El 30º Aniversario del Estatuto de Autonomía “de Guernica” solo ha sido celebrado por los constitucionalistas que respalda el Gobierno de López. El PNV no ha participado en los actos a los que había sido invitado. Tampoco Aralar, IU-EU y EA. Ha habido análisis y explicaciones para todos los gustos. De todas, la más “rebuscada” (por buscar un calificativo amable) ha sido la de Patxo Unzueta. Su tesis es: “no hay deslegitimación de ETA sin legitimación del Estatuto de Guernica, y su aniversario” Patxo Unzueta, “Qué significa delegitimar”, El Pais, 29-10-2009). Leyendo esto uno tiene la impresión de que los años no pasan en balde. Es cierto que esto nos ocurre a todos.
Comencemos por el principio. Si hacemos caso al propio Unzueta, si hay Estatuto es porque hay nacionalismo (José Luis Berbería/Patxo Uzueta, Cómo hemos llegado a esto,2003). En sus tesis (repetidas en artículos y libros), se insiste en la satisfacción del PNV cuando en 1979 se aprobó el Estatuto. Unzueta amigo de estadísticas y encuestas se olvida, claro,de datos, como poco, relevantes. Los mismo datos que, por cierto, olvidaron quienes celebraron el trigésimo aniversario.
Como dato a tener encuenta: casi el 60 por ciento de las competencias recogidas en la ley orgánica 3/1979 se han transferido a cambio de “algo” que el PNV ha tenido que “pagar” al Gobierno central de turno. No importa que, como en el caso de la investigación cietífico-técnica (Artículo 10), se trata de competencias exclusivas. Hoy esa competencia está en Euskadi porque el PNV respaldó los presupuestos de 2009. Si el PSOE tuviese respaldos suficientes, esa competencia seguiría en la Corte.
Voy a copiar el artículo del Estatuto de Gernika que se refiere al régimen económico de la Seguridad Social:
Artículo 18
2. En materia de Seguridad Social corresponderá al País Vasco:
a. El desarrollo legislativo y la ejecución de la legislación básica del Estado, salvo las normas que configuran el régimen económico de la misma.
b. La gestión del régimen económico de la Seguridad Social.
c. 4. La Comunidad Autónoma podrá organizar y administrar a tales fines, y dentro de su territorio, todos los servicios relacionados con las materias antes expresadas y ejercerá la tutela de las instituciones, entidades y fundaciones en materia de Sanidad y de Seguridad Social, reservándose el Estado la alta inspección conducente al cumplimiento de las funciones y competencias contenidas en este artículo.
d. 5. Los poderes públicos vascos ajustarán el ejercicio de las competencias que asuman en materia de Sanidad y de Seguridad Social a criterios de participación democrática de todos los interesados, así como de los Sindicatos de Trabajadores y Asociaciones empresariales en los términos que la Ley establezca.
La pregunta es ¿va a reclamar la mayoría parlamentaria la transferencia de esa competencia esencial?. Yo creo que no. Jauregui dijo en su día que esto no ocurriría “jamás”. Zapatero afirmó algo parecido.
¿Quién desligitima el Estatuto de Autonomía?. ¿Quién llevada recortándolo desde hacer treinta años?. Recordemos que el primer zarpazo al “pacto de Gernika” fue la ley Ledesma de 1985 (ley orgánica del Poder Judicial). ¿Contribuye a la legitimación la LOAPA –en su día- o en constante mercadeo con las competencias que deben transferirse?. Los recortes del texto original (a través de leyes orgánicas y de bases), treinta años de diferencias y tensiones (las que se evidencian cada vez que hay pactar una competencia) hay convertido el Estatuto en un elemento de confrontación y no de síntesis. Y, además, estamos asistiendo a consecuencias de esos incumplimientos (caso de las últimas resoluciones sobre el euskera en la Administración de Justicia, justo lo que, según Ledesma, quedaba a salvo con su ley).
La LOAPA convirtió al de Gernika en un Estatuto de mínimos. A todo el Estatuto de Gernika, incluida su Disposición Adicional, esa de la que todos los celebrantes huyen con un “sí, pero bueno…”. El mercadeo, es un elemento de tensión y de desgaste que ha acabado con la pátina de 1979. Los recortes, las disculpas y los “jamases” han ido desafecciones y rechazos. Hubo una oportunidad fallida tras la aprobación del Pacto de Ajuriaenea (Acuerdo para la normalización y pacificación de Euskadi, 1988). Su apartado 2 b, referido al “pleno y leal desarrollo de todos y cada uno de los contenidos del Estatuto”. Se llegó a un consenso “interpretatitivo” en el que participaron el PSE y el PP. Sin embargo, el una información publicada por el períodico de Uzueta el pasado 8 de septiembre, se ponía en boca del lehendakari López que, de cumplirse el Artículo 18 de la ley orgánica 3/1979, nada de nada. Es cierto que esta disposición la disfraza la cronista (Isabel C. Martínez) de “reclamación de los gobiernos nacionalistas”.
Y llegó el día del aniversario de un pacto incumplido (y degradado). Para empezar se cometió el error por parte del Gobierno de utilzar la cuestión en forma de horcas claudinas. Como arma arrojadiza: “¡Se van a enterar estos nacionalistas!”. Resultó enternecedor el tiempo empleado por los periodistas gubernamentales buscando afiliados al PNV presentes en el acto. Ninguno de los que estaban lo hacían en condición de tales: eran empresarios, banqueros, representantes de instituciones culturales, de jubilados, diplomáticos honorarios,… La imagen fue de una sociedad vasca dividida por la mitad (sin contabilizar a los ilegalizados). Además, hay sectores –no solo políticos, tambien sociales- que hoy no apoyarían el texto de Gernika. Y esto quedó aún más en evidencia ese día.
La pregunta que hay que hacer a todos los Unzuetas que en el mundo hay, si de verdad cree que se ha cumplido suficientemente el Estatuto de Gernika. Él que, como Txabi Etxebarria, Eugenio Ibarzabal o Juan José Ibarretxe pasó por Sarriko, sabrá cuantificar: ¿en cuánto se cuantifica el régimen económico de la Seguridad Social?.
Quienes dan la razón a ETA –siguiendo la lógica del articulista- no son quienes no ban a un sarao, sino quienes han venido incumpliendo de forma contumaz un pacto que, además, no van a cumplirlo “jamás”. Son los mismos que inventaron la LOAPA y que, al fallar esta, decidieron gobernar “desde la mayoría central” (y esto se dice en una publicación, “Leviatán”, que nuestro hombre conoce bien).
