo con Patxo Unzueta. Algunos se asustaron. Desde los días de la escisión, no antes, se vendía la especie de lo único que nos separaba de ETA (y HB) eran los medios. Otros recordaban que, en Israel, los terroristas del Irgun (los que volaron el Hotel Rey David de Jerusalén) no solo acabaron en el Gobierno, si no que a uno de ellos, Menahem Begin, le dieron el Premio Nobel de la Paz. Incluso alguno estaba convencido que el “secante” posible de ETA era el Partido. Y, por supuesto, los defensores del “caladero de votos” (quienes defendían que nuestros votos estaban en los “descontentos” de la autodenominada “izquierda abertzale”). Participé en una reunión durísima en el batzoki de Gernika. Durante la misma, descubrí el temple de Iñigo Urkullu.
Luego, tras el calvario que siguió a la ruptura de la tregua, quedó claro que, con un mensaje firme frente a cualquier tipo de violencia (sin matices), deberíamos preocuparnos no tanto de ETA (derrotada social y electoralmente) sino quienes constituían el principal obstáculo para el autogobierno. Es decir, el llamado ya “constitucionalismo”: el PSOE y el PP. En mayo de 2001, el Estatuto de Autonomía seguía incumplido en partes esenciales. Y los responsables eran, precisamente, quienes Paco Llera caracteriza como “autonomistas”. Son aquellos siguen sin darse cuenta que en la raíz del problema vasco está en la enfermiza incapacidad del Estado español de cumplir sus propias leyes. No se cumplieron las leyes abolitorias de 1839, de 1876, la paccionada de 1841 y, por supuesto, la ley orgánica 3/1979 (el Estatuto de Gernika). Sorprende escuchar a Rajoy advirtiendo a Rodríguez Zapatero sobre transferir unas competencias recogidas en una ley orgánica. O la supina ignorancia de muchos “tertulianos” que agitan el espantajo de la “caja única”. Traté de resumir ambas cuestiones en un artículo y, casi inmediatamente, aparecieron exégetas y analistas que no acertaron ni una. Me sorprendió bastante las “conclusiones” que obtenía de mis palabras Gregorio Morán en su prólogo-“me había equivocado”- a la reedición de su librito (así lo calificaba en su “Testamento vasco”) Los españoles que dejaron de serlo.
En los últimos veinticinco años, el PNV ha cometido muchos errores (¿quién no los comete?). El primero (y más grave) fue mantener tras la escisión una estrategia de complementariedad. Esto es especialmente claro en Gipuzkoa. Para concentrarse tanto en la gestión como en otras cuestiones de índole diversa, se renunciaba a ocupar espacios de poder, ciudadanos, etc. Porque ya estaban asegurados por “abertzales” (autodenominados “abertzales”). Lo que, en un primer momento, podría explicarse por la dureza con que golpeó la escisión en este territorio, se convirtió en norma y, hoy, es una especie de déjà vu.
Relacionado con el anterior, el segundo error es (ha sido) el de mirar constantemente a lo que pueda hacer la denominada “izquierda abertzale” y, sobre todo, insistir en la acumulación de fuerzas (que acaban desdibujando el mensaje político: el PNV no es solo un partido abertzale. También es un partido democrático y social-cristiano, si quiere) frente a la acumulación de votos. Y esa fue la gran lección del 13 de mayo de 2001. Frente al terrorismo etarra, por un lado, y la ofensiva del “espíritu (revanchista) de Ermua”, se respondió (y se derrotó a unos y otros, incluidos los poderosos medios de comunicación de la época) con votos.
El tercer error tienen que ver, por un lado, con los personalismos (especialmente, los que arrastran a muchos, en ocasiones sin convicción, otras veces por ignorancia). Si se piden explicaciones, por ejemplo, la cosa acaba en “lo personal”. El libro de Imanol Murua (Loiolako Hegiak) sobre la última tregua y negociaciones ha dejado cuestiones sobre la mesa que alguien deberá aclarar algún día. Por ejemplo, cual era el valor auténtico de los tres votos de Batasuna al llamado “plan Ibarretxe”. ¿Por qué se puso en marcha ese proceso (el del Nuevo Estatuto) estando en marcha el “de Loiola”?.
Pero, en estos momentos, resultaría suicida volver a las andadas tras la filípica de los tres encapuchados en la BBC. ETA militar y Batasuna tienen que ver como solucionan la cosa. Y va a ser complicado. A los primeros, solo les queda negociar armas por presos. A los segundos, sino los “milis” no para siempre, deberán optar por la ruptura y la marginalidad. Y aún así, incluso si rompen, van a tener que aprender a hacer política, y les llevará tiempo porque llevan un retraso de treinta y tres años y cuatro meses.
El cuarto error tiene que ver con la fragmentación interna. De ahí la importancia de la reunificación del PNV. Una tarea que no puede ser demorada.
La vuelta de Batasuna no abre para el PNV ningún escenario especial. No debería abrirlo. Batasuna, HB, EH,… ya ha participado (durante muchos años) en el juego político y, hoy por hoy, no parece una fuerza capaz de solucionar problemas esenciales del país: desde la recuperación económica, creación de empleo y nuevas empresas, diversificación de mercados, impulso a la iniciativa privada y la inversión,…mejorar las condiciones de vida y trabajo,… Las ocurrencias de Txelui Moreno van más dirigidas a motivar a su parroquia que a otra cosa. Como ocurriera en 1977, el PNV –un partido reforzado por la reunificación- debe optar por seguir su propio camino, sabiendo, además, que las “izquierdas abertzales” acaban basculando, antes o después en la “izquierdas”: Cataluña o Donostia son buenos ejemplos.
Treinta y tres años y cuatro meses debe habernos servido para aprender sobre todo una lección: que los “malos” no fueron Gregorio Ordóñez o Blanco