El Estatuto de Autonomía, primero, solo divide si se utiliza como arma de sometimiento. Si no, es algo que está ahí. Ya seguirán llegando competencias (a ZP le quedan dos presupuestos más). Si hacemos caso a Patxi López, no es un fin (“nada es inmutable”), ni una renuncia a nada (Disposición Adicional ley orgánica 3/1979).
sábado, 31 de octubre de 2009
martes, 22 de septiembre de 2009
La hora del nacionalismo vasco
EN 1977, el Partido Nacionalista Vasco renacía de sus cenizas. Coincidieron en el tiempo diferentes generaciones y, sobre todo, destacados elementos procedentes del periodo republicano: Ajuriaguerra, Irujo, Leizaola, Jáuregui… Son estos últimos quienes marcaron una línea de prudencia convencidos de que la suerte del pueblo vasco estaba unida a la consolidación de un sistema democrático en España.
El PNV tenía ante sí tres retos. El de su participación en unas instituciones en las que aún se daba una sensible presencia de las estructuras de la dictadura. El segundo, conseguir un régimen de autonomía que, por lo menos, fuese aceptable. Y, por último, afrontar una demoledora crisis económica (que finalmente iba a arrasar el tradicional tejido económico vasco).
La participación del PNV en las incipientes instituciones democráticas suponía por un lado no caer en lo que los de la vieja generación consideraban el error de no haber participado en el Pacto de San Sebastián (1930). Por otro, romper cualquier intento frentista -que era lo que pretendía ETAm- al abandonar la reunión de Chiberta. Asimismo, a a otro tipo de cantos de sirena, luchó por mantener el Gobierno vasco de 1936 hasta que éste fuese sustituido por otro de igual rango.
Un Estatuto de Autonomía constituía el mínimo común denominador que servía de marco para la convivencia entre, al menos, una mayoría significativa de vascos sin que, además, representase renuncias insoslayables (Disposición Adicional). Al contrario de lo que ocurriera en 1931, en 1979, el vasco fue el primer estatuto de autonomía en aprobarse, aunque, sin embargo, treinta años más tarde no sólo sigue sin cumplirse en partes esenciales, sino que ha sufrido ataques en su redacción original.
El tercer reto era sentar las bases de la recuperación económica. El tejido productivo vasco había sido arrasado tras 40 años de dictadura a una desastrosa gestión de la llamada crisis del petróleo por parte de la UCD y la negociación de ingreso en la CEE (que acabó con la milenaria industria pesquera vasca) y la reconversión hechas por el PSOE. El PNV logró, especialmente tras la recuperación del Concierto y sobre todo a partir de que se consiguen las competencias relacionadas con la economía (retenidas durante más de un lustro por los sucesivos gobiernos centrales), sentar las bases de un nuevo tejido económico. Y, como símbolo del nuevo tiempo, el Museo Guggenheim y la regeneración de la ciudad de Bilbao, ejemplo hoy en todo el mundo.
Los retos del PNV en 2009 no son menores. Quizás el más apremiante es el de diseñar una serie de elementos que permitan la recuperación económica. Y, para ello, se necesita arriesgar. De nuevo, el urbanismo y las infraestructuras van a jugar un papel definitivo. En el caso de Bizkaia, por ejemplo, tanto San Mamés Berria (que se está convirtiendo en el centro de polémica: con el asunto de la pista de atletismo y la vigilancia del alcalde de Donostia) como el Guggenheim Urdaibai, y, desde luego, el adelanto de los planes forales de obras, pueden generar en los próximos años miles de empleos en diferentes sectores. Desde los territorios, además, se debe impulsar una nueva economía productiva y, al mismo tiempo, reducir la dependencia de economías más débiles, basadas en la especulación y el ladrillo. Es decir, mirar más hacia el norte donde los socios y mercados presentan más garantías. Y, desde luego, como ocurrió en los 1990, crear una industria de innovación y de conocimiento.
El segundo reto en este tiempo es el de evitar más desgastes del autogobierno vasco. Treinta años después no se puede aceptar mercancía averiada.
Y el tercero tiene que ver con el ser del PNV. Debe volver a ser un partido en el que, desde la defensa del autogobierno, que es la forma de avanzar en el bienestar, quepan todos: desde los tibios autonomistas hasta los más rabiosos separatistas. El objetivo es construir un país y el bienestar de sus ciudadanos. Recuperar la centralidad frente a la vuelta a la fórmula Mayor Oreja-Redondo y, sobre todo, ante quienes siguen comprendiendo la violencia. Acumulación de votos frente la fórmula vieja y sin futuro de la acumulación de fuerzas.
El PNV tenía ante sí tres retos. El de su participación en unas instituciones en las que aún se daba una sensible presencia de las estructuras de la dictadura. El segundo, conseguir un régimen de autonomía que, por lo menos, fuese aceptable. Y, por último, afrontar una demoledora crisis económica (que finalmente iba a arrasar el tradicional tejido económico vasco).
La participación del PNV en las incipientes instituciones democráticas suponía por un lado no caer en lo que los de la vieja generación consideraban el error de no haber participado en el Pacto de San Sebastián (1930). Por otro, romper cualquier intento frentista -que era lo que pretendía ETAm- al abandonar la reunión de Chiberta. Asimismo, a a otro tipo de cantos de sirena, luchó por mantener el Gobierno vasco de 1936 hasta que éste fuese sustituido por otro de igual rango.
Un Estatuto de Autonomía constituía el mínimo común denominador que servía de marco para la convivencia entre, al menos, una mayoría significativa de vascos sin que, además, representase renuncias insoslayables (Disposición Adicional). Al contrario de lo que ocurriera en 1931, en 1979, el vasco fue el primer estatuto de autonomía en aprobarse, aunque, sin embargo, treinta años más tarde no sólo sigue sin cumplirse en partes esenciales, sino que ha sufrido ataques en su redacción original.
El tercer reto era sentar las bases de la recuperación económica. El tejido productivo vasco había sido arrasado tras 40 años de dictadura a una desastrosa gestión de la llamada crisis del petróleo por parte de la UCD y la negociación de ingreso en la CEE (que acabó con la milenaria industria pesquera vasca) y la reconversión hechas por el PSOE. El PNV logró, especialmente tras la recuperación del Concierto y sobre todo a partir de que se consiguen las competencias relacionadas con la economía (retenidas durante más de un lustro por los sucesivos gobiernos centrales), sentar las bases de un nuevo tejido económico. Y, como símbolo del nuevo tiempo, el Museo Guggenheim y la regeneración de la ciudad de Bilbao, ejemplo hoy en todo el mundo.
Los retos del PNV en 2009 no son menores. Quizás el más apremiante es el de diseñar una serie de elementos que permitan la recuperación económica. Y, para ello, se necesita arriesgar. De nuevo, el urbanismo y las infraestructuras van a jugar un papel definitivo. En el caso de Bizkaia, por ejemplo, tanto San Mamés Berria (que se está convirtiendo en el centro de polémica: con el asunto de la pista de atletismo y la vigilancia del alcalde de Donostia) como el Guggenheim Urdaibai, y, desde luego, el adelanto de los planes forales de obras, pueden generar en los próximos años miles de empleos en diferentes sectores. Desde los territorios, además, se debe impulsar una nueva economía productiva y, al mismo tiempo, reducir la dependencia de economías más débiles, basadas en la especulación y el ladrillo. Es decir, mirar más hacia el norte donde los socios y mercados presentan más garantías. Y, desde luego, como ocurrió en los 1990, crear una industria de innovación y de conocimiento.
El segundo reto en este tiempo es el de evitar más desgastes del autogobierno vasco. Treinta años después no se puede aceptar mercancía averiada.
Y el tercero tiene que ver con el ser del PNV. Debe volver a ser un partido en el que, desde la defensa del autogobierno, que es la forma de avanzar en el bienestar, quepan todos: desde los tibios autonomistas hasta los más rabiosos separatistas. El objetivo es construir un país y el bienestar de sus ciudadanos. Recuperar la centralidad frente a la vuelta a la fórmula Mayor Oreja-Redondo y, sobre todo, ante quienes siguen comprendiendo la violencia. Acumulación de votos frente la fórmula vieja y sin futuro de la acumulación de fuerzas.
martes, 25 de agosto de 2009
Como hemos llegado a esto IV
Decir que Xabier Arzalluz ha sido uno de los políticos más relevantes de la política vasca del último cuarto del siglo XX no es descubrir nada nuevo. Arzalluz ha sido un líder carismático y, al mismo tiempo, controvertido dentro y fuera del partido. A él, por otro lado, se deben tres de las más graves crisis de la historia de EAJ: la que desembocó en la escisión de 1980 con la salida del “sector sabiniano”, la más grave (y aún no superada del todo) escisión de 1986 y, desde luego, el momento en que se planteó en serio su sucesión.
La salida del partido del sector liderado por Antón Ormaza podría considerarse como una crisis de crecimiento. En apenas tres años, el PNV no solo había renacido de sus cenizas, sino que se había convertido en la primera fuerza política del país.
En la escisión de 1986, al carácter personal del enfrentamiento Arzalluz-Garaikoetxea, hay que sumar el intento de este último por controlar el movimiento nacionalista desde Ajuriaenea, lo que, por cierto, resulta inaceptable.
En 2004, Xabier Arzalluz cumpliría 72 años. Muchos, comenzando por él mismo, pensaban que podía seguir un poco más. Pero, para que esto fuese posible necesitaba el apoyo de la Organización de Bizkaia y era público y notorio del presidente del BBB no gozaba de las simpatías de Arzalluz. El presidente del Euzkadi Buru Batzar no desaprovechaba ocasión alguna para denigrar a Iñigo Urkullu. Yo fui testigo de dos “andanadas” contra el joven burukide, una en el bunker de Sabin Etxea y otra en el Hotel Dómine que me reafirmaron en algo que venía pensando desde hacía tiempo: había que rejuvenecer las estructuras del Partido.
Esto ya lo había hecho Juan Ajuriaguerra en 1973 cuando, comenzando por el mismo, presentaron su dimisión los miembros supervivientes de las Ejecutivas de la inmediata preguerra (Arredondo, Etxeberria, Solaun, Unzueta,…). Sin embargo, los nuevos miembros jóvenes del EBB convencieron a Ajuriaguerra para que siguiese, y lo hizo no sin que se produjesen críticas y resquemores de algunos dimisionarios que se sintieron engañados. Pero, el hecho fue que el rejuvenecimiento de las estructuras del Partido propició ese renacimiento al que nos referíamos antes.
El primer asalto en la lucha sucesoria tendría lugar cuando llegó el momento de elegir candidato para la presidencia de la Diputación Foral de Bizkaia. Al frente de la institución, se encontraba un miembro de la vieja guardia, Josu Bergara, que procedía del aparato del Partido y cumplía su segundo mandato. Rondaba los 70 años y había acordado con el presidente del BBB su retirada. Sin embargo, decidió presentar batalla y enfrentarse al otro candidato, José Luis Bilbao. Desde la presidencia del EBB se movilizaron a favor de Bergara que, finalmente, fue derrotado. Bilbao fue candidato y ganó las elecciones con holgura.
El futuro parecía aclararse. Xabier Arzalluz había anunciado que se retiraría al cumplir su mandato, lo que debía ocurrir en enero de 2004. Siguiendo una regla no escrita –que había servido para el propio Arzalluz-los presidentes de tres de las territoriales (incluyendo las dos más poderosas: Bizkaia y Gipuzkoa) pactaron el nombre de Josu Jon Imaz San Miguel para la presidencia del EBB. Eso sí, previamente, se había preguntado al propio Arzalluz (lo hizo José Antonio Rubalkaba) si quería seguir y decir este que no. No debían tener muy clara la negativa porque, finalmente, presentó su candidatura. Comienza de esta forma un periodo de tensión extrema. Un pulso que, básicamente, tuvo dos protagonistas: Xabier Arzalluz e Iñigo Urkullu.
La salida del partido del sector liderado por Antón Ormaza podría considerarse como una crisis de crecimiento. En apenas tres años, el PNV no solo había renacido de sus cenizas, sino que se había convertido en la primera fuerza política del país.
En la escisión de 1986, al carácter personal del enfrentamiento Arzalluz-Garaikoetxea, hay que sumar el intento de este último por controlar el movimiento nacionalista desde Ajuriaenea, lo que, por cierto, resulta inaceptable.
En 2004, Xabier Arzalluz cumpliría 72 años. Muchos, comenzando por él mismo, pensaban que podía seguir un poco más. Pero, para que esto fuese posible necesitaba el apoyo de la Organización de Bizkaia y era público y notorio del presidente del BBB no gozaba de las simpatías de Arzalluz. El presidente del Euzkadi Buru Batzar no desaprovechaba ocasión alguna para denigrar a Iñigo Urkullu. Yo fui testigo de dos “andanadas” contra el joven burukide, una en el bunker de Sabin Etxea y otra en el Hotel Dómine que me reafirmaron en algo que venía pensando desde hacía tiempo: había que rejuvenecer las estructuras del Partido.
Esto ya lo había hecho Juan Ajuriaguerra en 1973 cuando, comenzando por el mismo, presentaron su dimisión los miembros supervivientes de las Ejecutivas de la inmediata preguerra (Arredondo, Etxeberria, Solaun, Unzueta,…). Sin embargo, los nuevos miembros jóvenes del EBB convencieron a Ajuriaguerra para que siguiese, y lo hizo no sin que se produjesen críticas y resquemores de algunos dimisionarios que se sintieron engañados. Pero, el hecho fue que el rejuvenecimiento de las estructuras del Partido propició ese renacimiento al que nos referíamos antes.