EL PNV DEBE REUNIFICARSE CUANTO ANTES

¿Por qué no se reunifica el Partido Nacionalista Vasco?. ¿Qué se lo impide?. ¿Compensa el mantener siglas y divisiones en torno a una misma idea?. ¿Cuál el problema?. ¿Sería grave plantear una reunificación?. Yo creo que ha llegado el momento en plantear esa reunificación. Hacerlo en serio. Recuperar el impulso de los 70 y el espacio de los 80. Solo se necesitan unas dosis de generosidad, patriotismo, realismo y querer. Y quien no quiera, deberá explicarlo, mucho y bien.
Durante las últimas semanas, he hablado con mucha gente. Con aquellos que, por edad, sufrieron los días de la escisión (por ambas partes). Con otros más jóvenes. Les he hablado de este artículo y las ha parecido que es el mejor momento. También he contactado con colegas que siguen desde hace años la actualidad política y casi todos (no todos) han reconocido que la tesis “hay votantes de EA que nunca votarían al PNV” no se sostiene. Y no solo eso, hay quien asegura que los principales defensores de esta teoría son dirigentes del PNV. Es algo que yo cuestiono, pero que está ahí.
Andoni Ortuzar, con razón, señalaba que, en posibles acuerdos electorales, habría que medir la representación de cada cual (se refería en esta caso a H1). Pero, en una reunificación orgánica, además de la representación institucional, están los afiliados. Combinando ambas cuestiones, debería iniciarse un proceso que debe desembocar en una Asamblea General de reunificación. Por ejemplo, el modelo de proceso que desembocó en la Asamblea de Bergara de 1930 en la que se reunificaron la Comunión Nacionalista y el Partido Nacionalista tras una escisión que duró casi una década. Aunque no se evitó el nacimiento de Acción Nacionalista Vasca, ni algunas veleidades por parte de minorías (como las agrupadas en torno a “Jagi-Jagi”), el nacionalismo unido inició una etapa de desarrollo sin precedentes, convirtiéndose en eje de la política vasca al final del periodo republicano (1936).
En 1977, se produjo un fenómeno inesperado (para muchos). Por un lado, funcionó la “memoria histórica”. Por otro lado, los partidos “históricos” habían renovado su dirección y su discurso. Aparentemente, el franquismo se evaporó mientras que partidos y organizaciones que habían jugado su papel protagonista durante la dictadura pasaron a un segundo plano (quedando, incluso, al borde de la extinción).
El PNV, uno de esos partidos históricos, había actualizado sus planteamientos políticos y, al mismo tiempo, rejuvenecido sus cuadros dirigentes. Y eso le convirtió en la fuerza hegemónica en el campo político y social, e indispensable en la actividad democrática. ¿A quién benefició (beneficia) la escisión?.
El PNV debe olvidarse de pescar en no-se-qué caladeros para crecer. Puede aspirar a los máximo pescando en su propio caladero. Ese caladero troceado y poco cuidado. Debe dejar de escuchar cantos de sirena del tipo: “¿Para qué queremos reunificarnos, para ser un CiU?. Para algunos, solo valen uniones estratégicas con determinadas fuerzas cuya finalidad (confesada) es acabar con el Partido. Tengo la impresión que, para algunos de entre nosotros, no interesa nada un partido fuerte, unido y presente en los pueblos y aldeas del País.
Seguramente, los expertos en reglamentos pondrá todo tipo de objeciones, pero, como primer paso, dejaría sin efecto todas y cada una de las medidas disciplinarias tomadas por las diferentes instancias desde 1977 hasta hoy. De la misma forma, invitaría al próximo Alderdi Eguna a los dirigentes del Partido expulsados o “disueltos”. Y si no viven, pues a sus familias. Por citar a algunos más cercanos: ¿no pasarían un buen rato en Foronda Antón Ormaza, la familia de Sabin Zubiri, Jon Castañares, los Oregi,…?.
A estas alturas, los ciudadanos, más que uniones “estratégicas” o “frentes” de cualquier pelo, quieren partidos sólidos, con gente preparada, con ideas capaces de sacar adelante los problemas de cada día y dar respuesta a las aspiraciones (las que fuesen) de sus ciudadanos.
El Partido Nacionalista Vasco-Euzko Alderdi Jeltzalea debe reunifircarse hoy mejor que mañana.