El primer asalto en la lucha sucesoria tendría lugar cuando llegó el momento de elegir candidato para la presidencia de la Diputación Foral de Bizkaia. Al frente de la institución, se encontraba un miembro de la vieja guardia, Josu Bergara, que procedía del aparato del Partido y cumplía su segundo mandato. Rondaba los 70 años y había acordado con el presidente del BBB su retirada. Sin embargo, decidió presentar batalla y enfrentarse al otro candidato, José Luis Bilbao. Desde la presidencia del EBB se movilizaron a favor de Bergara que, finalmente, fue derrotado. Bilbao fue candidato y ganó las elecciones con holgura.
El futuro parecía aclararse. Xabier Arzalluz había anunciado que se retiraría al cumplir su mandato, lo que debía ocurrir en enero de 2004. Siguiendo una regla no escrita –que había servido para el propio Arzalluz-los presidentes de tres de las territoriales (incluyendo las dos más poderosas: Bizkaia y Gipuzkoa) pactaron el nombre de Josu Jon Imaz San Miguel para la presidencia del EBB. Eso sí, previamente, se había preguntado al propio Arzalluz (lo hizo José Antonio Rubalkaba) si quería seguir y decir este que no. No debían tener muy clara la negativa porque, finalmente, presentó su candidatura. Comienza de esta forma un periodo de tensión extrema. Un pulso que, básicamente, tuvo dos protagonistas: Xabier Arzalluz e Iñigo Urkullu.
martes, 30 de junio de 2009
Por la mitad
Una de las acusaciones que hizo al PNV en los días de Lizarra es que el famoso “excluía a una parte de la ciudadanía vasca”. Esto no fue exactamente así. Es cierto que, de alguna forma, el pacto consolidaba una política de frentes (rompiendo EAJ con una tradición persistente) y que, de alguna forma, el liderazgo del “frente nacionalista vasco”, por mor de la paz, se entregaba a eso que llamamos “izquierda abertzale”. Pero, de forma simultáneamente, al otro lado, se iba consolidando otro frente “cultural” que pretendía borrar del mapa a los nacionalistas, a quienes acusan de todos los males posibles. Superado (y olvidado) el pacto de Lizarra, sin embargo, no se ha logrado superar la política de bloques, y no parece que esto lo vaya a lograr el bloque constitucionalista, empeñado en “desalojar” al nacionalismo de la vida de los vascos. El lehendakari López ha sido claro: la acción de su Gobierno va a estar basada en el programa de su partido y en el acuerdo con el PP. Quizá se deba añadir: y en el rechazo de la mayoría social y política del País. El “acuerdo entre diferentes” tienen aquí el mismo valor que la invitación al PSOE a participar en Lizarra.
Los medios de comunicación, mientras tanto, están jugando el mismo papel que durante el periodo 1999-2001, pero, eso sí, con un matiz: al antinacionalismo se suma el gubernamentalismo, y el “esto es otra cosa”, “los otros no hacían esto porque eran muy malos y comprensivos con los terroristas”. Así, el primer sentimiento de cabreo, ha sido sustituido por otro de humillación y, en algunos casos, de persecución. Alguien dirá: “¡Pues esto es lo que sentíamos nosotros hasta ahora!”. ¿Era este en cambio?. Lo que parece claro es que ya no es posible acercamiento alguno entre el PNV y el PSE (Txema Montero explicó muy bien las razones en DEIA) en el medio plazo. No habrá acuerdos más allá de lo que marque la ley, y tengo para mí, que lo que deshaga ahora el PSE-PP, lo rehará el PNV a su regreso. Y esto no es lo peor: que, a medida que pase el tiempo, la tensión social irá “in crescendo”, sobre todo, porque, además, la situación económica en los próximos dieciocho meses no tiene pinta de mejorar y los únicos responsables de la misma van a ser, en Madrid y en Euzkadi, los socialistas.
Seguiremos en la división: por un lado, el nacionalismo vasco; por otro, el constitucionalismo, y, en un tercer bloque, quienes apoyan o no condenan a ETA. Una división que, sin duda, traerá consecuencias: el ambiente político se hará irrespirable, especialmente, porque, después del verano, comienza un larguísimo proceso político que tiene como objetivo la Moncloa. En ese proceso, aprobación de presupuestos, elecciones catalanas y, a continuación, las municipales y forales. El PP se ha encontrado en Euzkadi, por un lado, con el mejor instrumento posible para sustituir a José Luis Rodríguez Zapatero. Pero, no solo eso, al imponer sus condiciones, rompe cualquier posibilidad de “diálogo entre diferentes”. Asimismo, el “estado de tensionamiento”, en el medio plazo, beneficia al nacionalismo. Esta vez, además, a los nacionalistas abstencionistas, habrá que sumar a los primeros cabreados por la política del PSE-PP.
Parece que hemos cometido algún raro pecado y el Supremo Hacedor ha condenado a los vascos a vivir en el enfrentamiento eterno de unos contra otros.
Los medios de comunicación, mientras tanto, están jugando el mismo papel que durante el periodo 1999-2001, pero, eso sí, con un matiz: al antinacionalismo se suma el gubernamentalismo, y el “esto es otra cosa”, “los otros no hacían esto porque eran muy malos y comprensivos con los terroristas”. Así, el primer sentimiento de cabreo, ha sido sustituido por otro de humillación y, en algunos casos, de persecución. Alguien dirá: “¡Pues esto es lo que sentíamos nosotros hasta ahora!”. ¿Era este en cambio?. Lo que parece claro es que ya no es posible acercamiento alguno entre el PNV y el PSE (Txema Montero explicó muy bien las razones en DEIA) en el medio plazo. No habrá acuerdos más allá de lo que marque la ley, y tengo para mí, que lo que deshaga ahora el PSE-PP, lo rehará el PNV a su regreso. Y esto no es lo peor: que, a medida que pase el tiempo, la tensión social irá “in crescendo”, sobre todo, porque, además, la situación económica en los próximos dieciocho meses no tiene pinta de mejorar y los únicos responsables de la misma van a ser, en Madrid y en Euzkadi, los socialistas.
Seguiremos en la división: por un lado, el nacionalismo vasco; por otro, el constitucionalismo, y, en un tercer bloque, quienes apoyan o no condenan a ETA. Una división que, sin duda, traerá consecuencias: el ambiente político se hará irrespirable, especialmente, porque, después del verano, comienza un larguísimo proceso político que tiene como objetivo la Moncloa. En ese proceso, aprobación de presupuestos, elecciones catalanas y, a continuación, las municipales y forales. El PP se ha encontrado en Euzkadi, por un lado, con el mejor instrumento posible para sustituir a José Luis Rodríguez Zapatero. Pero, no solo eso, al imponer sus condiciones, rompe cualquier posibilidad de “diálogo entre diferentes”. Asimismo, el “estado de tensionamiento”, en el medio plazo, beneficia al nacionalismo. Esta vez, además, a los nacionalistas abstencionistas, habrá que sumar a los primeros cabreados por la política del PSE-PP.
Parece que hemos cometido algún raro pecado y el Supremo Hacedor ha condenado a los vascos a vivir en el enfrentamiento eterno de unos contra otros.
lunes, 8 de junio de 2009
Tiempo de mesura
En 1982, cuando Felipe González y el PSOE ganaron las elecciones por mayoría absoluta, Mario Onaindia se refirió a este hecho como la rebelión de los maketos. En aquellos comicios, el PSOE obtuvo en la CAPV ocho diputados (los mismos que el PNV) y el 29.30 por ciento de los votos (10 puntos más que en 1979). El resto de fuerzas no nacionalistas o constitucionalistas obtuvieron en su conjunto el 15 por ciento de la representación electoral, casi tanto como HB (que obtuvo un 14.78 % ¡en unas elecciones generales!). El nacionalismo vasco no solo había resistido la “rebelión” sino que había mejorado sus resultados de 1979. Los socialistas aguantaron el tipo en 1983 (Municipales y Forales), pero el PNV mantendría su hegemonía con el 39,45 % de los votos y 1.257 concejales.
La consolidación del nacionalismo vasco (en aquellos momentos, los politólogos incluían en el bloque nacionalista a Euskadiko Ezkerra y a Herri Batasuna) a través del ejercicio del poder se percibía como una amenaza. Y así surge la Ley Orgánica de Armonización del Proceso Autonómico (LOAPA) que, sobre todo, representa una vulneración clara del “pacto entre vascos” que representaba el Estatuto de Autonomía. Fracasado este intento, se impuso, por un lado la ralentización del proceso autonómico y el gobierno desde la “mayoría central” (tal y como definió Recalde). Por su fuera poco, leyes orgánicas y de bases reducían las competencias recogidas en la ley orgánica 3/1979 (el Estatuto de Gernika).
El desgaste del nacionalismo era esencial para imponer la nueva visión. En la escisión del PNV de 1984-1986, amén de cuestiones personalistas, hubo ayudas desde “fuera”. La otra vía de desgaste se concentraba en la “izquierda abertzale”. O, dicho de otra forma, en la atracción definitiva de sectores mayoritarios de la misma hacia, en este caso, el PSOE. La extinción de ETA político-militar y el proceso “izquierda para el socialismo” (que, en un primer momento, pretendió crear un Partido Comunista vasco), primero, iban a borrar cualquier matiz nacionalista y, luego, facilitar el ingreso de muchos cuadros en el P.S. En este sentido, es bueno recordar que el “retroceso” del nacionalismo no se ha producido en el nacionalismo institucional (PNV o PNV+EA en conjunto), sino en la izquierda reclamada como nacionalista.
En 1986, fracasado el primer intento serio por desalojar al PNV del Gobierno autónomo (tras el intento entre el PSE, EA y EE), se inició el primer periodo de Gobierno trasversal que, con matices y variaciones, se mantuvo hasta que los socialistas lo abandonaron en 1997. En este periodo se producen algunos acontecimientos importantes: como por ensalmo, dejaron de actuar los GAL, se firmó el “pacto de Ajuriaenea” (que nunca se cumplió en sus apartados más “faciles”, como el pleno desarrollo estatutario) y, sobre todo, los Gobierno Ardanza pusieron las bases para la recuperación económica, recomponiendo el tejido económico sobre bases distintas a las del siglo XIX. Pero, aquel Gobierno basado en el “acuerdo entre diferentes” fue tomado por propios y extraños, bien como signo de debilidad y renuncia, bien como la oportunidad de sustituir al PNV al abrirse una nueva etapa definida por Jauregui, Onaindia y otros como “postnacionalismo”. Así, entre 1996 y 1997, el PSE abandonó el gobierno de distintas instituciones (la Diputación de Araba o el Gobierno vasco) preparando el asalto a las mismas.
Y, mientras se daba esto, se produjo el asesinato de Miguel Angel Blanco y alguien pensó que el “espítiru de Ermua” serviría como carburante para acelerar la llegada del “posnacionalismo”. Vinieron Lizarra con su fracaso y, luego, las elecciones de 2001 (cuyos resultados, aún hoy, no se leyeron convenientemente) y los sucesivos intentos de Juan José Ibarretxe de explorar (desde el respeto a la legalidad) nuevas vías para solucionar el contencioso vasco. Y, en este punto, es bueno recordar algo: el los últimos 30 años de “régimen nacionalista” (como lo describen despectivamente algunos), por un lado, el PNV nunca ha vulnerado ley alguna (ni ha desbordado el marco legal) en su acción de Gobierno de gobierno (algo que, por ejemplo, el PSOE no puede garantizar). Por otro, durante una década larga, la administración de ese régimen era compartida por los socialistas, mientras que, al mismo tiempo, el PNV era capaz de pactar con el PP, por ejemplo, en municipios relevantes.
Se llegó al 1 de marzo y el PNV ganó pero no consiguió la mayoría parlamentaria. Por varias razones: por restricciones legales impuestas por la “mayoría central”, por normas impulsadas desde la mayoría nacionalista y por una serie de errores propios. Para mi, entre estos últimos (los errores propios), algunos muy claros: el PNV había dejado de ser un movimiento en el que cabían muchos para convertirse en casi un partido estalinista en el que se acepta una visión y un líder carismático. En segundo lugar, haber permanecido durante mucho tiempo lejos de eso que se ha llamado la “sociedad invisible”. Es cierto, y hay que recordarlo aquí, que es EAJ quien impulsa en el Parlamento vasco la ley de victimas del terrorismo. En tercer lugar, esa obsesión por “pescar” en el caladero de Batasuna (rompiendo, para ello, con una tradición centenaria).
Sin embargo, el domingo se abría una nueva oportunidad para el PNV. Y esta no es otra que la derrota de José Luis Rodriguez Zapatero. Con una doble lectura. El Gobierno constitucionalista en Euzkadi le da votos al PSE y no se los da al PP. Por el contrario, las mayores rentas en el Estado han sido para el PP y no para el PSOE. Soraya Saéz de Santa María ya habla de “cuestión de confianza” mientras que El Mundo, extrapola datos y da una victoria al PP con apoyo de CiU y/o del PNV. El Gobierno central tiene que afrontar, en los próximos meses, la aprobación de leyes, amén de los presupuestos y está cada vez más solo, y con la oposición más embravecida. Justo cuando incluso el Banco de España ve brotes verdes.
Es el momento de la prudencia y de la mesura. El PSE, curiosamente, tiene en sus manos el futuro de Zapatero. Este último necesita ganar tiempo y llegar sin sobresaltos al 2011. El PNV tiene que jugar bien sus cartas.