domingo, 7 de marzo de 2010

Bilbao y las tierras vascas

Hace unos días leí unas declaraciones del alcalde Odón Elorza en las que, para justificar el que no se invirtiese en el Guggenhein Urdaibai y sí en los proyectos de su ciudad, apelaba al “sentido de país” de los demás, que deberían renunciar a los suyos (proyectos), alimentando una especie de agravio provincialista sin especial sentido en los tiempos que corren. Sin embargo, está demostrado que, si a Bilbao le va bien, también le va bien a Donostia y a lo que Dana Facaros y Michael Pauls autores de la guía Cadogan llaman “tierras vascas”. Parace claro, además, que, en los tiempos que corren, resulta más rentable concentrar la inversión en grandes proyectos que fragmentarlos en iniciativas de interés local. Y, guste o no a don Odón, donde, a pesar de todo, hay más recursos económicos y financieros, es precisamente en Bilbao.
Desde el punto de vista económico, las “sugerencias” de Elorza presentan cuestiones matizables. Por ejemplo, no hay que olvidar que Bizkaia aporta al Producto Interior Bruto (PIB) de la Comunidad Autónoma del Pais Vasco más del 50 % (50,8) frente al 32,3 % de Gipuzkoa. Gipuzkoa –y, sobre todo, la capital de este último territorio- recibe cantidades importantes de recursos públicos (autonómicos)para actividades y recursos culturales diversos: desde el Festival de Cine, la Orquesta Sinfónica de Euskadi, la Quincena, la Filmoteca, el Festival de Jazz, Tabacalera, San Telmo, Biblioteca Nacional… Sería interesante conocer, por un lado, la aportación de todos estos elementos al PIB vasco (sí se conoce lo que aportan el Guggenhein o el Euskalduna) y cuánto dinero “vizcaino” se va a la financiación de actividades e infraestructuras culturales en Donostia. Sin embargo, esta no es la cuestión.
Yo, que no tengo antepasados bilbainos y sí un bisabuelo donostiarra y solía cantar aquello de “No somos de Bilbao, ni puta falta que hace…”, estoy convencido que el futuro de las tierras vascas pasa por convertir a Bilbao, su Río y su hinterland en el eje y referencia cultural, social y económico (ya lo es desde el punto de vista urbanístico) del Arco Atlántico entre Brest y Oporto. Para ello, no solo es vital la ampliación del Guggenhein a Urdabai, sino que, en el medio plazo (una década), hay que ampliar el excepcional Museo de Bellas Artes y comenzar a pensar en el Tercer Museo (¿porque no la franquicia del Hermitage de San Petersburgo en Zorrozaurre?). Esto habría que vincularlo a ocho bienales (cuatro más cuatro) de gran “tirón” internacional. Todo lo anterior debería complementarse con un Jardín Botánico en la Margen Izquierda (¿Sestao?)siguiendo el modelo de la Glass House de Norman Foster.
Bilbao debe convertirse en ciudad universitaria (ya no del estilo de Santiago, Salamanca o Valladolid, sino de grandes capitales europeas). Sería muy importante crear un entorno atractivo, con residencias, apartamentos asequibles, … que lo conviertan en un punto de referencia y encuentro de la ciudad. No solo para estudiantes, también para visitantes. Todo es rentabilizable.
La industria, la innovación y la investigación son elementos esenciales: el impulso de sinergias entre los parques tecnológicos, el nuevo Campus de San Mamés (que debería ampliar sus especialidades, por ejemplo a Ingeniería Naval), el Automotive Intelligence Center,… invitando a centros e investigadores, de Bretaña, Aquitania, Norte de Portugal,…ayudaría a lanzar al conjunto del Arco Atlántico.
A uno le molesta bastante que el primer edil donostiarra afirme sin despeinarse (perdón por el chiste) que “el país no puede permitirse tantos lujos”, refiriéndose al proyecto de Bizkaia, cuando en la misma información habla del Museo San Telmo y de la Casa de la Paz en el Palacio de Ayete(es cierto que esta última, parece, se financiará única y exclusivamente con recursos donostiarras) que no son “lujos” (esto se parece mucho al chiste, esta vez si, de la moto del comunista: todo es de todos menos la moto que “es mia”).
Bilbao, su ría y su hiterland no pueden detenerse ahora (mucho menos, ahora). De que siga adelante, dependen del futuro de las tierras vascas (incluida Donostia) y, seguramente, del Eje Atlántico. Uno no puede detenerse por localismos trasnochados con gotas de resentimiento. Estaríamos perdidos. A uno, que ni siquiera vive en Bilbao, no le importaría escuchar de los regidores de la ciudad (incluido a algún correligionario) en que nació el bisabuelo Domingo (San Sebastián, por supuesto)todo lo que ha les ha beneficiado la regeneración de Bilbao.