La consolidación del nacionalismo vasco (en aquellos momentos, los politólogos incluían en el bloque nacionalista a Euskadiko Ezkerra y a Herri Batasuna) a través del ejercicio del poder se percibía como una amenaza. Y así surge la Ley Orgánica de Armonización del Proceso Autonómico (LOAPA) que, sobre todo, representa una vulneración clara del “pacto entre vascos” que representaba el Estatuto de Autonomía. Fracasado este intento, se impuso, por un lado la ralentización del proceso autonómico y el gobierno desde la “mayoría central” (tal y como definió Recalde). Por su fuera poco, leyes orgánicas y de bases reducían las competencias recogidas en la ley orgánica 3/1979 (el Estatuto de Gernika).
El desgaste del nacionalismo era esencial para imponer la nueva visión. En la escisión del PNV de 1984-1986, amén de cuestiones personalistas, hubo ayudas desde “fuera”. La otra vía de desgaste se concentraba en la “izquierda abertzale”. O, dicho de otra forma, en la atracción definitiva de sectores mayoritarios de la misma hacia, en este caso, el PSOE. La extinción de ETA político-militar y el proceso “izquierda para el socialismo” (que, en un primer momento, pretendió crear un Partido Comunista vasco), primero, iban a borrar cualquier matiz nacionalista y, luego, facilitar el ingreso de muchos cuadros en el P.S. En este sentido, es bueno recordar que el “retroceso” del nacionalismo no se ha producido en el nacionalismo institucional (PNV o PNV+EA en conjunto), sino en la izquierda reclamada como nacionalista.
En 1986, fracasado el primer intento serio por desalojar al PNV del Gobierno autónomo (tras el intento entre el PSE, EA y EE), se inició el primer periodo de Gobierno trasversal que, con matices y variaciones, se mantuvo hasta que los socialistas lo abandonaron en 1997. En este periodo se producen algunos acontecimientos importantes: como por ensalmo, dejaron de actuar los GAL, se firmó el “pacto de Ajuriaenea” (que nunca se cumplió en sus apartados más “faciles”, como el pleno desarrollo estatutario) y, sobre todo, los Gobierno Ardanza pusieron las bases para la recuperación económica, recomponiendo el tejido económico sobre bases distintas a las del siglo XIX. Pero, aquel Gobierno basado en el “acuerdo entre diferentes” fue tomado por propios y extraños, bien como signo de debilidad y renuncia, bien como la oportunidad de sustituir al PNV al abrirse una nueva etapa definida por Jauregui, Onaindia y otros como “postnacionalismo”. Así, entre 1996 y 1997, el PSE abandonó el gobierno de distintas instituciones (la Diputación de Araba o el Gobierno vasco) preparando el asalto a las mismas.
Y, mientras se daba esto, se produjo el asesinato de Miguel Angel Blanco y alguien pensó que el “espítiru de Ermua” serviría como carburante para acelerar la llegada del “posnacionalismo”. Vinieron Lizarra con su fracaso y, luego, las elecciones de 2001 (cuyos resultados, aún hoy, no se leyeron convenientemente) y los sucesivos intentos de Juan José Ibarretxe de explorar (desde el respeto a la legalidad) nuevas vías para solucionar el contencioso vasco. Y, en este punto, es bueno recordar algo: el los últimos 30 años de “régimen nacionalista” (como lo describen despectivamente algunos), por un lado, el PNV nunca ha vulnerado ley alguna (ni ha desbordado el marco legal) en su acción de Gobierno de gobierno (algo que, por ejemplo, el PSOE no puede garantizar). Por otro, durante una década larga, la administración de ese régimen era compartida por los socialistas, mientras que, al mismo tiempo, el PNV era capaz de pactar con el PP, por ejemplo, en municipios relevantes.
Se llegó al 1 de marzo y el PNV ganó pero no consiguió la mayoría parlamentaria. Por varias razones: por restricciones legales impuestas por la “mayoría central”, por normas impulsadas desde la mayoría nacionalista y por una serie de errores propios. Para mi, entre estos últimos (los errores propios), algunos muy claros: el PNV había dejado de ser un movimiento en el que cabían muchos para convertirse en casi un partido estalinista en el que se acepta una visión y un líder carismático. En segundo lugar, haber permanecido durante mucho tiempo lejos de eso que se ha llamado la “sociedad invisible”. Es cierto, y hay que recordarlo aquí, que es EAJ quien impulsa en el Parlamento vasco la ley de victimas del terrorismo. En tercer lugar, esa obsesión por “pescar” en el caladero de Batasuna (rompiendo, para ello, con una tradición centenaria).
Sin embargo, el domingo se abría una nueva oportunidad para el PNV. Y esta no es otra que la derrota de José Luis Rodriguez Zapatero. Con una doble lectura. El Gobierno constitucionalista en Euzkadi le da votos al PSE y no se los da al PP. Por el contrario, las mayores rentas en el Estado han sido para el PP y no para el PSOE. Soraya Saéz de Santa María ya habla de “cuestión de confianza” mientras que El Mundo, extrapola datos y da una victoria al PP con apoyo de CiU y/o del PNV. El Gobierno central tiene que afrontar, en los próximos meses, la aprobación de leyes, amén de los presupuestos y está cada vez más solo, y con la oposición más embravecida. Justo cuando incluso el Banco de España ve brotes verdes.
Es el momento de la prudencia y de la mesura. El PSE, curiosamente, tiene en sus manos el futuro de Zapatero. Este último necesita ganar tiempo y llegar sin sobresaltos al 2011. El PNV tiene que jugar bien sus cartas.
domingo, 17 de mayo de 2009
¿Gobernar?
Un viejo amigo y colega, redactor de un importante diario madrileño, mantiene que los ejes de la oposición a Patxi López van a ser el Partido Popular y la derecha mediática, la economía y Jesús Eguiguren. Eso sí: sin precisar el orden. Si uno lee lo que han publicado algunos medios el pasado fin de semana, vemos que las predicciones comienzan a cumplirse.
Así El Correo trae el anuncio de que el PP pondrá en marcha, como estaba previsto, la moción de censura para desalojar a los nacionalistas de la Diputación Foral de Araba. Alfonso Alonso es claro. O el PSE se suma a la moción de censura, o el pacto se resentirá : “El hecho de que esta situación se prolongue es una amenaza contra la estabilidad del Gobierno y el futuro del proyecto de cambio en el País Vasco”. La cuestión ya no es cómo se porte o deje de portar el PNV. El PP quiere la Diputación alavesa. Y punto. De paso, claro, el Ayuntamiento de Gasteiz quedaría a su merced. Y, no solo eso, la moción de censura en Araba disuadiría al PNV de cualquier tentación de apoyo tanto a los presupuestos de Zapatero como a los de Patxi. Alonso dice –y tiene razón- que ellos no han engañado a nadie.
La segunda andanada tiene que ver con el pleno desarrollo del Estatuto de Gernika, con el que, según parece, se ha comprometido el PSE. De nuevo El Correo que lleva el asunto del sistema público a su editorial. Refiriéndose a la gestión del régimen económico de la Seguridad social (competencia exclusiva de la CAPV según el artículo 18.2 b del Estatuto de Gernika, que este periódico considera “reivindicación nacionalista”-sic-) el editorial de El Correo dice: “Un traspaso de competencias pendiente, amparado por el Estatuto de Gernika, pero discutible desde el punto de vista jurídico en lo que se refiere a la ruptura de la caja única de la seguridad social, en inconveniente a todas luces desde un perfil económico”. El editorial complementa un informe de la sección de economía, en el que no se revelan algunas cuestiones básicas. Por ejemplo, cuál sería la situación si la competencia se hubiese transferido digamos que en 1981. Y, sobre todo, que la única responsable de la situación de la “hucha común” y de las pensiones vascas ha sido a lo largo de esos 30 años de incumplimiento el Gobierno central de turno, y que quizá haya otras fórmulas de gestionar el sistema publico de gestiones. Es posible que esto tenga que ver con la intención por parte del Gobierno López de asumir las políticas activas de empleo dentro de las previsiones estatutarios. Es decir, con la gestión de su régimen económico. Una transferencia descafeinada sería considerada como una agresión.
Todo esto, además, se produce tras un debate sobre el estado de la nación en el que Rajoy fue incapaz de dar réplica a Zapatero y su inventario de propuestas (muchas de ellas imposibles si no cuenta con algunos de los implicados: desde los fabricantes de coches a las comunidades autónomas.
Por si todo lo dicho anteriormente fuese poco, hemos llegado al punto de que no queda muy claro para que desalojaron al PNV de las instituciones de gobierno de la CAPV, si, sobre todo, el PSOE se pasa el día haciéndole guiños: Jauregui, Blanco y el lehendakari López: “Es posible volver a entendernos con el PNV”, dice en El Pais. Eso sí, como ya anunciara Antonio Basagoiti (y confirma La Razón) va a cambiar la “imagen corporativa” (es decir, el escudo oficial de la Comunidad Autónoma) para hacer amigos.
Si se cumple todo lo relatado en las líneas anteriores, resulta contradictorio tender la mano para seguir con el desalojo de los nacionalistas (esta vez en Araba), seguir desgastando el Estatuto de Autonomía o mutilar (desde la minoría social) los símbolos de la comunidad. Y, mientras todo esto ocurre, se echa de menos algo: ¿gobernar?.
Así El Correo trae el anuncio de que el PP pondrá en marcha, como estaba previsto, la moción de censura para desalojar a los nacionalistas de la Diputación Foral de Araba. Alfonso Alonso es claro. O el PSE se suma a la moción de censura, o el pacto se resentirá : “El hecho de que esta situación se prolongue es una amenaza contra la estabilidad del Gobierno y el futuro del proyecto de cambio en el País Vasco”. La cuestión ya no es cómo se porte o deje de portar el PNV. El PP quiere la Diputación alavesa. Y punto. De paso, claro, el Ayuntamiento de Gasteiz quedaría a su merced. Y, no solo eso, la moción de censura en Araba disuadiría al PNV de cualquier tentación de apoyo tanto a los presupuestos de Zapatero como a los de Patxi. Alonso dice –y tiene razón- que ellos no han engañado a nadie.
La segunda andanada tiene que ver con el pleno desarrollo del Estatuto de Gernika, con el que, según parece, se ha comprometido el PSE. De nuevo El Correo que lleva el asunto del sistema público a su editorial. Refiriéndose a la gestión del régimen económico de la Seguridad social (competencia exclusiva de la CAPV según el artículo 18.2 b del Estatuto de Gernika, que este periódico considera “reivindicación nacionalista”-sic-) el editorial de El Correo dice: “Un traspaso de competencias pendiente, amparado por el Estatuto de Gernika, pero discutible desde el punto de vista jurídico en lo que se refiere a la ruptura de la caja única de la seguridad social, en inconveniente a todas luces desde un perfil económico”. El editorial complementa un informe de la sección de economía, en el que no se revelan algunas cuestiones básicas. Por ejemplo, cuál sería la situación si la competencia se hubiese transferido digamos que en 1981. Y, sobre todo, que la única responsable de la situación de la “hucha común” y de las pensiones vascas ha sido a lo largo de esos 30 años de incumplimiento el Gobierno central de turno, y que quizá haya otras fórmulas de gestionar el sistema publico de gestiones. Es posible que esto tenga que ver con la intención por parte del Gobierno López de asumir las políticas activas de empleo dentro de las previsiones estatutarios. Es decir, con la gestión de su régimen económico. Una transferencia descafeinada sería considerada como una agresión.
Todo esto, además, se produce tras un debate sobre el estado de la nación en el que Rajoy fue incapaz de dar réplica a Zapatero y su inventario de propuestas (muchas de ellas imposibles si no cuenta con algunos de los implicados: desde los fabricantes de coches a las comunidades autónomas.
Por si todo lo dicho anteriormente fuese poco, hemos llegado al punto de que no queda muy claro para que desalojaron al PNV de las instituciones de gobierno de la CAPV, si, sobre todo, el PSOE se pasa el día haciéndole guiños: Jauregui, Blanco y el lehendakari López: “Es posible volver a entendernos con el PNV”, dice en El Pais. Eso sí, como ya anunciara Antonio Basagoiti (y confirma La Razón) va a cambiar la “imagen corporativa” (es decir, el escudo oficial de la Comunidad Autónoma) para hacer amigos.
Si se cumple todo lo relatado en las líneas anteriores, resulta contradictorio tender la mano para seguir con el desalojo de los nacionalistas (esta vez en Araba), seguir desgastando el Estatuto de Autonomía o mutilar (desde la minoría social) los símbolos de la comunidad. Y, mientras todo esto ocurre, se echa de menos algo: ¿gobernar?.
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domingo, 3 de mayo de 2009
El PNV en la oposición
El PNV está en la oposición. Fracisco J. Llera afirmaba en una entrevista publicada en el diario El Comercio, de Gijón, que este hecho se había producido porque “la sociedad vasca ha dado su apoyo mayoritario a un Gobierno autonomista”. Y esto no es cierto. La respuesta correcta es que “el Parlamento vasco ha dado un apoyo mayoritario” al pacto constitucionalista para desalojar a la mayoría nacionalista. Pero, bueno, esa va a ser la tónica del análisis académico en los próximos meses. El antinacionalismo no es nuevo se remonta a los tiempos de Balparda.
En estos momentos, el balance de 30 años de gobierno es más que positivo. Si el PSOE y PP son decididos autonomistas (si hacemos caso a la clasificación del profesor Llera Ramos), este es un logro del PNV. No es seguro que lo sean al 100 por 100 (el Estatuto está incumplido en partes esenciales). Y, si hoy estas fuerzas se declaran automistas es, como recuerdan Unzueta y Barbería (Cómo hemos llegado a esto) porque hay nacionalismo. El antiautonomismo (Rosa Diez) es insignificante. Así que se ha establecido un suelo mínimo que está mucho más alto que en 1936 o en 1976.
El Partido Nacionalista Vasco es ya la única fuerza que, desde 1936, y, salvo el periodo 1980-1986, ha gobernado siempre con diferentes. Gobernó con el PSOE entre 1936 y 1979 y, luego, entre 1986 y 1997, año en el que los socialistas (como recuerda Rosa Diez en el libro de Maria Antonia Iglesias) abandonaron el tripartito que presidía José Antonio Ardanza. Luego, gobernó con Izquierda Unida, al igual que, en estos momentos, está haciendo el PSOE en Asturias, Baleares o Catalunya.
Pero, además, el PNV ha logrado batir el récord de ser la fuerza más votada en unas elecciones autonómicas desde que se aprobó el Estatuto de Gernika, record que, hasta ahora, nadie ha logrado romper.
No es este, desde luego, el peor momento de la historia de EAJ. Desde mi punto de vista, hay otros tres de enorme trascendencia: el proceso de división interna que desemboca en la escisión de 1986, la marea antiPNV –con “postnacionalismo” incluido que siguió al asesinato de Miguel Angel Blanco- y, por último, el proceso de sucesión de Xabier Arzalluz al frente del EBB. Con 30 parlamentarios, un sólido anclaje en gobiernos territoriales y locales y convertido en (utilizando un simil futbolístico) fuerza desestabilizante en Madrid, la situación del PNV, por ejemplo, no tiene nada que ver con la del PSOE en 1996. Además, el PP tratará de no buscar confrontaciones traumaticas en un futuro inmediato. Quiere colocar a Mariano Rajoy en La Mocloa cuanto antes.A todo esto, se suma una situación económica calamitosa que, en el ámbito autonómico, deberá ser resuelta básicamente por el PSE y por el PSOE.
Es cierto que el PNV debe iniciar una profunda reflexión y, desde luego, una autocrítica sincera. Manteniendo una apuesta decidida por la democracia, la defensa de los derechos humanos y el respeto a los demás. La profundización del autogobierno a partir del suelo del pacto de 1979 sin recortes y el trabajo para que los vascos sean sujeto (y no objeto) de todas las decisiones que le afecten constituiría el segundo gran eje. El tercero debería ser el de reforzar la unidad interna y superar para siempre (y con generosidad) la escisión de 1986. Y el cuarto y último, hacer el mayor esfuerzo para mejorar los resultados actuales en los comicios municipales y forales. Por último, el PNV debe volver a ser una fuerza en la que pueda sentirse a gusto un amplio espectro de la sociedad vasca. Para todo esto, se cuenta con el mejor liderazgo posible.
Sería un error que el PNV trabajase para “desalojar” a Patxi López. La oposición es otra cosa. Se trata de presentar las mejores alternativas para ayudar a los vascos y trabajar para sustituir democráticamente al Gobierno constitucionalista.
Patxi López será el lehendakari del Gobierno vasco, que es una institución por la que el nacionalismo vasco ha trabajado durante casi cien años. El Lehendakari, el Gobierno, … trasciende a las personas. Si no entendemos ésto, estamos perdidos y habremos perdido el trabajo iniciado por Aguirre (y otros) en 1936.
En estos momentos, el balance de 30 años de gobierno es más que positivo. Si el PSOE y PP son decididos autonomistas (si hacemos caso a la clasificación del profesor Llera Ramos), este es un logro del PNV. No es seguro que lo sean al 100 por 100 (el Estatuto está incumplido en partes esenciales). Y, si hoy estas fuerzas se declaran automistas es, como recuerdan Unzueta y Barbería (Cómo hemos llegado a esto) porque hay nacionalismo. El antiautonomismo (Rosa Diez) es insignificante. Así que se ha establecido un suelo mínimo que está mucho más alto que en 1936 o en 1976.
El Partido Nacionalista Vasco es ya la única fuerza que, desde 1936, y, salvo el periodo 1980-1986, ha gobernado siempre con diferentes. Gobernó con el PSOE entre 1936 y 1979 y, luego, entre 1986 y 1997, año en el que los socialistas (como recuerda Rosa Diez en el libro de Maria Antonia Iglesias) abandonaron el tripartito que presidía José Antonio Ardanza. Luego, gobernó con Izquierda Unida, al igual que, en estos momentos, está haciendo el PSOE en Asturias, Baleares o Catalunya.
Pero, además, el PNV ha logrado batir el récord de ser la fuerza más votada en unas elecciones autonómicas desde que se aprobó el Estatuto de Gernika, record que, hasta ahora, nadie ha logrado romper.
No es este, desde luego, el peor momento de la historia de EAJ. Desde mi punto de vista, hay otros tres de enorme trascendencia: el proceso de división interna que desemboca en la escisión de 1986, la marea antiPNV –con “postnacionalismo” incluido que siguió al asesinato de Miguel Angel Blanco- y, por último, el proceso de sucesión de Xabier Arzalluz al frente del EBB. Con 30 parlamentarios, un sólido anclaje en gobiernos territoriales y locales y convertido en (utilizando un simil futbolístico) fuerza desestabilizante en Madrid, la situación del PNV, por ejemplo, no tiene nada que ver con la del PSOE en 1996. Además, el PP tratará de no buscar confrontaciones traumaticas en un futuro inmediato. Quiere colocar a Mariano Rajoy en La Mocloa cuanto antes.A todo esto, se suma una situación económica calamitosa que, en el ámbito autonómico, deberá ser resuelta básicamente por el PSE y por el PSOE.
Es cierto que el PNV debe iniciar una profunda reflexión y, desde luego, una autocrítica sincera. Manteniendo una apuesta decidida por la democracia, la defensa de los derechos humanos y el respeto a los demás. La profundización del autogobierno a partir del suelo del pacto de 1979 sin recortes y el trabajo para que los vascos sean sujeto (y no objeto) de todas las decisiones que le afecten constituiría el segundo gran eje. El tercero debería ser el de reforzar la unidad interna y superar para siempre (y con generosidad) la escisión de 1986. Y el cuarto y último, hacer el mayor esfuerzo para mejorar los resultados actuales en los comicios municipales y forales. Por último, el PNV debe volver a ser una fuerza en la que pueda sentirse a gusto un amplio espectro de la sociedad vasca. Para todo esto, se cuenta con el mejor liderazgo posible.
Sería un error que el PNV trabajase para “desalojar” a Patxi López. La oposición es otra cosa. Se trata de presentar las mejores alternativas para ayudar a los vascos y trabajar para sustituir democráticamente al Gobierno constitucionalista.
Patxi López será el lehendakari del Gobierno vasco, que es una institución por la que el nacionalismo vasco ha trabajado durante casi cien años. El Lehendakari, el Gobierno, … trasciende a las personas. Si no entendemos ésto, estamos perdidos y habremos perdido el trabajo iniciado por Aguirre (y otros) en 1936.
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